Editorial

AUTODEGRADACIÓN INSTITUCIONAL

¿Qué pasa con la PNP?:

No es que se pretenda desatar una tormenta en un vaso de agua ni mucho menos rasgarse las vestiduras por penitencias ajenas. Lo cierto es que la intervención de cuatro efectivos de la Policía Nacional, con 50 gramos de cocaína de alta pureza en su poder, aparentemente podría responder a un hecho aislado, pero no por eso deja de comprometer la imagen y el buen nombre de la institución. Con mucha mayor razón si se tiene en cuenta que en el momento de ser intervenidos, los cuatro efectivos policiales vestían el uniforme de la institución y se hallaban en horario de servicio, precisamente a bordo de un vehículo policial.

Por lo demás, tal como lo hemos dado a conocer en nuestra edición de  ayer, la intervención estuvo a cargo de personal de la misma policía, adscrita a Área Antidrogas, y se llevó a cabo con la presencia de una representante del Ministerio Público. Es decir, la intervención no ha sido cosa del azar. Ha existido de por medio un seguimiento realizado dentro de la más estricta reserva. Solo era cuestión de esperar el momento preciso  para sorprender a los policías con las manos en la masa de tal manera que no quede duda de la falta cometida.

Al margen de las  medidas de reglamento que se supone deberá recaer sobre los infractores y de la denuncia penal que amerita la falta cometida, es de esperar que los altos mandos de la institución se dirijan a la opinión pública a través de un pronunciamiento oficial para dar las explicaciones del caso.

La población, señores, necesita estar segura que la Policía Nacional es garante del orden y la seguridad pública y que los miembros que la integran, más que temor y respeto, están en el deber de inspirar y generar confianza. Toda pérdida de valores al interior del cuerpo policial es una autodegradación que corroe por dentro y se manifiesta por fuera.

Ya bastante hemos tenido con una seguidilla de eventos protagonizados por miembros de esta institución, que van desde la exigencia de coimas hasta asaltos a mano armada, ajuste de cuentas, feminicidio, extorsión y otros delitos penales.  Aún así, hasta hoy nada se sabe en qué situación se encuentran los policías responsables de estos actos.

Frente a esta omisión da la impresión que los altos mandos consideran que la mayor sanción  que se puede aplicar a estos efectivos policiales es reubicarlos de escritorio a otro, y asunto arreglado. Como se puede apreciar, estos policías continúan vistiendo el uniforme y ganando sueldo del estado, como si nada hubiera pasado. Es evidente que no existe la voluntad de separar la paja del trigo. En todo caso, más puede el espíritu de cuerpo que el espíritu de la institución.

Mientras tanto, la seguridad ciudadana reclama a gritos una mayor presencia lo mismo que una más efectiva acción policial. Luego del cruel asesinato en plena vía pública de la señora María Luisa Boutellier, ocurrido el pasado 3 de octubre, solo dos o tres días se  pudo ver a miembros de la Policía Nacional cumplir con una de las principales obligaciones que tienen  con la sociedad, como es patrullar las calles de la ciudad. Desde entonces la presencia policial brilla por su ausencia.