Editorial

EDITORIAL ::NUESTRA ESPERANZA::

Hoy viernes santo, el mundo católico recuerda una de las fechas mas significativas del calendario religioso, la vida, pasión y muerte de Jesucristo, el hijo de Dios que vino al mundo para consagrar la salvación de la humanidad.

La historia nos muestra en esta fecha a un hombre de larga melena y bien cuidada barba que recorría los pueblos y cuya palabra concitaba la atención de la gente, que tenía miles de seguidores porque demostraba que la fe es la riqueza que el hombre no sabe conquistar y mantener.

Era considerado el hijo de Dios y rey de los judíos, su enorme fama y el arrastre que concitaba llenando colinas de personas que lo escuchaba detenidamente, llamó la atención de las autoridades romanas y decidieron tomar acciones frente a una posible rebelión de los pueblos.

Por ello es que buscaron al traidor que lo entregue a las guardias y lo llevaron hasta una plaza en la que fue ajusticiado por un Gobernador que no quiso ensuciarse las manos con su sacrificio, sabía que era inocente y que no había cometido delito alguno, sin embargo, dejó su condena a la pasión de una población para entonces confundida.

Todo ello ocurrió un viernes, una extensa y agobiante jornada que nos invita a recogernos y reflexionar, no solo en ese pasaje bíblico sino en la realidad de nuestro entorno y de nuestras familias mismas.

Y es que, si la memoria no nos traiciona, siempre llegamos a esta fecha en medio de serias complicaciones en nuestras actividades, o nos encontramos en angustias económicas, sociales o políticas, pero siempre existen escenarios complicados que nos dejan margen para pensar que la mano superior de nuestro señor es la única que nos puede sacar del hoyo.

Esta vez no ha sido la excepción, por el contrario, nuestro país y el mundo entero se encuentra en un prolongado padecimiento por el ataque de un virus que viene sembrando de dolor y muerte en muchas naciones.

La pandemia del coronavirus, en su versión actual del Covid 19, ha llevado a que los católicos dejen de lado los tradicionales ritos de la fecha, como el sermón de las siete palabras o el vía crucis, para mantenerse entre las paredes de su domicilio como consecuencia de una cuarentena que se extiende en gran parte del planeta.

El COVID 19 no diferencia entre los pueblos, no diferencia entre hombres y mujeres, entre políticos, profesionales o gente acaudalada y provoca la muerte de miles de personas sin que nadie pueda contenerlo de manera científica hasta la fecha.

Solo las medidas de prevención y las estrategias sanitarias de cuarentena resultan efectivas en este momento.

Y las cifras no nos dejarán mentir, existe a la fecha más de un millón de personas contagiadas con el COVID 19 en el mundo, ya hay casí 95 mil muertes y las cifras no se detienen porque el mal sigue avanzando de manera incontenible, es una de las pandemias del siglo XX1que amenaza no solo dejar miles de muertes sino que dejará sembrada la pobreza, la desolación, el cierre de empresas y millones de desempleados.

El viernes santo nos encuentra frente a una emergencia mundial, un escenario de dolor y angustia porque nadie sabe hasta donde puede llegar este COVID 19, nadie sabe cuántos podremos sobrevivir, por ello hoy es cuando muchos están volteando la mirada a Dios, las misas y oraciones han crecido de manera impresionante porque, como suele ocurrir, cuando no encontramos otra mano que nos pueda sacar de este grave embrollo, encontramos siempre la mano extendida de Dios.

Y hoy estamos recordando a nuestro Salvador que entregó su vida a pesar que no cometió delito alguno, que solo hizo lo que le encomendó su padre, evangelizar y llevar la palabra de Dios a la conciencia de los hombres.

De allí que este día muchos dejaremos un momento a la reflexión, rezaremos por aquellos que padecen los arrebatos de esta pandemia, por los fallecidos y sus familias que han quedado inconsolables, por aquellos que se encuentran en primera línea batallando contra este mal como son los médicos, enfermeras y el personal asistencial de todos los hospitales del mundo.

Oraremos por los miles de Policías y miembros de las fuerzas armadas que vienen patrullando las calles para hacer respetar la orden de cuarentana y las medidas de prevención que impidan el avance de la enfermedad, por todos aquellos trabajadores que laboran en servicios asistenciales como trabajadores de limpieza, comerciantes de productos de primera necesidad y, entre ellos, a los periodistas que no descansan para informar lo que viene sucediendo en esta fecha.

Hoy viernes santo confiamos en que el divino hacedor no nos abandonará, así como dejó que los malos hombres dieran muerte a su hijo por la salvación de la humanidad, así también no permitirá que una pandemia siga haciendo más daño y sembrando dolor por el mundo. Sabemos que la divina decisión de nuestro señor permitirá que este terrible mal se aleje finalmente de nuestras entrañas. Que así sea.