Editorial

::: LA IMPRUDENCIA SOBRE RUEDAS :::

Mototaxis:

El pasado viernes 4, en un tramo de la obra  Vía de Evitamiento, exactamente a la altura del cruce con la avenida Chinecas del distrito de Nuevo Chimbote, se produjo el choque frontal entre una moto lineal y una mototaxi que dejó como saldo cuatro personas gravemente heridas, entre ellas una joven madre de familia y sus dos menores hijos. Como es de conocimiento público, el lugar donde ocurrió el accidente es una obra que se encuentra en plena ejecución  donde por razones obvias está terminantemente prohibida  la circulación de vehículos motorizados. Aún así, más ha podido el factor imprudencia.

Dos días después,  a la altura del kilometro 446 de la Panamericana Norte, en la jurisdicción del distrito de Santa, el chofer de otra mototaxi , quien se hallaba en completo estado de ebriedad, provocó una aparatosa volcadura causando serias heridas a los cinco pasajeros que llevaba a bordo, entre quienes se hallaba una de sus menores hijas. Como también es de amplio conocimiento público, estos vehículos menores están prohibidos de circular en vías de alta velocidad reservadas solo para vehículos interprovinciales y de carga pesada. Pero, igual: más pudo la imprudencia.

Más de los días, informaciones como éstas ocupan las primaras planas de periódicos y noticieros dejando en la opinión pública el sabor amargo de hallarnos frente a un problema que, lejos de solucionarse, empeora día a día. Aparentemente aisladas una de la otra, en el fondo estas ingratas noticias son parte de un mismo problema. Un problema que tiene las mismas  causas y por consiguiente los mismos efectos. El problema no es otro que el factor humano.

Pero más allá de representar un rompecabezas para  tránsito vehicular, las mototaxis han agudizado al extremo el  problema de seguridad ciudadana.  Con la misma frecuencia con la que protagonizan fatales accidentes en las carreteras, estos vehículos ahora aparecen involucrados en robos al paso,  asaltos a mano armada, violaciones y hasta sicariato. Por su maniobrabilidad y audacia, las mototaxis se han convertido en el caballito de batalla preferido por muchos delincuentes. Ahora son el terror de transeúntes distraídos, tanto en zonas urbanas como de la periferia, sin importar si las víctimas son amas de casa, ancianos o niños. En este caso, más puede la delincuencia.

Desde su aparición bajo los efectos  del tsunami provocado por la economía social de mercado, las mototaxis se han convertido en fuente de trabajo estable para un importante sector de la población económicamente activa. Solo en Chimbote y Nuevo Chimbote se calcula en más de veinte mil las personas que conforman esta nueva fuerza laboral.

De ahí que, cada vez que se lleva a cabo un proceso electoral,  casi todos los candidatos de la noche a la mañana se vuelven fanáticos de los mototaxistas. Y es que éstos y sus familiares representan un codiciado bolsón de votos, capaz de inclinar los resultados de un proceso electoral.

Esto, sin embargo, no quita la obligación por parte de las autoridades municipales y de la Policía Nacional de seguir de cerca el comportamiento de estos vehículos. Con todos los aciertos y desaciertos que se les puede atribuir, las mototaxis juegan un papel importante en la población. Justamente, ahora que se avecina el reinicio de las clases presenciales, es bueno recordar que muchas mototaxis  prestan el servicio de transporte escolar. Eso exige que la inspección de estos vehículos se realice con la frecuencia y minuciosidad que el caso amerita. La imprudencia y la informalidad ya no pueden seguir viajando sobre ruedas.