Apenas se reiniciaron las faenas de pesca ante el levantamiento de la veda pesquera y ya un siniestro marino enluta a esta importante actividad económica tras un confuso e inexplicable accidente en altamar que ha dejado a ocho pescadores fallecidos, seis de cuyos cadáveres no eran hallados hasta promediar el mediodía de ayer.
Se trata de una extraña e inusual colisión entre dos embarcaciones registrada la madrugada del pasado miércoles, a solo unas millas de navegación de Chimbote, exactamente detrás de la Isla Blanca, como consecuencia de la cual 8 de sus doce tripulantes quedaron atrapados en la embarcación y otros cuatro fueron rescatados con vida.
El incidente tuvo como protagonistas da David y Goliat, una embarcación de madera, tipo Vikingo, “Nueva Esperanza 2” que había llegado de Chiclayo para realizar faenas de pesca en nuestro litoral, fue violentamente impactada por la embarcación “Malena” de casco de fierro y de 820 toneladas, de propiedad del poderoso grupo pesquero Austral.
Obviamente, tras la colisión la embarcación de madera cedió, se hundió y solo cuatro de sus tripulantes que se encontraban en el puente alcanzaron a lanzarse al mar, sin embargo, los demás tripulantes que se hallaban en los camarotes no tuvieron oportunidad de salir y ponerse a buen recaudo, se hundieron en la nave y seguramente atrapados entre el boliche cuyos corchos fueron lo único que quedó flotando en la zona del siniestro como emblema de una nueva tragedia en el mar.
De inmediato se activaron los protocolos de emergencia de la Marina de Guerra y Capitanía de Puerto con la finalidad de salir en busca de los pescadores desaparecidos, existía para entonces la posibilidad de poder rescatarlos con vida, empero, en la medida que pasaban las horas y las maniobras eran infructuosas se perdieron todas las esperanzas, solo se tenía que redoblar esfuerzos para recuperar los cuerpos.
Ello porque, de acuerdo a las explicaciones que ofreció el Capitán de Puerto de Chimbote, Carlos Díaz Honores a los familiares de los pescadores, la embarcación se había hundido por debajo de los 40 metros de profundidad y los equipos de los buzos enÂÂÂ nuestra ciudad solo llegaban a los 30 metros por ello se solicitó la presencia de rescatistas de la capital de la república con equipos más sofisticados que les permitan llegar a mas profundidad, como para realizar las maniobras necesarias que permitan rescatar el cuerpo de los infortunados pescadores.
Lo más lamentable es que en la lista de tripulación figuraba un ciudadano extranjero, un joven venezolano que ha llegado a nuestra ciudad junto al contingente de migrantes de los últimos meses, quien se preparó para tripular embarcaciones y lo hizo justamente el pasado miércoles, por vez primera, aprovechando que uno de los miembros de la tripulación no llegó a tiempo.
Seguramente el joven pescador zarpó fulgurante de alegría porque había conseguido incorporarse a la nave, empero, jamás pensó que esa primera vez resultaría fatídica por el siniestro registrado en altamar.
Obviamente, este siniestro marino debe generar una exhaustiva investigación, más aun cuando no es la primera vez que se registra un incidente similar, aunque en esta ocasión, la secuela ha sido infausta y ha enlutado ocho hogares, más aun con la incertidumbre de los deudos de no poder contar con los cuerpos de sus parientes a efectos de darles cristiana sepultura y poder recordarlos por siempre.
Y es que estamos como antes, en la absoluta nebulosa de no poder entender que es lo que pudo suceder en altamar, de no comprender como es que dos embarcaciones puedan chocar cuando en estos tiempos la navegación cuenta con equipos tecnológicos que les permiten guiar y conducir las embarcaciones con más seguridad,
Ya no estamos en los albores de la pesca, cuando los pescadores zarpaban sin saber si realmente retornarían a puerto en la medida que en esos tiempos se dependía de la experiencia y los conocimientos del timonel, no había manera de identificar los bajos y las zonas rocosas y por ellos los naufragios eras constantes, incluso, cuando pescaban los viejos hombres de mar sabían percibir el olor del pescado para saber dónde lanzaban sus redes.
Pero todo eso quedó atrás, la revolución tecnológica incluyó la actividad pesquera que ha incorporado a su actividad una serie de aditamentos, como radares, sonares, equipos de navegación que les permiten conducir una embarcación con seguridad en tiempos con climas malísimos, como cuando la neblina cubre todo el horizonte o durante las noches y las madrugadas cuando no se ve absolutamente nada.
Las embarcaciones cuentan con equipos que les permiten identificar la presencia ante otras naves o de zonas rocosas, cuentan con equipos de energía que les permite iluminarse en la penumbra de la noche, cuenta con sistemas de identificación nocturna que permite a cualquier timonel observar que existe otra nave a muchos metros de ella.
Si esto es así ¡que es lo que pudo pasar por la isla Blanca para que una enorme embarcación de caso de fierro y de 820 toneladas de capacidad en sus bodegas, una nave de pesca industrial pudieron embestir a la pequeña embarcación pesquera de consumo humano?
Esa es una interrogante que esperemos que en esta oportunidad la autoridad marítima pueda responder, que encuentre las razones de esta fatídica colusión y pueda establecer las responsabilidades del caso a efectos, esencialmente, que en el futuro no se presenten casos similares, se eviten otros siniestros con resultados tan aciagos.
No se trata únicamente de sindicar a los responsables, lo que se requiere es saber cómo pudo ocurrir una tragedia como ésta para que ya no vuelvan a ocurrir, existen ocho hogares que lloran este siniestro, algunos de ellos que se mantienen en la incertidumbre de poder volver a ver siquiera el cuerpo exánime de los suyos y esto es lo que tiene que evitarse. La autoridad marítima tiene la palabra, parece que ha esperado que existen victimas para intervenir de manera decidida pues antes hubo un antecedente similar y, aparentemente, no se hizo absolutamente nada. He allí los resultados.