Vuelve la cuarentena desesperada
Por: VÍCTOR ANDRÉS PONCE (*)
Si bien es cierto que el presidente Francisco Sagasti habló de cuarentenas focalizadas, es incuestionable que el Perú está retornando a la misma cuarentena medieval que aplicó la administración Vizcarra y que convirtió al Perú en el país con la más alta mortalidad por millón de habitantes en el mundo. Señalar que Lima Metropolitana, el Callao, Lima provincias, Apurímac, Ica, Áncash, Pasco, Huánuco, Junín y Huancavelica son regiones que entran en inmovilización social obligatoria, en la práctica, es hablar de una cuarentena de más de la mitad del país o casi de la totalidad.
En otras palabras, la misma política que nos llevó a tener la letalidad más alta y una de las megarrecesiones más devastadoras en todo el planeta. Y es que la cuarentena medieval solo se explica por falta de una política mínima para contener el Covid. Es la representación de un Ejecutivo en franca desesperación, sin ideas para contener la pandemia. Sin embargo, existe una gran diferencia con respecto a las condiciones de la cuarentena ciega del año pasado: la administración Vizcarra ha dejado un país quebrado, destruido en sus posibilidades fiscales y sin avances mínimos en el equipamiento de la infraestructura sanitaria. En este contexto, ¿cómo los sectores populares van a soportar otra cuarentena de 15 días, tal como lo anuncia el Ejecutivo?
La administración Sagasti entonces debe comenzar de cero el equipamiento del sistema de salud, pero sin dinero. Antes teníamos recursos con un gobierno ineficaz que solo pensaba en la información y la desinformación. Hoy la administración Sagasti tiene buenas intenciones, pero es un pobre sin posibilidades, ya sea para comprar equipos o ensayar una cuarentena medieval en medio de una recesión brutal de la economía.
Y quizá el hecho de mantener a Pilar Mazzetti al frente del sector de Salud se convierta en la principal explicación de la ausencia de una política sanitaria. ¿En qué consistiría esa política? No se necesita ser especialista para saberlo: multiplicar al infinito las pruebas moleculares, detectar a los contagiados, rastrear a sus posibles contactos, establecer focos infecciosos y desarrollar cuarentenas focalizadas. Por ejemplo, si esa lógica se aplicara, en Lima se habrían establecido cuarentenas focalizadas por distritos y quizá por sectores económicos. Pero el sector Salud se ha negado sistemáticamente a aplicar esos criterios y solo queda la cuarentena ciega.
Sin embargo, para ser justos con los hechos, en la administración Sagasti no existe la soberbia vizcarrista que provenía de una holgada posición fiscal ahora destruida. El presidente Sagasti reconoció el esfuerzo del sector privado para proveer 2,000 respiradores de uso limitado para salvar vidas, también el esfuerzo empresarial para trasladar las vacunas de China, y anunció nuevos contratos para adquirir otro millón más de vacunas.
No se puede negar que en la administración Sagasti hay un mejor espíritu para recibir la colaboración del sector privado, con posibilidades de juntar recursos y gerencia para apoyar a un Estado que se desploma. Hay entonces diferencias. Quizá ese detalle sirva no solo para convocar a todo el empresariado nacional, sino también a la sociedad en su conjunto, a los alcaldes, a los gobernadores regionales y las organizaciones sociales para desarrollar el llamado enfoque comunitario, la alianza entre el Estado y la sociedad para aislar el virus en la comunidad, antes de que llegue al hospital.
Y si a ese giro de la estrategia le agregamos la multiplicación al infinito de las pruebas moleculares, el seguimiento y el rastreo de los posibles focos infecciosos y las cuarentenas focalizadas y sectoriales, quizá la sombra negra de una nueva cuarentena medieval solo dure hasta el próximo 15 de febrero. De lo contrario, volveremos a tener la letalidad más alta y una de las recesiones más espantosas del planeta.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)