Para quienes hemos sido testigos primero del auge y ahora de la debacle en la que se debate el Terminal Portuario de Chimbote, el anuncio formal de una iniciativa de inversión del orden de 180 millones de dólares para modernizar esta estratégica infraestructura, es algo que ha despertado renovadas y fundadas esperanzas. Con mayor razón, si vemos que dicho anuncio confirma la noticia que el Diario de Chimbote dio a conocer en su edición del pasado 2 de noviembre del 2022, la cual, así como se refiere al mismo tema, también tiene como fuente de información a una misma institución del Estado, como Pro Inversión, organismo que goza de respetable credibilidad.
Realmente no es fácil aceptar que, después de haber ocupado el segundo lugar en cuanto a volumen de importación y exportación después de El Callao, ahora el Terminal Portuario de Chimbote ocupe el último lugar de la tabla con un movimiento portuario intrascendente y virtualmente agónico, que está muy lejos de igualarse al de los años 70 y 80.
Aceptar esta adversidad es aún más doloroso al comprobar que las causas de la tragedia del puerto de Chimbote no son factores externos ni accidentales, sino el manejo politizado de los bienes del estado y la clamorosa falta de capacidad de gestión pública que existe en los gobiernos regionales, es decir debido a factores humanos.
Mientras estuvo en manos del organismo que lo construyó, la Corporación Peruana del Santa, el Terminal Portuario de Chimbote no solamente lideró el movimiento de importación y exportación en el norte del país. También generó fuentes de trabajo y dinamizó la economía de Chimbote.
Sin embargo, todo esto se vino abajo el 2 de agosto del 2013 cuando el gobierno del ex presidente Ollanta Humala cedió a las ambiciones políticas y de otra índole del ex presidente regional César Álvarez Aguilar y de un solo plumazo, sin mediar ningún estudio técnico que lo justificara, transfirió al gobierno regional de Ancash las instalaciones del Terminal Portuario de Chimbote, como quien cambia papas por camotes.
Los resultados están ahí, a la vista y paciencia de todo el mundo, sin que las demás gestiones regionales, incluyendo la actual, hayan dado señales hasta hoy de ningún interés por reflotar y modernizar el puerto. Esa es la razón por la que Chimbote ha perdido por completo el liderazgo de otros tiempos y se mantiene totalmente a la zaga de los demás puertos del país.
Si, como lo ha confirmado el director ejecutivo de Pro Inversión, José Antonio Salardi, existe una propuesta de inversión para modernizar el puerto de Chimbote, de manera oficial y otra que podría presentarse en breve, quiere decir que es hora de pensar muy seriamente y valorar la oportunidad.
Aún así, no deja de preocupar en ese sentido cuál será el rol que va a jugar en estas negociaciones del más alto nivel el gobierno regional de Ancash. Con todos los antecedentes que obran en su largo historial, lo mejor que sería que estas negociaciones se lleven a cabo prescindiendo del ente regional. Si lo que se quiere es arribar a buen puerto, es mejor navegar solo que mal acompañado.