Por: MARTÍN TAYPE (*)
Según la última Encuesta Mensual de Expectativas Macroeconómicas del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), publicadas en su resumen informativo semanal del 5 de abril del presente año en su página web, prevalece el desconcierto en las expectativas empresariales donde los principales indicadores se mantienen en terreno pesimista (índice menor a 50). Así tenemos que el índice de la economía a 3 meses se ubica en 43 puntos, el índice del sector a 3 meses se ubica en 47 puntos, el índice de contratación de personal a 3 meses se ubica en 45 puntos y el índice de inversión de su empresa a 3 meses se ubica en 47 puntos.
En términos económicos el concepto de expectativa lo podemos definir como las previsiones que los distintos agentes realizan sobre la magnitud en el futuro de las variables económicas que son relevantes al momento de prever el rumbo que tomará la economía de una nación o zona geográfica y el impacto directo en las condiciones de vida de los habitantes de dicha economía. En este proceso predictivo no solo se toman datos estadísticos de años anteriores, sino que se incluye en el análisis el posible comportamiento futuro, derivados de anuncios de políticas de gestión en una economía y el comportamiento de los mercados tanto a nivel nacional como internacional, para la toma de decisiones. Entre las variables relevantes en una economía podemos destacar, la inflación, el tipo de cambio, y el comportamiento de los consumidores e inversionistas.
Con respecto a los resultados de la citada encuesta, no era de extrañar que prevalezca el desconcierto, debido a la falta de confianza y ante todo incertidumbre sobre la marcha del país, en términos de estabilidad política, otros problemas internos y de manejo económico ante los retos que nos vienen dejando los desastres naturales, pero también el manejo que el Gobierno tome ante el adverso e inestable contexto económico y geopolítico externo.
Todos tenemos claro que la economía de un país marcha en base al impulso de las inversiones del sector privado y del papel promotor del Estado hacía ellas, apoyando los emprendimientos, motivando las inversiones mayores dado su efecto multiplicador en la economía en distintos sectores, y promoviendo la responsabilidad social, el respeto al medio ambiente y los derechos laborales, a fin de prever conflictos sociales.
Podemos mencionar dos elementos clave en las expectativas empresariales: el comportamiento y decisiones que tomen los consumidores e inversionistas, quienes estarán fuertemente condicionados a sus expectativas en cuanto al futuro. Para el caso de los consumidores, sus decisiones de consumo estarán en directa relación a tener una disminución o aumento en su poder adquisitivo.
Mientras que, para los inversionistas, sus expectativas de crecimiento y consumo de la economía le serán útiles para decidir si, aumenta su capacidad instalada o inclusive si desea seguir compitiendo en el mercado, en los casos de que ya se encuentre operando y si recién desea ingresar al mercado es posible que decida no invertir, si no le parece que existe un escenario con un nivel de riesgo no acorde a su nivel aceptado de incertidumbre.
En tal sentido, a fin de mejorar las expectativas empresariales, el Estado debe mantener una estabilidad macroeconómica, tener una política monetaria autónoma y ser flexible ante los ajustes que se tengan que hacer, dada la coyuntura en la que nos encontramos en el mundo. Recordemos que crecimiento económico no implica necesariamente desarrollo económico, por ello es relevante el rol promotor y de gestión del Estado.
(*) Publicado en El Montonero
(www.elmontonero.pe)