Un solo detalle bastó para que el encarcelado ex gobernador regional de Ancash Waldo Ríos Salcedo ocupe un lugar destacado en el salón de la fama de nuestra inmerecidamente llamada clase política nacional.
La promesa de regalar 500 soles mensuales a las familias ancashinas, que hizo en forma solemne y poniendo a Dios de por medio, fue la clave que le permitió ganar abrumadoramente las elecciones del 2014.
Al más puro estilo maquiavélico, alguien le había sugerido que la propaganda electoral más efectiva es aquella que llega a través del estómago vacío. Y razón no le faltó. Cerca del 70 por ciento de la población ancashina que vive atrapada en las garras de la pobreza, votó por él.
Sin embargo una vez en el poder y consciente de que era imposible cumplir semejante mentira, no le quedó otra cosa que lavarse las manos y, sin el menor remordimiento, echarle la culpa no solo al gobierno central sino también a la propia Constitución. Como se puede ver, esa es la manera más infame y perversa de hacer política.
Pero cuando creíamos que todo esto ya era cosa del pasado, la prensa nacional se ha encargado de poner en claro que hemos estado completamente equivocados. Por increíble que parezca, la promesa de Waldo Ríos Salcedo aparece, seis años después, reencarnada en los planes de gobierno de varios candidatos a la presidencia de la república.
Uno de ellos es el líder de Alianza Para el Progreso don César Acuña Peralta, conocido por sus poses y frases más que pintorescas. Don César ha dicho que, en caso de llegar a la presidencia, va a regalar durante dos años un bono a todas familias peruana de extrema pobreza.
La única diferencia con la promesa de Waldo Ríos es que don César ha aumentado la oferta en un atractivo 20 por ciento. El bono ya no será de 500 sino de 600 soles. Pero lo que no ha dicho, al menos en buen castellano, es cómo va a financiar la implementación de esta oferta electoral. ¿Acaso va a convertir en dinero contante y sonante toda la cancha que en este momento millones de peruanos tiene como único alimento?
Sería bueno que en los dos meses que todavía faltan para las elecciones, los candidatos se despojen de esa frivolidad demagógica que consiste en prometer lo imposible
Con toda la mala experiencia que hemos padecido a causa de tantas falsas promesas, se espera que esta vez el electorado peruano opte por un candidato que hable con la verdad. No por aquellos falsos profetas que incluso se engañan a sí mismos.
Tanto como las guerras y los desastres naturales, la reencarnación de mentiras electorales ya le hecho demasiado daño al país.