Editorial

::: ARRIBANDO A BUEN PUERTO :::

Un buen ejemplo de la capacidad que se necesita para reconocer y corregir un error, es sin lugar a dudas el nombramiento de un nuevo gerente en el Terminar Portuario de Chimbote. Antes de cumplirse un mes de haber sido nombrado en ese cargo un abogado improvisado sin la formación específica ni la experiencia mínima necesaria, el gobierno regional de Ancash ha hecho muy bien en cortar por lo sano y reemplazarlo de inmediato.

En su reemplazo ha sido nombrado otro abogado, pero la diferencia está en que este último no es ningún improvisado, menos otro  recomendado político de los tantos que pululan en diversas dependencias del gobierno regional, aquellos que no saben hacer otra cosa que sentarse cómodamente a esperar el sueldo de fin de mes.

El nuevo gerente es el abogado José Antonio Jara Paredes, un correcto empleado de carrera, con más de treinta años de servicio en el terminal, de quien se puede decir que conoce a la perfección el ancho mar que tiene por delante. No en vano ha empezado su carrera laboral desde muy abajo hasta llegar a ocupar, por sus propios méritos, un alto puesto en la Unidad de Operaciones. De ahí que, a diferencia de su antecesor, no necesita contratar cinco asesores externos para que piensen y trabajen por él. A menos burocracia, mayor capacidad de gestión.

Para ningún chimbotano  es un secreto que la desgracia de nuestro terminal empieza el mismo día en que fue transferido, de manos de la Empresa Nacional de Puertos, ENAPU, a manos del gobierno regional de Ancash. En medio de una ruidosa estridencia política, dicha transferencia sucedió  hace exactamente ocho años, el 1 de agosto del 2013. Lo mismo que ocurrió con Chinecas, el Terminal acabó siendo caja de resonancia política y agencia de empleo para el gobernador regional. Peor desdicha no podemos haber tenido.

Ahora todos esperamos que los malos momentos queden definitivamente en el pasado. Lo que importa es pensar en el futuro. No es posible que después de haber sido durante muchos años uno de los puertos más importantes del litoral, el terminal portuario de Chimbote haya perdido esa condición a tal punto de hallarse en este momento a la zaga de todos los puertos del Perú. Por muy duro que sea reconocerlo, no se puede negar que esta injusta e inmerecida postergación es el precio que estamos pagando por creer en falsas expectativas.

De la gestión que desarrolle el abogado José Antonio Jara Paredes, dependerá que el puerto de Chimbote recupere el tiempo perdido y encuentre por fin un nuevo rumbo. Se sabe, por ejemplo, que la mayoría de embarques de carbón de piedra que se extrae en La Galgada y de la harina y aceite de pescado de se produce en Chimbote y Coishco, son embarcados por Salaverry y otros puertos del litoral, menos en nuestro propio terminal. Eh ahí un reto que requiere inmediata solución.

Asimismo, como lo ha dejado entrever el  nuevo gerente, quizá se tenga que pensar, ahora sí con toda la seriedad del caso, en concesionar el puerto de Chimbote a una empresa privada. Solo así se podría recuperar el nivel  de competitividad, poniéndonos a la misma altura de otros puertos del litoral. Eso, como es obvio, requiere de una capacidad de gestión que a su vez haga posible recuperar la confianza y credibilidad por parte de la inversión privada. Mal haríamos en seguir dando vueltas en el mismo remolino.

Todo cambio, como bien sabemos, no cae del cielo ni se debe a factores externos. Depende de la capacidad humana para aprender de los errores y corregirlos a tiempo. Para decirlo en un lenguaje apropiado, para arribar a buen puerto hay elegir el mejor rumbo.