Tardaron más de una semana, exactamente nueve días en hacer lo que en buena lógica cualquier ciudadano debería haber hecho en el plazo de veinticuatro horas, una vez repuestos del atropello sufrido. Quizá ellos, los damnificados, actuaron así posiblemente por ser quienes eran, gente de bien, como suelen ser los alcaldes y los abogados, con el objeto de atemperar el caos que les originaron unos irresponsables y de esa manera cortar de raíz la alarma social en la que se vieron involuntariamente involucrados. Estoy convencido de que fueron ambas cosas las que marcaron la dilatada actuación en el tiempo, tanto del alcalde Roberto Briceño, como del abogado Denis Montoro ante la autoridad competente. En primer lugar, en la inspectoría de la Jefatura de la PNP de Chimbote, presentando quejas por actuación ilegal y abuso operativo, por parte de una Mayor de la PNP y tres Sub Oficiales de la PNP, y en segundo lugar quedando a la espera de poder formalizar su correspondiente denuncia penal ante la Fiscalía, cuando habilite la nueva plataforma virtual de recepción de escritos.
Lo acontecido corresponde al arbitrario y violento operativo policial anticorrupción realizado la tarde del día 26, en el domicilio de los padres del abogado Denis Montoro, con el objeto de localizar al Alcalde Briceño que estaría involucrado en un supuesto acto de corrupción de funcionarios. Allanaron la vivienda con la consiguiente sorpresa de sus moradores, produjeron graves lesiones a la hija del propietario, María Montoro, funcionaria y gerente de informática del Ayuntamiento de Chimbote, que acababa de despachar asuntos de la Municipalidad con su jefe Briceño, motivo por el que el Alcalde se hallaba allí; los sagaces agentes, localizaron en la cocina dos botellas vacías de cerveza y un vaso también vacío como cuerpos del delito, para seguidamente conducir al alcalde y al abogado, ya entrada la noche, a pie, durante varias cuadras, en medio del alarmado vecindario, agarrados fuertemente de ambos brazos, cual peligrosos delincuentes, hasta la comisaría del Alto Perú, para realizar las diligencias del caso. Mientras tanto, la noticia corría como la pólvora y unos y otros se hacían eco de la detención del alcalde y un abogado por actos de corrupción, sí, nada menos que de corrupción de funcionarios. Los vídeos, con un alcalde descompuesto por el atropello, andando a trompicones, en camisa y fuertemente agarrado, aparecieron e invadieron algún medio, que lejos de analizar y verificar el fondo de lo que estaba ocurriendo, se quedaron con el gran notición: “El alcalde de la Municipalidad Provincial del Santa detenido por corrupción de funcionarios”. La alarma social y el consiguiente daño a las personas y a la Institución Provincial se habían iniciado. Produjo vergüenza ajena.
Pero como dice el dicho, “las mentiras y falsedades tienen las patas cortas y la verdad siempre la alcanza”, pronto fueron desmontadas las falacias vertidas, aunque intentaron buscarle los tres pies al gato, tratando de tergiversar la realidad. Y como es lógico y natural se demostró que los gatos no tienen tres patas sino cuatro, por lo que quedó totalmente claro todo cuando el Sr Alcalde dio un negativo de solemnidad en la prueba de alcoholemia:0,00 gr/l. Se confirmaba plenamente lo que aseveró una y mil veces el Sr. Alcalde, “no he tomado alcohol”, “no he tomado nada”.ÂÂÂ Entonces, desmontado lo de la fiesta y el alcohol, quedó demostrado que los gatos tienen cuatro patas, quedando en evidencia que la patraña de los anticorrupción no tenía sostén alguno. Pero no contentos con su ”desliz”, volvieron a meter la pata, esta vez con estupidez incluida, al acusarlo de no llevar puesta la mascarilla, cuando no hay obligación ninguna de llevarla en el domicilio, y si no la llevaba en la calle durante el trayecto hasta la comisaría fue negligencia de los miembros del operativo que tenían que haber velado por la seguridad e integridad del conducido, proporcionándole una, ya que estaba bajo su tutela. Una vez dicho todo lo anterior, y con el objeto de oxigenar el ambiente cargado que se respira, pasaré a explicarles lo de “Buscar tres pies al gato” y también lo de “Meter la pata” pues creo que resultará interesante para el lector.
La expresión “Buscar tres pies al gato”, es bastante normal en el idioma español, y su significado hace referencia al intento de justificar lo injustificable, utilizando todo tipo de excusas posibles por muy absurdas que parezcan. Pero, ¿de dónde viene lo de “los tres pies”, si todos sabemos que los gatos tienen cuatro?. Pues bien, a finales del siglo XVI y principios del XVII en España se utilizaba el término “Buscar los cinco pies al gato” cuyo significado sería el mismo que hemos dicho antes: justificar lo injustificable o tratar de conseguir lo imposible. Y se decía cinco pies como cosa más lógica en quién ya tenía cuatro, para buscarle la quinta que había quien consideraba que era la cola. Pero apareció el bueno de Miguel de Cervantes y en su obra maestra “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” pone en boca de Don Quijote: ”No ande buscando tres pies al gato”, quizá para indicar la locura del caballero andante y poner una nota de humor. También hay quien cree que Cervantes trató de referirse a que la palabra “gato”, que tiene dos sílabas, en métrica literaria es imposible encontrarle tres. Sea como sea, es a partir de entonces que se perdió lo de “cinco pies al gato” y quedó en tres.
Lo de “meter la pata” se utiliza para referirnos a un fallo o torpeza cometido de forma inoportuna o equivocada por alguien que queda en evidencia. El término “pata” hace referencia a la extremidad de un animal que la mete (cae) inoportunamente en una trampa puesta por el cazador.ÂÂÂ Pero también nos encontramos con lugares actuales donde sigue la tradición oral en la que se hace alusión al Diablo Maligno al que se le denomina “Pateta” y se dice “Mentar a Pateta” o lo que es lo mismo “invocar al Diablo” con su consiguiente aspecto maligno. Algunos expertos indican que muy posiblemente aquel “Mentar a Pateta” se ha convertido en el actual “Meter la Pata”, al cambiar “Mentar” por “Meter” y “Pateta” por Pata” por lo que si así fuera el significado ya no sería el de una simple equivocación sino que tendría un carácter premeditado y diabólico con el afán de dañar. Personalmente me quedo con este último.
Diciendo todo lo anterior, hemos aireado algo el ambiente y quizá aclarado siquiera un poquito la realidad de todo lo habido, pues tener un error de apreciación es posible en cualquiera, incidir en buscarle los tres pies al gato es ya más difícil de asumir, pero, reincidir insistentemente en meter la pata resulta no solo criticable, sino inasumible.
En un artículo precedente hice alusión a los Bolonios como gente necia e ignorante y dije que en este caso había muchos, demasiados Bolonios, pero conforme pasan los días observo que la ignorancia y necedad no anda huérfana sino que va acompañada de la premeditación y alevosía de quienes teniendo intención de dañar o perjudicar, se regocijan vilmente tratando de desvirtuar la fama y honra de personas e instituciones. No solo ha quedado retratados unos ineptos representantes de la ley y el orden sino también una serie de personajillos de medio pelo que aprovechan la mínima oportunidad que se les presenta para al más puro estilo mefistofélico, dañar, perjudicar y emponzoñar cuanto les rodea.
Moraleja: Equivocarse es de humanos y disculparse es virtud de pocos.
Así sea. El VIGÍA