Editorial

Editorial: ::: RESCATE DE LA AUTORIDAD :::

 La Policía Nacional es una institución tutelar del Estado creada para garantizar el orden interno, el libre ejercicio de los derechos fundamentales de las personas y el normal desarrollo de las actividades ciudadanas y que dependen en el Ejecutivo del Ministerio del Interior.

Desde que tenemos uso de razón hemos podido identificar al Policía como el hombre respetable que no solo tiene la misión de cuidarnos sino que presta asistencia ante cualquier dificultad y suele orientar a las personas en el entorno colectivo.

Diríamos que su función es de vital importancia en la sociedad, de ella depende la paz y la tranquilidad y el ejercicio de buenas relaciones en el entorno colectivo, por ello desde niños identificamos al Policía de la esquina como hombres de muchos valores.

Lamentablemente, con el curso de los años esa honorabilidad que había cosechado en el curso de los años se fue perdiendo poco a poco, no solo por la actitud destemplada que pudiera mostrar algún ciudadano equivocado, sino por la propia manifestación ilícita y despreciable que protagonizaron muchos de sus miembros.

La condición de desprestigio fue tal que en determinado momento se hizo necesario emprender campañas públicas demandando ese respeto que se le había perdido a los uniformados, como se les conoce en el argot popular, llegándose al extremo de tener que difundir permanentemente ese conocido slogan que dice “A la Policía se la respeta”.

En antaño no solo era un pecado faltarle el respeto de palabra al Policía, menos aún se podría siquiera pensar en que se le podría levantar la mano, empero, ahora es casi cotidiano que las personas se alteren y las emprendan contra los efectivos policiales, las personas ya no cumplen sus indicaciones sino que hacen exactamente todo lo contrario a lo que ellos ordenan.

Por ello no extraña que en las primeras planas aparezcan incidentes en los cuales los efectivos policiales resultan siendo víctimas de agresiones y omisiones de toda índole, las ultimas de ellas las escuchamos la semana pasada cuando en el vecino distrito de Santa dos agentes del orden fueron agredidos a mansalva por tres sujetos, uno de los cuales era un venezolano que creen tener patente de corso para hacer desmanes en nuestro país solo por la parsimonia de las autoridades para echarlos de un solo puntapié.

Los hechos se registraron en el frontis de una discoteca de esa localidad, cuando los agentes policiales recibieron la orden de acudir al centro nocturno en donde el ciudadano venezolano Delvi José Martínez España protagonizaba una pelea en los exteriores de la discoteca configurando alteración del orden público, razón por la cual fue intervenido por los efectivos policiales.

Sin embargo, el fornido sujeto, mientras se resistía a la intervención, cogió sorpresivamente los grilletes del suboficial Alejandro Chuqui Rodríguez y se los lanzó en la cabeza de su compañero el Sub oficial Ismael López Capristán rompiéndole la cabeza.

Pero no todo quedó allí, el avezado agresor también logró morderle la pierna izquierda al suboficial Alejandro Chuqui y causó daños materiales en las viviendas adyacentes al local de diversión que funciona en un segundo piso.

El segundo caso se registró en la vecina provincia de Huarmey, en donde el Suboficial de Tercera PNP Jeison Santisteban Vergara fue atacado con una varilla de fierro de construcción en la cabeza y la nariz por parte de un sujeto en la puerta de la comisaría de Huarmey donde estaba de servicio.

Como ya es de dominio público, este segundo caso ocurrió cuando el custodio cumplía su labor de vigilancia en el frontis de la mencionada dependencia policial, ubicada en la avenida Cabo Alberto Reyes.

El autor del ataque fue identificado como César Augusto Coral Tarazona, de 26 años, sujeto conocido con el apelativo de “Alfalfa” quién es conocido por efectivos policiales como un consumidor de drogas en la zona.

No hubo motivo alguno que justificara semejante agresión, por el contrario, el sujeto fugó a la carrera, sin embargo, a unas tres cuadras lo llegan a detener cuando se detuvo cerca de un restaurante y observaron que aún tenía en sus manos la varilla de fierro y con una piedra intentó atacar a los agentes pero finalmente fue reducido.

La agresión fue brutal, el suboficial fue trasladado a nosocomios de Chimbote en la medida que presentaba una herida cortante en la cabeza y también herida cortante en la nariz con desviación del tabique nasal y probable fractura en el cráneo, tanto así que han gestionado su traslado al hospital de La Policía en la medida que requiere de atención inmediata y especializada.

Cuando el agresor fue puesto a disposición de la autoridad judicial dijo que atacó al efectivo policial aprovechando que estaba desprevenido y porque en días anteriores otros dos efectivos policiales lo despojaron de su teléfono celular, en otras palabras, habrá tratado de desquitarse con un agente que no tenía nada que ver con ese incidente.

Dos agresiones que se suman a una serie de atentados contra la integridad de los efectivos policiales, hemos informado de una serie de actitudes intolerantes que termina con agentes heridos, un hecho que importa una gravedad en la medida que las penas resultan graves para los agresores, empero, ni siquiera ello los detiene.

Se ha perdido en absoluto el respeto por la autoridad que importa la imagen de un efectivo de la Policía Nacional, para muchos el uniforme ya no representa nada, de allí que las instituciones deben tomar medidas para revertir este lúgubre escenario de irreverencia, desacato, insolencia y desfachatez.

En tal sentido, creemos que se tiene que trabajar desde la niñez, especialmente en el hogar y el Colegio, se impone el retorno de materias que han sido descartadas de la curricula como los cursos de educación cívica, para que los hombres vuelvan a cultivar ese respeto por la ley se les tiene que inculcar los valores desde pequeños, desde que tienen noción de las cosas y uso de la razón. En otras palabras tenemos que ir pensando en la manera como se rescatar el principio de autoridad que se ha perdido en todos los sectores de la comunidad, eso es muy peligroso y debemos revertirlo con todas las herramientas que nos confiere la ley.