Pantanos de Villa María:
Cierto, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. En lo que a Chimbote respecta, el significado de este refrán lo estamos viviendo en carne propia hace ya buen tiempo a raíz de lo que viene sucediendo con los humedales de Villa María. Por increíble que parezca, este invalorable regalo de la naturaleza, que muchas ciudades del mundo darían la vida por poseerlo, está siendo depredado en forma incontenible, a fuego y machetazo limpio, sin que nadie haga algo por detenerlo. La indiferencia de las autoridades e instituciones encargadas de proteger y conservar este patrimonio natural, es por ahora desconcertante.
Como es de esperar, las consecuencias de esta indiferencia ha dado lugar en más de una oportunidad para que se escuchen elevadas voces de alarma, aunque sin tener éstas el eco esperado. Esta vez la voz de alerta ha venido de parte del biólogo Milton Sosa Arnao, jefe del Parque Metropolitano que es una dependencia de la Municipalidad Provincial del Santa creada exclusivamente para velar por la protección y conservación de esta reserva natural.
En una disertación promovida por el Colegio de Arquitectos de Chimbote, el funcionario municipal concluyó su intervención con una sentida invocación a los organismos e instituciones, tanto del sector público como privado, no solo para evitar que la depredación arrase por completo con los humedales, sino también para crear conciencia cívica respecto a la importancia que tiene para la población de Chimbote este regalo de la naturaleza.
Hasta hoy, cada vez que los medios de comunicación se ocupan de los humedales es porque se ha producido uno de los tantos incendios que arrasan con la reserva y que son provocados por gente que, machete en mano, se dedica a la extracción ilegal de la flora ahí existente.
Con una extensión de aproximadamente 400 hectáreas, los humedales de Villa María son uno de los pocos enclaves de flora y fauna silvestre que aún sobreviven a todo lo largo del litoral peruano. Hablando en términos ambientales, todo humedal hace las veces de un pulmón cuya función es purificar el aire y mantener el equilibrio ecológico; un respirador que Chimbote necesita para contrarrestar el afecto altamente agresivo de la contaminación que genera, por un lado, la actividad industrial y, por otro, la evaporación de las aguas de la bahía.
El parque tiene la condición de reserva natural e intangible, razón por la cual toda extracción de flora está totalmente prohibida. Con mayor razón debido la ancestral costumbre que suele poner en práctica la gente que se dedican a esta acción ilegal. En la creencia que la ceniza es un fertilizante natural para obtener una nueva cosecha, estas personas no dudan en prender fuego a los tallos que quedan a ras del suelo provocando incendios incontrolables.
Llama la atención por eso que esta depredación no se detenga no obstante que el Chimbote existe una fiscalía especializada en delitos contra el medio ambiente y asimismo un destacamento de la Policía Ecológica. A ello se suma la presencia de varias instituciones ambientalistas, que incluso reciben donaciones del extranjero, pero que en la práctica nada han hecho hasta hoy por la defensa y conservación de los humedales.
Como bien lo ha puntualizado el jefe del Parque Metropolitano, este es el momento de emprender una cruzada de concientización para detener la depredación de esta reserva natural y no solamente para pronunciar discursos o posar para la foto. La indiferencia que existe en este momento por este tema de tanta importancia para el destino de Chimbote, es en realidad un machetazo más contra los humedales.