Editorial

Editorial: ::: NO MÁS INDIFERENCIA :::

Desde hace ya más de cuatro décadas, el mundo entero, por intermedio de sus principales estadistas, entendió que la conservación del medio ambiente era la mejor herramienta de sostenibilidad y que solo un cambio de actitud de las personas en los temas ambientales garantizará que el mundo aspire a un futuro próspero y seguro.

Fue en la famosa Conferencia de Estocolmo, en donde los gobernantes de los países más desarrollados del mundo, aquellos más industrializados y quizás los más responsables del desequilibrio climático, entendieron que solo uniendo fuerzas se podía evitar los graves estragos que estaba haciendo el hombre.

Fue allí en donde se acordó detectar que el 05 de junio de todos los años se celebraría en todo el mundo el Día del Ambiente, una fecha especial en la que se fomentan actividades tendientes a promover el cuidado del medio ambiente.

Esa corriente germinó y poco a poco se fue tomando conciencia de la necesidad de evitar la contaminación en todas sus expresiones, la industrial con el lanzamiento al mar o al aire de efluentes nocivos, la colectiva con la acumulación de residuos de basura o la doméstica que se genera en cada una de nuestras viviendas con participación estelar de la misma población.

El mensaje es claro y directo, todos estamos obligados a preservar el medio ambiente, empero, lamentablemente, hay quienes desde las actividades que desarrollan ignoran estos principios sanitarios y lo único que hacen es burlarse no solo de estos plausibles propósitos sino que se burlan de manera descarada de las prohibiciones que establece la ley perjudicando a las mayorías.

Uno de estos casos se registró la semana pasada cuando vecinos de la Urbanización Bruces denunciaron ante la prensa la acción asquerosa y repugnante de choferes de omnibuses de dos empresas de transporte que suelen contaminar las calles al arrojar en la vía pública los restos de orines y heces acumuladas en sus servicios higiénicos, y hacen en donde se estacionan  para dejar pasajeros.

Y la esquina de la calle uno con la Panamericana y la avenida La Marina, en la zona de ingreso de Bruces, es un paradero obligado, allí suelen bajar los pasajeros que no necesitan llegar a la agencia del terminal terrestre, empero, esta parada es aprovechada por malos choferes que arrojan los restos de las necesidades fisiológicas que han acumulado durante el viaje.

Esta es una acción nauseabunda y mugrienta por parte de choferes que ni siquiera se detienen a pensar que este accionar perjudica seriamente a los transeúntes, a otros choferes y los vecinos de la zona que deben soportar los malos olores y el esparcimiento de toda clase de bacterias que dejan en estos restos.

Ocurre que estos omnibuses están dotados de baños químicos, es decir, aquellos que son portátiles y que solo sirven para recibir los flujos de las personas que miccionan y defecan en el camino, de tal suerte que los restos se acumulan en estos baños y deben ser eliminados mediante empresas especializadas para el descarte de estos efluentes nocivos.

Se supone que las empresas de transporte deben contar con este servicio, sin embargo, de un tiempo a esta parte se ha advertido que por lo menos dos empresas conocidas de transporte interprovincial, han adiestrado a sus choferes para que se deshagan de estos orines y heces en el trayecto.

Por ello es que los choferes aprovechan las paradas que hacen en el trayecto para abrir las válvulas y arrojar los restos a la vía pública, algo repulsivo y propio de gente desaseada y antihigiénica, gente que no mide el grave riesgo que representa este accionar lesivo al medio ambiente y la salud pública de las personas.

En realidad, antes que se denuncien estos hechos, nuestro medio fue testigo de la manera como estos irresponsables choferes arrojan sus restos a la vía pública, pues uno de los miembros de nuestra plana periodística iba al volante de su auto por la panamericana norte y divisó que a la altura de la Sub Región Pacífico de la urbanización Buenos Aires estaba detenido uno de estos enormes ómnibus azul celeste, el mismo que en la medida que se acercaba emprendió la marcha hacia el Terminal marítimo.

Sin embargo, observó que a un costado de la pista existía una corriente aparentemente de agua y pensó que se le habría roto el radiador o que el ommibus presentaba alguna falla, empero, al pasar por encima de este charco inmediatamente percibió un olor nauseabundo desde el suelo.

Al detenerse unos metros más adelante verificó que las llantas de su auto expedían un fuerte olor a orines y desagüe, empero, no se pudo imaginar en ese momento en donde se había contaminado.

Haciendo un poco de memoria recordó que el charco dejado por el ómnibus era el causante de este mal olor y entendió que nuevamente los baños se abren antes de llegar a destino y arrojan en cualquier lugar estos restos fisiológicos.

Ya es momento que las autoridades pongan mano dura en este accionar lesivo y nauseabundo de los choferes de transporte interprovincial que lanzan de manera temeraria los restos de orines y heces, cuando la ley los obliga a contar con un sistema industrial para eliminarlos.

Los mototaxistas que están estacionados en esa esquina de Bruces han señalado a dos empresas de transporte como las responsables de arrojar sus restos una y otra vez en ese lugar, de allí que las autoridades deben ir tomando cartas en el asunto, no es posible que por ahorrase unos soles las empresas obliguen a sus choferes a deshacerse de los restos de orines y heces en la vía pública.

Solo esto nos faltaba, la absoluta falta de conciencia y sensibilidad por no contaminar el ambiente, por el contrario, la absoluta temeridad y dolosa maquinación para deshacerse de restos contaminantes en la vía pública. Ya es momento de ponerle la mano a estos malos y cochinos choferes, no más indiferencia frente a una inmunda mala costumbre de arrojar todo a la calle.