Editorial

Editorial: :: DE MAL EN PEOR ::

Hace unas dos semanas los chimbotanos nos consternamos al conocer los entretelones del ultraje de una niña de apenas 6 años de edad, quien como consecuencia de este alevoso ataque debió ser internada en el hospital regional como consecuencia de las serias lesiones que presentaba en sus genitales.

Al margen del enorme trauma que ha provocado este execrable hecho delictivo, las primeras pesquisas han determinado, a priori, que el responsable de este atentado sería un joven de 20 años de medad que reside en el A.H. Jerusalén, en donde ocurrieron los hechos y que no es un desconocido de la agraviada, por ello es que pudo fácilmente llevarla con engaños hasta un corralón en donde dio rienda suelta a sus bajos instintitos.

Sin embargo, aún no podíamos sacudirnos de este hecho tan aberrante, cuando una nueva denuncia de casi las mismas características nos aflige una vez más, pues en este caso la agraviada tiene apenas 5 años de edad y es una niña que estudia en un Jardín de Infancia en donde no se tomaron las precauciones mínimas para preservar su integridad.

Los hechos han ocurrido en la institución educativa N° 323 “Caritas Felices”, ubicada en el A.H “Señor de los Milagros” donde una de las alumnas del aula de cinco años ha sido sexualmente abusada, tal como lo ha establecido el reconocimiento médico legal en el que se advierte que presenta un pequeño rasgado, como dejando entrever que el autor no consumó el hecho aparentemente por alguna circunstancias, al parecer por que escuchó que alguien llegaba a los servicios higiénicos en donde estaba perpetrando el ultraje.

Luego de la denuncia de la madre de la niña la Policía ha recibido información en el sentido que el autor de este hecho sería un adolescente de apenas 16 años que es el hijo del vigilante de este centro educativo y quien por razones que nadie entiende, vive en el interior de dicho plantel escolar junto a su padre que fue contratado por la asociación de padres de familia.

Según la denuncia formulada por la madre de la agraviada, al promediar el mediodía del martes pasado su hija de 18 años había acudido a recoger a su hermanita al plantel y fue ella quien advirtió que la niña presentaba sangrado en sus partes íntimas, así como en su ropa interior, razón por la cual se dio cuenta de este hecho a la Dirección.

Cierto es que este caso, como el primero, se encuentran en investigación y existen las imputaciones contra dos jovencitos que deberán responder por estos hechos y deslindar sus responsabilidades, más aun cuando en estos casos las víctimas son quienes deberán señalar quienes abusaron de ellas una vez que superen las contingencias traumáticas de los hechos.

Empero, en este último caso ha existido marcada negligencia, teniendo en cuenta que en un Centro Educativo no puede existir una vivienda en la que resida toda una familia, si es que existe un ambiente destinado para la vigilancia eso es para que quien haga las veces de guardianía pernocte en el lugar durante la noche.,

Sin embargo, en este Colegio se habría autorizado a que el vigilante traslade a su familia al lugar y allí evidentemente se convive con quienes forman parte del plantel, entonces los niños que llegan diariamente a las aulas identifican a las personas que habitualmente se encuentran en su colegio y entienden que se trata de personas que no le harán daño.

La presencia de un adolescente extraño a la actividad educativa es algo que los propios padres de familia debieron observar, hay que tener en cuenta que el alumnado en ese centro educativo es totalmente niños menores de 5 años de edad, son inocentes angelitos que no saben medir el peligro, que no pueden diferenciar el riesgo de las cosas, por lo tanto solo pueden estar bajo el cuidado de sus maestras y de quienes forman parte de la comunidad educativa pues la integridad de ellos es de absoluta responsabilidad de ellos.

Los medios de comunicación llegaron a recibir el deslinde de la Directora en el sentido que fueron los padres de familia los que contrataron al vigilante, consecuentemente los que habrían permitido las presencia de su familia dentro del Colegio, sin embargo, esto último es de responsabilidad únicamente de ella, es la directora quien no debió permitir la presencia de gente extraña si es que no se conoce su real extracción.

Esto es más delicado aun si se sabe que tras la denuncia de la madre de familia, la misma Directora no comunicó los hechos a la UGEL Santa, esto lo ha señalado el Director Robert Iturria quien ha adelantado que esta sola actitud amerita el inicio de un proceso de investigación contra aquella.

Y es que, lamentablemente, cuando se presentan hechos que afectan la buena imagen de la institución educativa, lo primero que hacen los directores es tratar de hallar una solución privada, pretenden evitar que el hecho se haga público y de esa manera lo único que consiguen es que se generen disputas que a la larga son más perjudiciales.

Los directores saben que tienen la obligación de dar cuenta de esta clase de hechos delictivos a la autoridad educativa, sin embargo, no lo hacen y lo que consiguen es que realmente se dude de su desempeño y de su posición frente a un hecho tan aberrante como en este caso es una violación.

Los padres de familia han realizado un plantón el último fin de semana, piden el máximo castigo por estos hechos y la sanción para la directora que permitió que un adolescente extraño comparta los ambientes del colegio con niñas menores de edad.

No les falta razón, empero, a nivel de autoridades locales debe generarse de una buena vez una corriente de reacción frente a los repudiables atentados perpetrados, aparentemente, por jovenzuelos con alguna desviación, no es posible que las niñas estén expuestas de esta manera a potenciales monstruos que deben ser identificados.

Si cada día que pasa vemos cómo es que sujetos despreciables atacan a mansalva a mujeres y que como consecuencia de ello el índice de feminicidios se ha elevado considerablemente, de la misma manera estamos frente a una grave problemática que coloca a niñas menores de edad como víctimas del accionar enfermo y patológico de sujetos que no reparan en el gravísimo daño que se hace a la integridad de aquellas. Algo se tiene que hacer para detener esta creciente modalidad de ultrajes sexuales, especialmente, impulsar en las escuelas mayor información y orientación a los adolescentes. No podemos seguir siendo espectadores de semejante accionar delictivo.