La fórmula más efectiva para ganar un proceso electoral ya no consiste en presentar un buen plan de trabajo y llevar un equipo de primera calidad. Ahora la mejor manera de ganar una elección por las buenas o por las malas es sacando de la contienda a los competidores más idóneos y con mayores posibilidades de ser elegidos. Eso, por ejemplo, acaba de suceder ayer en Nicaragua donde el dictador Daniel Ortega ha sido elegido presidente por enésima vez después de ser declarado único candidato tras encarcelar a sus competidores y en algunos casos obligarlos a abandonar el país.
Salvando las barreras del escenario político y del espacio, todo indica que más o menos lo mismo ha sucedido en las elecciones realizadas ayer domingo para elegir al nuevo decano del Colegio de Abogados del Santa, el gremio profesional que últimamente está atravesando por una etapa de marcado oscurantismo.
En el momento de escribir estas líneas era difícil predecir cuál podría ser el desenlace de dicho proceso electoral que desde un primer momento se ha visto empañado por actos irregulares. De lo que sí existe plena certeza es de una situación sin precedentes que ha colocado a esta institución en el ojo de la tormenta.
De las cinco listas que fueron declaradas hábiles por el Comité Electoral, tres de ellas fueron retiradas de la competencia cuando faltaban menos de cuarentaiocho horas para el día de los comicios. Aún cuando el Poder Judicial admitió un recurso de amparo a favor de estas tres listas, los miembros del comité electoral mantuvieron su decisión de no permitirles su participación. La eliminación de tres rivales dice mucho en cualquier proceso electoral.
Respecto a las dos listas restantes, se afirma que éstas estaban en la obligación de jugar en pared para que una de ellas haga el pase olímpico y la otra pueda anotar el gol del triunfo. Todo ello con el beneplácito del árbitro, jueces de línea y perdedores incluidos.
Esta suerte de desaguisado corrobora de alguna manera la etapa de oscuridad que de un tiempo a esta parte viene atravesando el ilustre Colegio de Abogados. Lejos ha quedado la época de brillantez institucional que durante mucho tiempo caracterizó a este gremio.
Por antonomasia, esta institución es la más comprometida a respetar y hacer respetar las reglas del estado de derecho, la ética y el buen decoro. Lamentablemente, las argucias e interpretaciones antojadizas que se han utilizado para torcer la limpieza y legalidad del proceso electoral, han traído por los suelos esos bonitos conceptos. Esas cosas no fortalecen la institucionalidad. Por el contrario la debilitan.
Para nadie es un secreto que dos de los últimos decanos del este gremio, resultaron siendo nombrados altos funcionarios del gobierno regional de Ancash. Hecho que por supuesto no tiene nada de cuestionable salvo el efecto concurrente y coincidente.
Si no nos equivocamos, el aspecto deontológico y la imagen institucional son cosas que el Colegio de Abogados del Santa no puede darse el lujo de perder de vista.