Lalcaldesa provincial Victoria Espinoza García y las autoridades que la acompañaban en los constantes viajes que realizaron a la capital de la república en demanda de la ejecución de los trabajos de prevención, se la pasaron advirtiendo que llegarían las temporadas de lluvias y se requería que los afluentes de nuestra ciudad se encuentren descolmatados para evitar desbordes, huaycos y muchos daños.
Obviamente que las autoridades contaban con la lamentable secuela que dejó el “Niño Costero” como carta de presentación para ser escuchadas y atendidas, sin embargo, a pesar de ello sus gritos y clamores no encontraron preocupados receptores, por el contrario, el Gobierno dejó dilatar el tiempo, se envolvió en serios problemas políticos y la prevención y reconstrucción quedó en un segundo plano.
Todo ello a despecho que el Gobierno creó una autoridad para la reconstrucción, se llenó la boca burlándose del segundo gobierno aprista que no pudo atender la emergencia del sismo registrado el año 2007 en la localidad de Pisco y tuvo el desparpajo de calificar su programa de reconstrucción con la etiqueta de “con cambios” con la supuesta finalidad de marcar la diferencia con el fracaso de sus antecesores.
Sin embargo, la realidad nos ha demostrado que este gobierno está peor que el papelón que se hizo en antaño, la mentada reconstrucción solo quedó en el papel porque hasta la fecha no se ha avanzado en nada de lo que represente la rehabilitación de los daños dejados por los fenómenos naturales del mes de marzo del año pasado, mientras que en materia de prevención se ha conseguido un tibio progreso que se ha logrado, mas que nada, por la terca y persistente demanda de las autoridades locales.
En medio de toda esta incertidumbre y desazón, el pasado fin de semana han comenzado a manifestarse las precipitaciones en las partes altas de la provincia y de la región, después de mucho tiempo los pobladores de Moro y San Jacinto han observado la caída de truenos y relámpagos pues las lluvias en Jimbe, Pamparomás y la sierra de Ancash se ha desatado con furia y con gran intensidad.
Esto no debería sorprender a nadie en la medida que se trata de las tradicionales precipitaciones que se registran en los meses de verano, las lluvias propias de la estación en la zona sierra y que amenazan en la costa del litoral a través del peligroso incremento de los caudales de los ríos que desembocan en el Pacífico.
Estos potenciales desbordes lo que generan son cuantiosos daños a la agricultura y amenazan sectores habitacionales de aquellos poblados ubicados cerca de los principales afluentes, como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores.
A diferencia del Niño Costero, estas precipitaciones no se materializan con intensidad en la zona costa, que hay lluvias en nuestra ciudad es cierto, son las de nominadas “lluvias de San Andrés” que nos contaban nuestras abuelitas, aquellas precipitaciones que se presentan en el Verano y que ponen la cuota de humedad que genera el sopor y que nos traen muchos estragos, más que nada por la proliferación de zancudos y los conocidos vectores de enfermedades que pueden tener secuelas mortales.
Nos estamos refiriendo al dengue, el Zika y la Chiquinguya, males que se han convertido en endémicos en nuestra provincia y zonas aledañas, como Santa y Casma, emergencias sanitarias a las que hay que tener presentes y frente a las cuales no hay que agachar la cabeza pues la experiencia nos ha enseñado que la prevención es la única arma efectiva contra estos males estacionarios.
No olvidemos que en alguna ocasión Chimbote se vio atacado por males que se generan en la temporada veraniega, como el cólera o las infecciones intestinales agudas producto de las fuertes temperaturas o la mutación de bacterias que suelen colarse en el medio ambiente e ingresan al organismo cuando no se toman las previsiones debidas.
Por ello es que las autoridades presionaron de manera permanente a los Ministerios y los representantes del Ejecutivo para que se concreten las obras de prevención y de reconstrucción, no los escucharon, ha transcurrido casi un año de los desastres del Niño Costero y muchos sectores afectados y destruidos siguen en las mismas condiciones, es lamentable decirlo pero se han destinado millones de presupuestos para que se mantengan en cuentas y se pierdan en tramitaciones burocráticas que son realmente perniciosas.
El último fin de semana escuchábamos a un funcionario del Ministerio de Agricultura que buscaba sacudirse de la desidia e indiferencia que se ha registrado durante los últimos doce meses, señalando que ellos recibieron las fichas y los presupuestos entre noviembre y diciembre, es decir, que entre Abril y octubre, es decir en siete meses, nadie hizo nada para que la ayuda y la asistencia llegue a los pueblos del interior del país.Â
Esto no es sino responsabilidad del Ministerio al cual pertenece ese funcionario, es de absoluta responsabilidad del Gobierno que caminó a paso de tortuga a pesar que las autoridades provinciales gritaban a los cuatro vientos por los trabajos de prevención y reconstrucción, a pesar que los pueblos programaban marchas de protesta reclamando más acción y eficiencia, como ocurrió en Piura, en Chiclayo, en Huarmey y en nuestra provincia en donde la gente salió a las calles para rechazar esa indiferencia que marcado el trabajo de las autoridades del Poder Ejecutivo en el tema de la prevención.
Ahora que estamos con las lluvias sobre nuestras cabezas, ahora que se confirman los pronósticos de las entidades competentes y cuando se advierte que los huaycos y desbordes pueden hacer presa nuevamente a la población más vulnerable, las autoridades deciden ponerse las pilas, se han reunido el último fin de semana para tomar acuerdos cuando lo debieron hacer el año pasado para que, a estas alturas, se consiga la prevención adecuada.
Las correrías y los rostros impacientes de muchos funcionarios lo decía todo, tratan de avanzar lo que dejaron de hacer el año pasado pues la experiencia nos ha demostrado que con la naturaleza no se juega, puede ser tan generosa como drástica y destructora. Esperemos que no sea demasiado tarde pero este apremio predecible debe servir para que en el futuro la dejadez y el conformismo queden de lado.