Editorial

UNA COSA ES INVADIR Y OTRA SER INVADIDO

Algo de nunca acabar:

“Pedro Castillo” es el nombre con el que ha sido bautizado el nuevo asentamiento humano formado por un numeroso grupo de familias en su mayoría procedentes de Coishco, Santa y Guadalupito. Para ello, estas familias han invadido un terreno de propiedad de la municipalidad provincial del Santa ubicado junto a la Panamericana Norte, en las proximidades del túnel de Coishco.

Esgrimiendo como siempre el argumento de la necesidad de vivienda, las familias invasoras no han dudado un solo instante en elegir el nombre del presidente de la república, obviamente con la clara intención de congraciarse con dirigentes del partido de gobierno, y ¿por qué no? con  congresistas oficialistas, todo ello a fin de obtener apoyo político y evitar  cuanto antes un eventual desalojo.

Cierto es que desde hace mucho tiempo el gobierno central no ejecuta programas de vivienda masivos y populares, que satisfagan esta necesidad social. Lo poco que se ha hecho en este rubro no cubre esa gran necesidad, pues la mayoría de estos programas habitacionales están muy lejos de ser accesibles a la economía popular. Para las familias que se hallan en situación de pobreza y pobreza extrema, el sueño de la casa propia es algo imposible de alcanzar y la única alternativa que tienen es invadir para poder sobrevivir.

Pero también es cierto que detrás de cada invasión, está la mano de las grandes mafias de traficantes de tierra, organizaciones que han hecho de esta necesidad social un sucio y lucrativo  negocio. Ninguna invasión es improvisada. Todas son resultado de una minuciosa planificación, organizada por estas mafias que operan con la mayor impunidad.

Con mucha anticipación, cada familia invasora ya sabe en qué lugar va a estar ubicado su lote de vivienda y cuánto tienen que pagar por él a los miembros de la mafia. El cuento es el mismo: pagos por “seguridad” y “gestiones” para la instalación de servicios básicos y titulación. Al final, las familias terminan abandonadas a su suerte y son ellas mismas quienes deben realizar esas gestiones.

Lo sucedido en Nuevo Chimbote con las 308 y 217 hectáreas, lo dice todo. También aquí, muchos asentamientos humanos fueron bautizados con el nombre de gobernadores regionales, alcaldes y sus familiares. En ocasiones como éstas, la elección del nombre tiene mucho qué ver  con el apoyo político que se necesita en determinadas circunstancias. No hay puntada sin hilo.

Suponemos que eso lo saben muy bien los moradores del asentamiento humano “Pedro Castillo” tras haber optado por esta denominación. Nada es casualidad.

Hasta hoy se desconoce cuál  podría ser la decisión del burgomaestre provincial, quien más de los días aparece entregando títulos de propiedad a las familias que invadieron las tierras de Chinecas. Ahora que la municipalidad está probando de su propia medicina, es  posible que, opte por dejar otra bomba de tiempo en manos de la nueva gestión edil. Una cosa es invadir y otra ser invadido.