Editorial

EDITORIAL ::ACTITUD IMPRUDENTE::

Hay un conocido proverbio que, parafraseando un pasaje bíblico, nos dice “por sus hechos los conoceréis”, el cual nos expresa que a las personas se les juzga por su comportamiento, por lo que hace dentro o fuera de su entorno familiar.

Hacemos esta reflexión a propósito de la intervención de la jefa de la Policía de Tránsito de Chimbote, Mayor Gina Pérez Roncal en una céntrica cubichería en donde sorprendió a tres agentes de la Policía femenina de su unidad de Transito cuando se encontraban comiendo a pesar que se encontraban de servicio.

El hecho se registró la semana pasada luego que la oficial recibiera el llamado de un periodista de la localidad quien había encontrado a las tres sub oficiales departiendo con un civil en una concurrida Cebichería de la segunda cuadra del jirón Manuel Ruiz, considerando este hecho irregular en la medida que se suponía que las agentes deberían estar controlando el congestionado tráfico de la ciudad.

Lo más grave y llamativo es que las Policías se encontraban uniformadas y llevaban el chaleco distintivo de la Policía de Tránsito, lo que permitía descubrir que estaban en su horario de trabajo y no deberían estar perdiendo el tiempo comiendo un cebiche a media mañana y las circunstancias en las que se hallaban, con un tercero dcl cual se podría sospechar muchas cosas o malinterpretar otras.

Frente a esta situación bochornosa es que la Jefa del departamento de Tránsito decide acudir al lugar de los hechos y, virtualmente, “sacar de las mechas” a las tres agentes a quienes ordenó que se retiren de inmediato del establecimiento público al cual no deberían haber ingresado mientras se hallaban de servicio y uniformadas.

La queja del usuario es pertinente en la medida que no es dable que una persona que se encuentre en horario de trabajo y reciba un estipendio del estado, abuse de su posición y deje de laborar para dedicarse a otras cosas, entre ellas a departir con terceros en un local público porque no solo traiciona a su propia institución sino que le saca la vuelta a su empleador y abandona un servicio que el ciudadano de a pie reclama de manera permanente.

Y es que si el centro de Chimbote es una ciudad que hierve en medio del inclemente calor al que se suma un tráfico pesadísimo por la presencia de una flota vehicular sobredimensionada y calles en las cuales no se respetan ni los semáforos, no se puede permitir que la Policía de Tránsito, que se deberían de encargar de mantener el orden, dejen el servicio y se vayan a comer en un local público.

Esto no quiere decir que una agente policial no pueda ingresar a una Cubichería como lo hace cualquier mortal, de ninguna manera, puede hacerlo cuando se le viene en gana siempre y cuando se encuentre fuera de su servicio, cuando no lleve el uniforme policial y no demuestre que está faltando el respeto a los ciudadanos que con sus impuestos contribuyen al pago de sus emolumentos.

Hay que saber distinguir una cosa con otra, especialmente, cuando estamos hablando de empleados públicos o personajes públicos, de allí que este hecho censurable no ha sido el único que los medios de comunicación han podido mostrar a la opinión pública, por el contrario, conducta similares han mostrado otras agentes.

Apenas el año pasado las redes sociales, primero, y los medios de comunicación, luego, propalaron la imagen de dos agentes de la Policía Femenina que decidieron dejar su labor de patrullaje local para internarse en un Spa con la finalidad de acicalarse y arreglarse en el maquillaje y el peinado, una actitud torpe que, asumimos, su institución ha sancionado en su debido momento.

De la misma manera, muchos deben recordar la imagen de un Policía de Tránsito que abordó un auto colectivo de trasporte público de pasajeros y lo hizo en la parte delantera a pesar que allí se encontraba sentado otro ciudadano.

Eran los tiempos en que los usuarios reclamaban que se deje sin efecto el famoso “quinto pasajero” que los choferes obligaban a subir a sus unidades a pesar de la incomodidad que ello representaba ya que los vehículos no son fabricados con asientos para que puedan sentarse dos personas además del chofer en la parte delantera.

Sin embargo, los colectiveros abusaban de los usuarios y los obligaban a sentarse sobre la palanca de cambios y el freno de manos, por lo que la autoridad municipal se vio obligada a expedir una ordenanza eliminando el quinto pasajero.

A pesar que era la Policía Nacional de Transito la que estaba a cargo de hacer cumplir la norma, aquel efectivo policial tuvo el desparpajo de arrimar al pasajero que estaba sentado al lado del chofer y lo obligó a viajar apretujado, imagen que fue captada por un reportero de nuestro medio de comunicación y, en su momento, representó una de las mejores fotografías periodísticas de ese año.

Lamentablemente nadie sabe si aquel agente fue sancionado, lo cierto es que para el reglamento policial esta clase de hechos son calificados como “faltas leves”, algo así como hechos sin importancia que si bien no pueden quedar al margen de un proceso disciplinario su epilogo no pasará más allá de una sanción de 10 días de rigor.

Empero la impresión del ciudadano no es la misma, no puede considerarse una falta leve la traición de un miembro de la institución tutelar al ejercicio de sus funciones, el abandono del servicio para dirigirse a un establecimiento público a departir mientras se cumple el horario de trabajo y luego pueda irse a su casa.

Ello porque el Policía no es un mortal más en este mundo, por el contrario, es un hombre que debe estar preparado no solo para dar seguridad e imponer el orden en la ciudad, por encima de todo ello es un hombre o mujer ejemplar, una persona que por su misma condición de autoridad que le otorga la investidura y el uniforme “debe predicar con el ejemplo” y como tal debe cuidar que sus actos resulten lo más respetables posibles.

No cabe duda que nos hallamos frente a una actitud imprudente de las tres agentes de la Policía de Tránsito de abandonar el servicio para dirigirse a una Cebicheria junto a un civil que podría ser un transportista o un familiar. Esperemos escarmienten y que entiendan que, antes que nada, deben cumplir su servicio como corresponde.