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UN RECUENTO DE LOS HECHOS QUE SUCEDIERON ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LA FUNDACIÓN DEL “DIARIO DE CHIMBOTE”

Sucedió hace 30 años

Por: Carlos Carpio La Rosa

Un día como hoy, hace treinta años, el DIARIO DE CHIMBOTE salió a la circulación; sin embargo la idea de su lanzamiento germinó en la mente de su fundador, don Wilfredo Peláez Gularte, por lo menos treinta años antes; es decir desde el mismo día en que se hizo periodista.

La idea por supuesto no fue pasajera. Tampoco se trató de una obsesión ciega; menos de un simple afán de aventura. La idea del periódico propio fue algo que Willy Peláez consideró en todo momento su verdadera razón de ser. Todo era cuestión de esperar una ocasión propicia y si ésta no se presentaba entonces había que propiciarla.

Más de los días, las palabras de don Pedro Beltrán, director de LA PRENSA, retumbaban en su mente. Un buen periódico no puede ser fruto de la improvisación. Por mucho que sea el entusiasmo que a uno lo anime y por muchos que sean los recursos disponibles, un buen periódico tiene que ser fruto de una planificación algo más que quirúrgica.

¿Para qué aventurarse a lanzar algo que puede caer antes de empezar a caminar? A lo largo de los últimos veinte años, más de diez periódicos circularon en Chimbote y ninguna de ellos llegó al primer año de vida.

Willy Peláez no necesitó darle tantas vueltas al asunto. Para que su sueño se haga realidad asumió que era indispensable anteponer la realidad al sueño. Así de simple.

NACIDO EN LOS PEORES MOMENTOS

Por absurdo que parezca, la idea de lanzar el DIARIO DE CHIMBOTE empezó a caminar en los peores momentos.

Los primeros meses de 1986 no eran precisamente los más alentadores. Un desgobierno sin precedentes y una severa crisis de institucionalidad sacudían al país. El desabastecimiento de productos alimenticios propiciada por el control de precios y el copamiento político de las empresas públicas no tardaron en desembocar en un descontento generalizado. Por otra parte el resquebrajamiento del orden constitucional y del estado de derecho, amenazaban con llevar al país a una anarquía general.

Consciente de esta situación nada auspiciosa sino más bien adversa, Willy Peláez no solo se mantuvo aferrado a la idea del periódico propio sino que decidió hacerla realidad ese mismo año. Corría el mes de marzo de 1986 cuando, siendo todavía funcionario de SIDERPERU, inició las gestiones de un préstamo bancario para financiar el diario, su diario.

Gracias a los ahorros de los que disponía, que no eran significativos, y gracias también al respaldo de sus propiedades, que no eran cuantiosas, las gestiones empezaron a caminar ese mismo mes.

A mediados de año, cuando el Banco confirmó la aprobación del préstamo, recién sacó de su escritorio una libreta de apuntes donde tenía anotado, hasta el mínimo detalle, todos los pasos a seguir.

Siempre recordaba, risueño, una anécdota que sucedió en esos días. Mientras comentaba la noticia con amigos muy cercanos, uno de ellos le puso la mano en el hombro y con la más conmovedora buena intención le dijo:

– Querido Willy, con ese préstamo mejor te compras una lancha y en menos de dos meses ya eres millonario –

MANOS A LA OBRA

Como quiera que nada ni nadie le hizo cambiar de parecer, tan pronto como el banco hizo efectivo el préstamo, Willy Peláez buscó una libreta de apuntes que guardaba celosamente. En ella había anotado cada uno de los pasos a seguir para la puesta en marcha del periódico.

Empezó con el arrendamiento de un local de tres piezas en la primera cuadra de Elías Aguirre. Ahí funcionarían la oficina de redacción, las áreas de composición y diagramación y el mismo taller de impresión.

Para que nada interrumpiera sus planes, compró un stock de papel y tinta para seis meses.

Finalmente, cuando tuvo que decidirse por el nombre del diario, no dudó en llamarlo DIARIO DE CHIMBOTE. Secretamente esa decisión ya la había tomado mucho antes.

– Después de todo este periódico no es ni será mío. Es y será de Chimbote- dijo por toda explicación.

Una de las cosas que dejó al dictado de las circunstancias fue la fecha de lanzamiento.

– Así como no se puede elegir la fecha de nacimiento de un hijo, para el lanzamiento de un periódico cualquier fecha es buena siempre que todo esté preparado. Decía mientras diagramaba la primera edición.

A pesar del cuidado que puso en cada uno de los preparativos, la noche del 5 de octubre por poco se pospone la salida del DIARIO DE CHIMBOTE. Era de esperar que algunas cosas no iban a funcionar a la perfección. Fue la experiencia de Willy Peláez la que jugó un papel decisivo y permitió superar los contratiempos de último momento.

– Así es muchachos –dijo secándose el sudor que corría por su rostro- todo parto es doloroso.

A las seis de la mañana del jueves seis de octubre de 1986 el DIARIO DE CHIMBOTE salió a la circulación. El sueño del periódico propio se había hecho realidad para don Willy Peláez.

UN DIARIO HECHO A MANO

En lo que a tecnología se refiere, se puede decir que el DIARIO DE CHIMBOTE optó por la audacia. El proceso de edición, era en realidad una mezcla de todos los recursos gráficos que se conocían hasta ese momento, la mayoría de ellos artesanales. El tipiado de los textos se hacía en máquinas eléctricas convencionales, empleando como “película” hojas transparentes de papel manteca. El armado de las páginas se realizaba sobre láminas de astralón, también transparentes, sobre las cuales se pegoteaba a mano los textos y fotografías. Algunos titulares, particularmente los de cierre de edición, se tenían que dibujar a mano con la ayuda de plantillas.

En tales circunstancias, no tenía por qué llamar la atención que la mayoría de los implementos sean “hechizos”, es decir hechos a mano. Tal es el caso de la fotomecánica, un viejo armatoste de tres metros de largo, con un enorme fuelle accionado por una manivela, que daba la impresión de ser un acordeón y traía a la memoria las películas de Charles Chaplin. La quemadora de planchas, iluminada con ocho fluorescentes, tardaba más de media hora en cumplir su cometido. Lo único nuevo era la impresora offset, que llegó directamente de Estados Unidos. Por todo lo demás, no es exagerado decir que el DIARIO DE CHIMBOTE nació como un periódico hecho a mano.

PERIODISMO Y EMPRESA

Debido al carácter soñador y bohemio que más de las veces impulsa la creación de un periódico, en esos años aún subsistía la creencia que un buen periodista no siempre es al mismo tiempo un buen empresario. La fugaz existencia de la decena de periódicos que precedieron al DIARIO DE CHIMBOTE ilustra esta incómoda aseveración.

Sin embargo, toda regla tiene su excepción. Desde mucho antes de la salida del diario, Willy Peláez sabía, sin dudas ni vacilaciones, que la supervivencia del periódico iba a depender del manejo estrictamente empresarial. Y así se lo hizo saber a toda su familia.

Cuando empezaron a gotear los primeros ingresos por venta y publicidad, éstos eran contabilizados minuciosamente. Los gastos obedecían a un estricto orden de prioridades, empezando por el pago de la planilla.

El 06 de octubre de 1987, cuando el diario cumplió su primer aniversario, don Willy se disculpó ante sus hijos y sus trabajadores por no poder celebrar el acontecimiento.

– Cuando cumplamos diez o veinte años, recién vale la pena una celebración- profetizó.

En 1989, al cumplir el diario su tercer aniversario, Willy Peláez realizó una primera ampliación. Alquiló la segunda planta de un edificio ubicado en la esquina de la Av. Bolognesi y el Jr. Elías Aguirre. Ahí pasó a funcionar la dirección, la sala de redacción y el área de administración. El local de la primera cuadra de Elías Aguirre quedó exclusivamente para el funcionamiento de los talleres.

El 30 de noviembre de 1993, al mes de cumplir siete años, el DIARIO DE CHIMBOTE dejó de ser inquilino. Ese día pasó a ocupar su local propio, un moderno edificio de tres plantas ubicado en Nuevo Chimbote, diseñado exclusivamente para un periódico. Cada sección del diario disponía de un ambiente exclusivo, amplio y funcional.

A partir de ese momento el diario se incorporó por completo a la era del sistema digital. El diseño de las páginas, que antes demandaba hasta dos largas horas, ahora se podía hacer en menos de quince minutos.

La tecnificación redujo al mínimo el esfuerzo humano y de paso los turnos de trabajo; pero aún así Willy Peláez decidió no prescindir de ninguno de sus trabajadores.

Su jornada personal de trabajo siguió siendo de dieciséis horas diarias y hasta el último día en que se mantuvo al frente del periódico, desayunaba y almorzaba en su escritorio. La palabra siesta jamás existió para él.

EMPRESA Y FAMILIA

El mejor capital son los hijos. Más allá de una expresión espontánea, ésta fue una constante que acompañó a Willy Peláez hasta su tumba.

El 1° de febrero de 1957 contrajo matrimonio con el amor de su vida, la dama casmeña Paula Olórtegui Ramírez. Fruto de esa unión nacieron sus cinco hijos: Wilfredo, Carlos, Alfonso, Irene y Javier.

La entrega apostólica que siempre lo mantuvo atado al trabajo periodístico, hizo que en sus primeros años los niños pasaran la mayor parte de su tiempo al cuidado de su madre.

– Ella los crió, ella los formó y este es el resultado- solía decir con inocultable satisfacción.

A sus amigos y colaboradores más cercanos solía confiarles cómo cada uno de sus hijos asumieron por propia iniciativa incorporarse al diario.

El primero fue Carlos, quien se hizo cargo de los talleres. Luego Irene decidió compartir con su madre el trabajo de tipeo de textos. Wilfredo y Alfonso no tardaron en asumir las labores de administración y distribución, respectivamente. El último en incorporarse fue Javier, quien lo hizo luego de concluir la carrera de abogacía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

En más de una oportunidad, Willy Peláez puso a prueba la capacidad individual y colectiva de sus hijos. En todas ellas terminó por convencerse de dos cosas. Primero, que su familia y su empresa se complementaban en forma perfecta. Y segundo, que muy pronto él ya no sería indispensable.

EL ADIOS

El 20 de abril de 1994, Don Willy decidió dar un paso al costado y Javier, el benjamín de la familia, asumió la dirección del diario.

– Tarde o temprano tenía que llegar este momento- comentó luego de entregar el cargo al menor de sus hijos.

El 29 de noviembre del 2002, a la edad de 70 años, Willy Peláez partió de este mundo como lo había previsto: sin dejar nada pendiente. Todo cuanto hizo en la vida continúa vigente en las páginas del DIARIO DE CHIMBOTE.

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Wilfredo Peláez Gularte, periodista emblemático de Chimbote.

Don Willy Peláez entrevistando a general Luis La Vera Velarde, jefe de ORDEZA, luego del terremoto.

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Wilfredo Peláez junto a sus amigos de la promoción de Colegio “San Pedro”.

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Histórica fotografía del 5 de octubre de 1986. Don Wilfredo, su esposa Paula, sus hijos Wilfredo, Irene y Carlos, junto a dos trabajadores.