POR: VÍCTOR ANDRÉS PONCE (*)
El debate de la moción de vacancia del presidente Castillo permitió desvelar la magnitud de la crisis del sistema político. El Perú no solo eligió al jefe de Estado menos capacitado de la historia republicana –tal como quedó en evidencia en la campaña electoral–, sino que también eligió una representación parlamentaria menos capacitada, salvo las excepciones que se perciben en las derechas e izquierdas.
Castillo es el producto natural y condensado de todos los relatos progresistas construidos en las últimas tres décadas, y la calidad política de los congresistas es resultado directo de la reforma política de la pasada administración Vizcarra, que prohibió el Senado y la reelección parlamentaria. Conclusión: el progresismo liquidó el sistema político democrático.
Sin embargo, es necesario detenerse en el análisis de la oposición política al Gobierno de Castillo en el Congreso. De alguna manera la llamada derecha política ha comenzado a entretenerse con la vacancia y la salida de Castillo, convirtiendo estas banderas en la identidad de toda la oposición. Si fracasa la vacancia entonces también fracasa la oposición, comienza a ser la conclusión en el sentido común de la gente.
El resultado está siendo favorable al Gobierno de Pedro Castillo, pese a la destrucción nacional que se desarrolla. Por ejemplo, el bloqueo de más de 40 vías nacionales por los transportistas y la subida de precios de la canasta básica pasaron desapercibidos por el fracaso de la segunda vacancia. Pero lo más grave: ante el fracaso de la vacancia, la ciudadanía comienza a identificar al Ejecutivo y al Congreso como los responsables del desastre.
El favor a la administración Castillo comienza a ser total.
Y es que el peor error de la política y la guerra es avanzar hacia la batalla final sin tener las fuerzas para ganar. No se puede desarrollar dos vacancias a sabiendas de que no hay la mayoría necesaria. Si las cosas son así, se está trabajando para el enemigo.
Mientras la oposición se desorienta con el programa máximo de la vacancia, el Ejecutivo se repliega en la asamblea constituyente en busca de un momento mejor. Cede el Ministerio de Economía a Carlos Graham para detener la oposición del dólar y la fuga de capitales. El Gobierno logra su objetivo y se dedica a batallas parciales: abandona la autoridad democrática en el corredor vial del sur para que las áreas mineras se transformen en polvorines sociales y se desate una corriente a favor de la estatización del cobre. E igualmente, en tanto la oposición se distrae y se desgasta, lanza una feroz ofensiva para colectivizar las relaciones laborales desde el Ministerio de Trabajo.
El Ejecutivo hace política y la oposición sigue jugando a la vacancia sin presentar batallas parciales, sin defender las minas del Perú, sin enfrentar la colectivización de los contratos de trabajo, sin hacer nada para desmontar el sistema institucional que encumbró a un Ejecutivo influenciado por uno de los comunismos más ortodoxos del planeta.
Sin oposición con objetivos claros, entonces, el Perú perderá sus libertades. El objetivo preciso, inevitablemente, lleva a la urgente unidad. Es hora de rectificar.
(*)Director de El Montonero
(www.elmontonero.pe)