Editorial

TRANSPORTE PÚBLICO, SINÓNIMO DE ABUSO Y FALTA DE AUTORIDAD

Ni la Municipalidad Provincial del Santa ni ningún otro organismo público pueden regular el precio del pasaje que cobran los vehículos de servicio público de transporte urbano e inter urbano de la localidad. De acuerdo con nuestra legislación, cualquier reajuste de esta índole está sujeto a la ley de la oferta y la demanda y por consiguiente es el criterio de los propios transportistas lo que al final se interpone.

Al amparo de esta liberalidad, basada en el principio de dejar hacer y dejar pasar, el transporte público de Chimbote es al parecer el más caótico del país. La excesiva  multiplicidad de líneas de colectivos que circulan por nuestras calles no tiene parangón. Asimismo las rutas que recorren estas líneas se hallan sobresaturadas a tal punto que los pasajeros no saben con exactitud qué vehículo abordar para dirigirse a su destino.

Pero el desenlace  más sobresaliente de este pandemonio es el abuso relacionado con el precio del pasaje.  Sin exageración, cada chofer y cada cobrador, exige el precio que le da su regalada gana. El pasajero no tiene a quién ni donde quejarse.

Poniendo como pretexto la reciente alza del precio del gas vehicular, los dirigentes de los diversos comités de colectivos y omnibuses, acaban de concertar a espaldas de la ciudadanía una nueva alza de pasajes. Para estos señores no importa la crisis económica ni el desempleo masivo que afecta justamente a quienes todos los días utilizan este servicio. Los pasajes más caros del Perú se pagan en Chimbote. Tres soles cincuenta por un recorrido de 10 kilómetros entre Chimbote y Nuevo Chimbote, y Un sol cincuenta por uno de tan solo tres cuadras. O pagas o te bajas. Esa es la ley del transportista en Chimbote.

Si bien es cierto que ningún dispositivo legal permite impedir este despiadado abuso, no por eso la Municipalidad Provincial del Santa puede eludir su responsabilidad consustancial de poner orden en el transporte urbano e interurbano. Con mayor razón si tenemos en cuenta que ha sido la propia comuna provincial la principal causante del desbarajuste que hoy en día  impera en este servicio.

Fue durante la gestión de los alcaldes Estuardo Díaz Delgado y Luis Arroyo Rojas, cuando la gerencia municipal de transporte  otorgó concesiones de ruta como quien reparte volantes en el mercado. De los treinta comités de colectivos y microbuses que existían en toda la provincia, de un día para otro este número se elevó a más de doscientos. Los encargados de la propia gerencia municipal de transportes se encargaron de proponer a los transportistas la gran idea de clonar un mismo comité hasta en tres réplicas. La única diferencia consistía, por ejemplo, en colocar en las farolas del comité 2 el número 222, o añadir la letra “A” o “Z” según el gusto del cliente. Solo se pensó en el transportista pero no en el pasajero.

Fue por esa época cuando muchos vehículos de servicio público exhibían en su parabrisas un enorme cartel con la inscripción “Se reciben unidades”. Un gran negocio, a costa del caos.

Por otra parte, el tantas veces prometido transporte rápido y masivo resultó ser otra llanta desinflada. Ninguna de las empresas con acreditada capacidad y experiencia  que presentaron fue ofertas a la comuna provincial, fueron admitidas. En su reemplazo se autorizó la circulación en manada de las llamadas burritas, que, como sabemos, son vehículos dados de baja en Lima, Arequipa, Trujillo y otras ciudades del país.

Mientras fueron candidatos, todos los alcaldes sin excepción enarbolaron la promesa de solucionar el problema del transporte urbano de Chimbote, pero tan pronto como asumieron el cargo todos ellos, también sin excepción, se olvidaron por completo de lo que ofrecieron.

Pero lo que el pueblo de Chimbote no puede olvidar, ya que todos los días lo vive en carne propia, es la necesidad de contar con un plan regulador de transporte urbano. Además de hacer valer el principio de autoridad tan venido a menos, únicamente la aplicación de este plan podrá permitirle a Chimbote disfrutar de un servicio ordenado, seguro y eficiente. ¿O, tal como están las cosas, es mucho pedir?.