Por: Miguel Rodriguez Liñán (*)
Como el género es super difícil y suele malquistarnos hasta con los amigos, no hay mucha competencia. En su estilo, el temible satirista de Aristófanes –que se complace o vacila parodiando a los trágicos, a Eurípides en especial –utiliza el delicado recurso de mezclar el lenguaje o registro llamado poético con el lenguaje o registro llamado grosero. Pese a ser amigo suyo, Aristófanes pensaba seriamente que la actitud de Sócrates no convenía a los intereses del estado ateniense de la época. Por este motivo, lo ataca sin asco ni piedad en una pieza teatral titulada Las nubes. Por este motivo, el principal discípulo, comentador y panegirista de Sócrates, el gran responsable de la gran jodienda en el pensamiento analítico de Occidente, se distancia o enemista de él, acusándolo de haber contribuído a la condena de Sócrates, dando del filósofo una imagen “negativa”… ¡Platón! ¡Oh Platón! ¡Oh, viejo Plato! Habrán platinos, platos y platones, pero como Platón no habrá. Salvatore dixit. Hombre de genio pese a ser un huevonazo, Platón contribuye a la inmortalidad de Aristófanes en El banquete, donde el poeta aparece como el responsable del discurso sobre la humanidad primitiva –un cague de risa –y sobre la significativa alegoría o metáfora del andrógino primordial, que era una especie de rueda-monstruo de dos cabezas y ocho patas, de doble sexo, y que se desplazaba rodando. Simbólicamente, dicho andrógino une y reconcilia los opuestos, lo anterior y lo posterior, el pasado y el porvenir en el movimiento presente; une y reconcilia los sexos, el ying y el yang de los chinos, en una rueda que, a la vez, contiene el alfa y el omega en el eterno retorno, uf, creo que se me pasó la mano por copión. Mejor lo digo con las palabras del poeta: el andrógino primordial es una metáfora que nos permitirá descifrar el alfabeto celeste de las antípodas. Algo así en todo caso. Dicho andrógino es la otra cara de la gran moneda del dualismo de nuestro universo mental que todo separa. Siguiendo el movimiento de esta rueda aristofanesca, cíclica, eterna o atemporal, podemos concebir la comedia como la otra faz de la tragedia. Ojo aquí. Suave, ácido o vitriólico, el efecto que producen la farsa, la parodia, lo burlesco, la sátira e incluso el sentido del humor resulta de nuestra penetrante mirada, de nuestro encanto o desencanto. De nuestra filosofía y cierta búsqueda del conocimiento al estilo de los Antiguos. Esta mirada penetrante y su correspondiente expresión revelan cómo consideramos al mundo, es decir a nosotros mismos. Supongamos al Christos neotestamentario y al propio Dionisos como dos caras de aquella moneda griega. Este paralelo es bastante conocido y un poquitín trillado. Es interesante notar que, al inicio de los tiempos, supongamos el siglo 5 antes de Superstar, el género teatral de la comedia, que naturalmente surge junto con el de la tragedia, sirve de pretexto para concursos organizados con la ocasión de las dionisias o dionisíacas. Estas celebraciones de un dios llegado tardíamente al panteón griego, el hijo de Zeus y Semele, son cuatro. Pero veamos primero más de cerca al Dionysos / Backus. Dice el viejo Aristóteles que existen 427 epítetos para nombrar los diferentes atributos del dios. Esta cifra impresionante expresa muy bien la importancia de la naturaleza del mismo, así como sus múltiples funciones. Aunque llegado tardíamente, como ya dijimos, este dios ocupa de inmediato un lugar predominante. Es el dios del vino, del verbo, del teatro, de la danza, del transe y de la posesión (en el sentido griego). Es el dios de la locura extremada y de la extrema lucidez; gracias a estos atributos se puede decir que ocupa ostensiblemente casi todos los dominios de lo religioso, dejados como terrenos sin cultivar por los otros dioses. Por acción del vino y la ebriedad, el dios revela nuestro yo oscuro. (Continuará…)
(*) Escritor y Poeta radicado en Francia