Opinión

EL RETO DE LA EDUCACIÓN VIRTUAL

Mi novedad es por ahora el reinicio del encuentro, eso sí, virtual con los lectores para pronto, es de esperar y desear, ponernos en sus manos de carne y hueso para que nos desgasten con sus miradas, nos pasen de mano en mano en su casa, nos lleven debajo del brazo y nos abran en la puerta de la oficina, envuelvan con el del día anterior el bocadillo y acabemos desgastados en la papelera para ser reciclados y volver de nuevo a empezar. Sin duda alguna, tiempos de nostalgia, que los que peinamos canas reivindicamos y que a pesar de incorporarnos al mundo virtual, que no virtuoso, rememoramos con cariño, afecto y lealtad. Y es lógico que así sea pues ya sabemos que todo cambio implica acomodación ante el rechazo inicial que significa una novedad y esto de la virtualidad lo es, es una novedad. Pero nadie me discutirá la belleza, hermosura y donaire que le proporcionan al papel material esas letras rojas mayúsculas que le dan la titularidad, que aluden directamente a la ciudad que lo acunó, cuidó y desarrolló, para una vez adulto, ser santo y seña de la verdad, la honestidad y el ancashismo más puro: EL DIARIO DE CHIMBOTE. Si, ya sé que resulta también muy hermoso en el ordenador, la tablet o el teléfono, pero los “carcas” como yo preferimos llevarlo plegadito debajo del brazo, pegadito al corazón, para que nada ni nadie nos interfiera y nos impida leerlo y él mirarnos cuándo le dé la gana.

Pues en esas andamos, acomodándonos a una prolongada cuarentena, ya cincuentena, que cumplimos en estos días, y que tantos cambios, unos más claros y otros menos, se han ido produciendo. Hoy aludiré a la virtualidad de la educación, que tanto está dando que hablar. Con la educación virtual anda la gente revuelta, lo mismo que yo les contaba antes con lo del periódico. Es algo novedoso y que por lo tanto es normal que haya un período de acomodación para seguidamente haber otro de duda y finalmente el de aceptación. El problema se agudiza cuando se pretende analizar la educación desde un punto de vista mercantilista y entra a considerarse la educación como un mercadeo. O sea, se compara el aquí se lo traigo y se lo dejo (al alumno) por el ahí se la doy (la formación). Cuáles son los costos, cuáles los descuentos, como si la educación fuera una compra venta y se cotizara en relación a la subida o bajada del pollo. Querer saber la cotización del kilo de Matemáticas o la hora de Comunicación, no conduce a nada y mucho menos cuando hablamos de educación. Aquí nadie ha sido preparado previamente para recibir por motivos de causa mayor, de sopetón, un cambio tan radical, además en sus propias casas, y con el agravante de tener durante todo el día a Pablito o a Juanita que no son precisamente unas malvas sino unos jugadores impenitentes. Y claro, de estar seis o siete horas fuera de casa más las dos o tres horas de tareas de la tarde, que es como si no estuvieran, a tenerlos todo el día en casa hay un abismo y además al mismo precio. Pero, haría falta preguntarse ¿acaso la pensión la pagamos para que nos aguanten a nuestros hijos? ¿O lo hacemos para su formación integral? En mi opinión es para lo segundo y tengo que decir que llevo un seguimiento muy cercano de la evolución de las clases de mi pequeño de 11 años que está “virtualizado” en una institución educativa privada, y si bien hay algunas correcciones que hacer puedo aseverar que el proceso de aprendizaje está funcionando bastante bien, empezando a superarse la disfuncionalidad lógica del inicio, repito, muy lógica por la inexperiencia que significa. Así que no he solicitado ni pienso aceptar rebaja alguna en la pensión de mi pequeño pues mi acuerdo con el Colegio fue el que velaran por la formación de mi hijo y a la fecha lo vienen haciendo a plena satisfacción y dedicación, no siendo responsables de la situación creada.

Los expertos nos están indicando que la gestión pedagógica a distancia virtual tiene una duración de 950 horas pedagógicas divididas en, atención, 560 horas pedagógicas para el desarrollo de las actividades virtuales y 390 horas pedagógicas para el desarrollo de procesos autónomos de aprendizaje (tareas). O sea, aproximadamente de unas 5’30 horas/día. Lo que significa unas tres horas diarias virtuales y unas dos horas y media de aprendizaje autónomo. Cada profesor que se desempeñe como tutor virtual atenderá a un número no menor de 20 ni mayor de 25 estudiantes por aula virtual y podrá atender simultáneamente hasta cuatro aulas virtuales. Todo ello en atención a que estamos hablando de Educación Virtual que requiere un tratamiento diferenciado de la Educación Presencial, que es la que se ha venido practicando anteriormente.

La mayoría de la gente piensa en la menor valía y por lo tanto costo de la educación virtual con relación a la presencial, debido al menor número de horas de conectividad de alumnos y profesores. Se cree que una clase virtual debe ser equivalente a una presencial, pero realizada en la distancia, y no es así, rotundamente no. El costo de producir y elaborar cada clase por el profesional se desconoce, así como que el contexto humano y espacial del alumno en el caso presencial no es equiparable al virtual en su casa, pues los estímulos, metodologías y solicitud de habilidades en autonomía, liderazgo, trabajo en equipo, resiliencia, pensamiento crítico, concentración, distractibilidad, etc. son muy diferentes. Por otra parte los aspectos físicos y mentales tampoco se consideran cuando pueden surgir daños a los ojos, cervicales, obesidad o rigidez por falta de movilidad así como estrés, angustia, soledad, depresión y una disminución de la resiliencia ( capacidad de sobreponerse) y el profesor lo valora y cuida. En la pedagogía moderna, la psicología y sobre todo la neurociencia recomiendan que los niños que reciban educación virtual a distancia se les administre de forma dosificada, con pausas de tiempo entre sesión y sesión y evitando las conexiones largas, tediosas y banales. Cada sesión o materia, no debería superar los cuarenta minutos. Nunca montar el final de una sesión o materia sobre el principio de otra y propugnar la puntualidad de todos, absolutamente de todos los participantes pues resulta muy estresante y particularmente desmotivador la tardanza en incorporarse del que dirige la sesión, que debe estar programada e informada a los estudiantes con la suficiente antelación. Los medios de comunicación del profesor con el alumno, al margen de la clase virtual, debería fijarse en uno solo para evitar confusiones, y distracciones al mismo tiempo que evitando los mensajes continuados a lo largo de todo el día por el estrés que origina un estado indefinido de alerta.

En estos días de zozobra que nos está tocando y costando superar, además de médicos, enfermeras y policías son también numerosísimos maestros los que con un esfuerzo descomunal invierten horas y horas en la elaboración y preparación de las clases virtuales de mañana para que cada nuevo día las trasladen a nuestros hijos, cumpliendo esa tarea sorda, silenciosa, pero repleta de ilusión y esperanza que les caracteriza y que les hace acreedores al más largo de los aplausos. Felicidades a todos ellos.

Moraleja: Esto no ha sido más que el aterrizaje. Continuaremos hablando de las clases virtuales y de las muchas cosas positivas que la acompañan.

El Vigia.

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