Hace cuestión de unos días, las ciudades de Casma y Chimbote han vuelto a ser escenario de un mega operativo policial que esta vez ha permitido la captura de treintaitrés miembros de la organización delictiva conocida como “La Banda del Sur”. En términos de crimen organizado, estamos hablando de peces gordos dedicados a la extorsión, marcaje y sicariato, que hoy por hoy son las modalidades delictivas más rentables, por así decirlo, después del tráfico de drogas.
Pero paralelamente a estos operativos, que hace rato deberían devolverle la tranquilidad a la ciudadanía, subsiste la sensación paradójica de que, a más operativos más delincuencia. Diríase que toda esta paradoja encierra a su vez una misma historia, que se repite con signos y señales.
Para ilustrar esta contradictoria situación con hechos basados en la realidad, vamos a remitirnos a lo sucedido en los últimos cuatro años. Además de la reciente captura de “La Banda del Sur”, en este tiempo relativamente corto la Policía Nacional ha desarticulado las organizaciones criminales denominadas “ Los Encapuchados de Casma”, “Los Secos de Chimbote”, “Los Chacales del Desierto”, “Los intocables de Chimbote” y “Los Truchas del Valle”, solo por mencionar a las más rankeadas.
Independientemente de tener a Casma y Chimbote como núcleo central de su accionar delictivo, las referidas bandas han contado con ramificaciones en Lima y otras ciudades el país. Y a raíz de algo que ya no tiene porque llamar la atención, los miembros de estas organizaciones han contado asimismo con una “dirección técnica”, muy bien coordinada desde el interior de varios penales. Lo que dice mucho de su radio de acción y alta peligrosidad.
Pero aquí viene lo preocupante. Muy por encima de las capturas realizadas hasta este momento y a pesar del ruido que éstas han generado en la opinión pública, hasta hoy ninguno de los intervenidos ha podido ser sentenciado por el Poder Judicial. La precariedad de algunas pruebas y pericias acumuladas por la policía, así como la incoherencia de éstas con la tipificación de los delitos por parte de la fiscalía, han abonado a favor de los reos. Ningún juez ha podido bajarles el dedo.
Da la impresión que el crimen organizado, haciendo honor a su nombre, cuenta con un aparato de defensa legal igualmente muy bien organizado. Sus abogados, expertos en hallar tres pies al gato, advierten las debilidades, tanto de las pruebas como de las acusaciones, y consiguen que el juez ordene que todo vuelva a fojas cero. El tiempo para una nueva investigación, coincide con el de la prisión preventiva y, sin más vuelta que darle al asunto, el reo recupera su libertad.
Es ante esta paradójica realidad que el común de la gente se plantea la inquietante pregunta ¿de qué valen los operativos si al final los delincuentes van a salir en libertad? ¿O es que los operativos solo sirven de cortinas de humo para ocultar otros asuntos?
Con relación a esta inquietud, no deja de llamar la atención que la captura de los miembros de “La Banda del Sur”, haya estado a cargo de la Fiscalía Penal Corporativa de Casma y no de la Fiscalía Especializada en Crimen Organizado, como debió haber sido.
Siendo así las cosas, todo indica que el crimen organizado no tiene problemas en aprovechar muy bien la desorganización de la ley.