El recuerdo no está muy lejano y por eso se mantiene vivo en la memoria de todos los ancashinos. En julio del año pasado, después de tan solo unos minutos de juramentar “por Dios y por la Patria”, lo primero que hicieron los cinco congresistas de Ancash fue posar para las cámaras y prometer con toda la solemnidad del mundo la inmediata puesta en marcha de un trabajo mancomunado que ellos mismos bautizaron con el llamativo nombre de Agenda de Ancash.
Por boca de ellos mismos se llegó a saber que el propósito de este pacto era atender con carácter prioritario los temas de mayor gravitación relacionados con el presente y futuro de la región; pues justamente eso fue lo que ellos ofrecieron en su campaña electoral y para eso fueron elegidos. Por lo demás, el solo anuncio de la elaboración de la agenda despertó en la población ancashina las esperanzas de una reivindicación como es la necesidad, tantas veces postergada, de desempolvar y poner en marcha antiguos proyectos de desarrollo regional.
La semana pasada se ha cumplido exactamente ocho meses de aquella solemne promesa pero hasta el momento no se haya vuelto a hablar una sola palabra al respecto. En todo caso, la Agenda de Ancash solo fue fruto de un entusiasmo propio de debutantes y una muestra de frivolidad e inmadurez política que ofende y nos llena de vergüenza. El incumplimiento de esta promesa es en realidad una burla más grande que el Huascarán, con las disculpas de nuestro hermoso nevado por esta comparación.
Por todo lo que hemos visto a lo largo de estos ocho meses, los cinco congresistas parecen haber olvidado por completo el juramento aquel de “trabajar juntos y de la mano por el desarrollo de Ancash”. Como podemos ver más de los días, cada uno prefiere actuar por su lado y jugar su propio partido, dando la impresión que así se sienten mucho más cómodos. Entre tanto, la agenda de Ancash solo ha quedado en palabras y todo parece indicar que para los señores congresistas este compromiso de trabajo mancomunado ya no es ninguna prioridad.
Y se ve que no lo es, ni siquiera cuando recorren la región durante la semana de representación. No aparecen ni juntos ni revueltos. Algunos incluso han preferido dedicar esos días, que son pagados por el estado, para disfrutar los encantos de alguna playa caribeña, olvidándose por completo de cualquier compromiso con el presente y futuro de Ancash. Nos imaginamos la amarga decepción que deben estar padeciendo sus electores.
Pero eso no es todo. A espaldas de su propia agrupación política, gracias a la cual llegaron al Congreso de la República, ahora no es extraño ver a los congresistas de Ancash ingresar con cierta frecuencia al Salón Dorado de Palacio de Gobierno. Que sepamos ninguna gestión a favor de Ancash se ha realizado a ese elevado nivel. Por el contrario, coincidiendo con estas visitas, algunos de sus allegados de estos parlamentarios han pasado a ocupar altos cargos en determinados organismos del aparato estatal, despertando más de una suspicacia. En política, como bien sabemos, nada es gratuito ni casual. Todo favor se paga, así se tenga que hipotecar la iniciativa de fiscalización del poder legislativo. Eso lo estamos viendo a la hora de votar cualquier moción de censura contra el ejecutivo.
Mientras tanto los grandes proyectos que iban a ser tratados en la Agenda de Ancash siguen durmiendo el sueño de los justos. Da la impresión que Ancash no tuviera congresistas ni nadie quien le proporcione voluntad política.
Literalmente nada ni nadie puede obligar a un congresista a ser sincero consigo mismo ni con los demás, salvo las normas de ética y su propia conciencia. Si la Agenda de Ancash va a continuar convertida en un monumento a la falsedad, no nos queda otra cosa que esperar las elecciones del 2026. Ojalá entonces no volvamos a equivocarnos a la hora de votar.