Editorial

LO QUE MAL COMIENZA, MAL ACABA

El Quinto Juzgado de Investigación Preparatoria ha decidido enviar al establecimiento penal de Cambio Puente al aun Sub Oficial de la Policía Nacional, Jonathan Morales Hernández, tras dictar una orden de prisión preventiva de siete meses a pedido del Ministerio Público que lo acusa por el delito contra la vida, el cuerpo y la salud, en la modalidad de homicidio simple en agravió de Bruno Urdániga Chávez, un joven que apenas frisa los 20 años de edad como el efectivo policial.

Esta medida judicial es el epilogo de un confuso incidente registrado la tarde del pasado miércoles 30 de agosto; el mismo día que la institución del investigado, la Policía Nacional, estaba celebrando el día de su santa patrona, Santa Rosa de Lima, una fecha muy significativa para quienes visten el uniforme policial.

Justamente ese día; vistiendo la respetable prenda policial, el sub oficial Jonathan Morales llegó al edificio de la avenida Pardo 254 en donde reside el agraviado y por circunstancias que nadie conoce, salvo el acusado Sub Oficial, el agraviado recibió un disparo de bala en la cabeza, el mismo que le quitó la vida de manera instantánea.

El efectivo policial no se dio a la fuga, se quedó inmóvil en el mismo lugar hasta que llegaron agentes de investigación criminal de la misma policía que lo hallaron con el arma homicida, de su propiedad, que se hallaba sobre el cuerpo inerte de la víctima que yacía sin vida en el mismo lugar, lo que obligó el traslado de las autoridades para el levantamiento del cadáver.

Lo extraño es que el homicida decidió someterse al silencio, se negó a revelar a los investigadores qué es lo que había sucedido en el lugar y dio espacio a que se propalen una serie de especulaciones en relación a una disputa amorosa en la que de por medio habría una mujer, lo cual no ha sido ni siquiera mencionado en el parte policial.

Lo que si es cierto y ha sido confirmado por los familiares es que tanto el homicida como la victima eran grandes amigos, inclusive, fueron compañeros en el colegio y crecieron juntos en un clima de amistad y camaradería, por ello es que no comprenden que pudo haber pasado para que le quite la vida de esa manera, con un tiro en la cabeza en una posición que ni siquiera hace sospechar que hubo un caso fortuito.

Justamente, solo cuando el joven policía fue confrontado ante un juez decidió abundar en detalles sobre lo que habría ocurrido en la escena del presunto crimen, afirmando que fue convocado por su amigo  para departir en la azotea, sin embargo, cuando subían a la azotea del edificio el occiso le saco el arna que llevaba en un bolsillo de la muslera de su pantalón y lo que hizo fue tratar inmediatamente de despojársela, empero, en ese momento el arma se disparó e impactó a su acompañante.

Obviamente, se trata de una versión difícil de asumir de buenas a primeras, el joven sub oficial se acoge a la figura del caso fortuito, del hecho inesperado o imposible de haberse previsto, sin embargo, para que ello se asuma como tal se requiere investigar y contar con otras pruebas, testimonios, pericias e inspecciones judiciales de reconstrucción en la que se saquen conclusiones sobre lo que realmente pudo pasar.

Todo esto formará parte del juicio que se llevará adelante a efectos de establecer el grado de responsabilidad del efectivo policial en un acto criminal, por ello es que la justicia ha establecido que fuera internado en el penal de Cambio Puente, allí en donde recalan todos aquellos a los que en alguna oportunidad persiguió como delincuentes.

Lo que no hay que perder de vista es que no se trata el primer caso, y asumimos que no será el último, en el que un joven efectivo de la Policía Nacional, inexperto y con poco tiempo de egreso de la escuela de formación policial, se ve envuelto en un hecho de estas características, en donde no solo se evidencia el uso irresponsable del armamento sino que la forma de obrar deja mucho que desear para un hombre que forma parte de la institución tutelar.

En efecto, los medios de comunicación han informado en reiteradas oportunidades de los escándalos promovidos por sub oficiales de la Policía recién egresados de la Escuela Policial, jovencitos que no miden su conducta y no catalogan la investidura que les ha otorgado el estado y salen a discotecas o pistas de baile a libar licor con amigos y llevando el arma de reglamento.

Esto es sumamente peligroso porque el alcohol hace perder la ecuanimidad a cualquier mortal y es allí en donde se generan los escándalos, incluso, hace unos años se difundió un caso similar pero protagonizados por dos Policías recién egresados de la escuela que se fueron de farra y decidieron seguir libando en el departamento de uno de ellos.

En ese lugar uno de ellos mató al otro también con el arma policial, el acusado alegó la misma coartada del hecho fortuito y de la manipulación indebida del arma de fuego, empero, ello no solo lo libró de la reclusión sino de su definitivo alejamiento de la institución tutelar a la que con tanto esfuerzo llegó.

De allí que es fácil colegir que lo que sucede con estos jóvenes Policías es un problema de formación personal y profesional, en este último caso, por una indebida preparación en la Escuela de la Policía la que, de acuerdo a lo que se ha podido conocer, se traduce en una escasa preparación basada en el lapso de dos años que les toma el adiestramiento para salir a las calles a realizar patrullajes o aprender la labor policial en los escritorios de las comisarías.

Con solo dos años estos jóvenes no están preparados para responder a la importancia de la investidura que ostentan, ni siquiera saben aquilatar la importancia de la función que cumplen y menos se podrá esperar algo de una persona que no ha tenido un buen respaldo en la formación de los valores en la familia. En estos últimos casos los Policías suelen terminar en el otro lado de la vereda.

De allí que, teniendo en cuenta todos estos antecedentes, es importante que la Policía nacional revise y evalúe la forma como se están formando los nuevos sub oficiales, algo está fallando y esa ya es una verdad de Perogrullo. Al margen de la suerte que pueda correr el Sub oficial Jonathan Morales en el Poder Judicial, en donde deberá ser sentenciado al cabo de la investigación que se ha iniciado a ese nivel, no podemos dejar de convenir en que lo que mal comienza, mal acaba, en otras palabras, una incipiente formación en la escuela policial tiene este detonante que ha costado la vida a un jovencito. Eso es inaceptable.