Editorial

EDITORIAL ::LOS ERRORES SE PAGAN::

Cuando un futbolista falla clamorosamente y permite que le encajen un gol a su equipo, o, cuando falla un penal, el entrenador suele retirarlo del campo como una suerte de castigo o desconfianza en su desempeño en el campo de juego.

Algo similar ocurre en los actos de gobierno, generalmente cuando un ministro falla o no da muestras de eficiencia, el presidente de la república opta por removerlo del cargo y designar a otro de inmediato para evitar una crisis de su gabinete.

Esto es lo que ha ocurrido anteayer viernes en el gabinete ministerial del presidente Martín Vizcarra Cornejo con la repentina y sorpresiva destitución de la Ministra de Salud, Elizabeth Hinostroza, en medio de la crisis del coronavirus a la que hace frente todo el país.

El jefe de estado ha impuesto una política de trabajo desde que decretó el aislamiento social obligatorio, como ahora denominan a la cuarentena nacional, y es que al mediodía, hora exacta, brinda una conferencia de prensa en la cual no solo da a conocer las cifras oficiales de contagiados y la cerrada lucha que se libra contra el coronavirus, sino que da a conocer los nuevos decretos y las nuevas medidas que influyen en la vida nacional restringida que les toca vivir a los peruanos.

Sin embargo, anteayer viernes causó extrañeza que a la hora indicada, inclusive por la propia oficina de prensa de Palacio de Gobierno, el jefe de estado no estuviera listo junto a sus ministros para ofrecer la cita de prensa.

Recién al promediar la una y treinta de la tarde, casi una hora y media después, se presentó el presidente con un semblante que pone de manifiesto el stress que le genera la lucha contra el coronavirus y anunció el cambio de la Ministra de Salud.

Ni siquiera hizo mención a una renuncia o una destitución, se limitó a señalar que se había tomado la decisión de efectuar un cambio en el gabinete con la finalidad de conseguir mejores resultados con especialistas de la materia.

En ese sentido señaló que la ex ministra Hinostroza había realizado una buena labor, se había empeñado y contagiado de la mística de trabajo que estaba poniendo todo el gabinete en las acciones de emergencia que se han emprendido, sin embargo, consideró que en esta tarea se necesitan de especialistas en salud pública, no basta ser médico para poder hacer frente esta difícil y complicada tarea.

Sin embargo, ese es solo un pretexto, no creemos que el presidente y su titular del consejo de ministros se hayan dado cuenta a estas alturas, cuando la crisis del coronavirus encuentra su momento más complicado con las muertes de los primeros afectados, que su ministra no daba la talla o que no tenía especialidad en salud pública.

Es evidente que esa no ha sido la razón por la cual se vio precisado a tener que desaforar a una ministra en la cual parecía confiar mucho, sin embargo, el presidente no estaba dispuesto a manchar la batalla que ha emprendido con esta emergencia sanitaria por yerros y crasos errores en el sector salud.

La gota que derramó el vaso de la paciencia del presidente fue la muerte del segundo paciente con coronavirus, un hombre que fue hallado sin vida en su departamento de Miraflores y al cual no se le había atendido cuando solicitaba que le hagan una prueba y determinen si estaba contagiado.

Es decir, que el protocolo de emergencia no funcionó, el fallecido había llegado de España y al advertir que padecía síntomas de un contagio que pudo obtener en un país en donde el virus se ha extendido de manera clamorosa, se dirigió al teléfono de emergencia del Ministerio de Salud, el 113, y le dijeron que irían a su domicilio para atenderlo.

Nunca fueron y el hombre, a través de un amigo médico de Essalud, consigue que le saquen la prueba en un hospital de esta institución, pero no le entregan los resultados. Al quinto día lo llama porque se sentía muy mal y el amigo acude a solicitar los resultados que se lo entregan solo por ser médico de la misma entidad, el cual señalaba que era positivo para el coronavirus.

Lamentablemente, cuando se dirigió al departamento de su amigo, éste ya no respondía, había fallecido a causa de complicaciones que le generó un mal que no fue atendido a tiempo.

Casos como este se denunciaron de manera reiterada y no hubo jamás una justa explicación, por el contrario, la ex ministra cometió un grave error cuando la misma noche del jueves que se conoció este caso, en una entrevista en un canal nacional, no reconoció las fallas del protocolo de su ministerio y llegó a la descarada intención de culpar al médico amigo del fallecido por no haber avisado a las autoridades apenas lo llamó cuando se sentía mal.

Pretender trasladar la responsabilidad que solo compete al Ministerio de salud es una pésima señal, es un grave error que palacio de gobierno ya no toleró y decidió su cambio, una medida realmente difícil en medio de la emergencia que se vive, sin embargo, todos saben que los errores se pagan caro, y, en este caso la ex ministra de salud debe haber aprendido que esto, en política, funciona así.