Opinión

ENNIO MORRICONE, IN MEMORIAM

POR: GERMÁN TORRES COBIÁN

Los diletantes sabemos que Italia es un país dotado de asombrosa tradición musical. Recuérdese, si no, a los grandes clásicos: Vivaldi, Puccini, Monteverdi, Salieri, Verdi, Rossini y Donnizetti, entre otros. Téngase en cuenta también, a los célebres tenores Enrique Caruso, Luciano Pavarotti, Andrea Bocelli, o a los innumerables y melosos cantantes de música ligera: Salvatore Adamo, Iva Zanichi, Gigliola Cinquetti, Ornella Vanoni, Loretta Goggi, Doménico Modugno, Gino Paoli, Gianni Morandi, Bobby Solo, Pino Donaggio, Massimo Ranieri, Nicola di Bari, Humberto Tozzi, Zuchero; la lista es interminable. ¿Hay que deducir, entonces, que fue su lugar de origen lo que condicionó la vocación y la vida musical de Ennio Morricone? Me atrevería a manifestar que sí, dada la prodigalidad de aquel país europeo para producir auténticos fenómenos de la composición e interpretación musical. El extraordinario músico Ennio Morricone ha fallecido en Roma el 6 de julio pasado a la longeva edad de 91 años. Vino al mundo en 1928. Era el mayor de los cinco hijos de un apasionado trompetista. Igual que los grandes compositores de la historia de la música, desde niño mostró cualidades excepcionales para la filarmonía, lo que llevó a su padre a inscribirle en un conservatorio donde afinó su talento innato.

Lo primero que evoqué al conocer la muerte de Ennio Morricone, fue el lamento de los violines en varios pasajes del extraordinario filme “Cinema Paradiso”, la película que más amo porque me hace recordar la afición que tuve de pequeño por el cine, devoción que me persigue hasta la actualidad Luego recordé los silbidos, las gruesas voces corales que acompañan las cabalgatas de los jinetes y los acordes de trompetas y campanas en el duelo final de “Por unos dólares más”. Ni qué decir del sonido del oboe y los coros en “La Misión”. Con esta buena música, acompañada de las respectivas secuencias fílmicas, Ennio Morricone consiguió un lirismo pocas veces conseguido en la gran pantalla. En efecto, el gran compositor italiano no solo fue un gran director de orquesta y autor de numerosas sinfonías, sino que fue el autor de maravillosas bandas sonoras cinematográficas.

En Europa había musicalizado películas de realizadores de la talla de Henry Verneuil, Pier Paolo Pasolini, Gillo Pontecorvo, Mauro Bolognini, Bernardo Bertolucci, … Fue autor de las bellísimas partituras de la mencionada “Cinema Paradiso”, de “Malena” y “Baaría” (inolvidables filmes de Giuseppe Tornatore). Sus melodías constituyeron elementos fundamentales de los espagueti-western de Sergio Leone, su compañero de estudios escolares (“Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más”, “El Bueno, el Malo y el Feo”). En 1971, compuso para uno de los mejores filmes de Sergio Leone (“Agáchate Maldito”), una música cuyo tema central (“John-John”) es, a mi juicio, una de las composiciones más excelsas, bellas y cautivadoras de la historia de la cinematografía. (Ya he recomendado a mis allegados que durante mi velorio quiero escuchar constantemente esta canción). En ese mismo año, Morricone hizo para la película “Sacco y Vanzetti”, de Giuliano Montaldo, la canción que es considerada un himno para los libertarios del mundo: “Here´s to you”, interpretada por Joan Baez, la gran dama del folk y del country norteamericano, dueña de una voz exquisita.

El talento y la marcada profesionalidad de Ennio Morricone fue aprovechado por Hollywood donde hizo la música de otros dos admirables filmes de Sergio Leone “Hasta que llegó su hora” y “Érase una vez en América”. Y fue requerido por importantes directores para componer la música de sus películas: Roland Joffe (“La Misión”); Brian de Palma (“Los Intocables”); Barry Levinson (Bugsy”); Terrence Malick (“Días del Cielo”) y Quentin Tarantino (“Los Odiosos Ocho”). Fue nominado cinco veces al Óscar por sus trabajos en “Días del Cielo”, “La Misión”, “Los Intocables”, “Bugsy” y “Malena”, pero, injustamente, no ganó ninguno. Los respectivos sound tracks de “Cinema Paradiso” y “Agáchate Maldito”, ni siquiera fueron nominados. Hipócritamente, en 2007, la Academia hollywoodense le otorgó un Óscar honorífico “por sus magníficas y polifacéticas contribuciones en el arte del cine”. Por fin, en 2016, Hollywood reconoció su ingenio y le concedió un Óscar por su trabajo en el mencionado filme de Tarantino.

Según Wikipedia, y no hay por qué dudarlo, Morricone ha sido galardonado, asimismo, con dos Globos de Oro, dos Grammys, cinco BAFTA (los Óscar británicos), diez David de Donatello, un León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 1995, y ha recibido casi una treintena de premios otorgados por diversas instituciones artísticas y académicas del mundo. Recientemente recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes, conjuntamente con otro gran compositor, John Williams, oscarizado cinco veces.

En fin, la carrera de Morricone no quedó limitada al mundo cinematográfico, sino que abarcó las partituras para documentales televisivos y dirigió, casi hasta el final de su vida, conciertos sinfónicos en prestigiosos escenarios mundiales donde preferentemente interpretaba su música compuesta para el cine. El gran Ennio Morricone ha pasado a la inmortalidad y ahora forma parte de esa pléyade de compositores cinematográficos que han dejado una impronta perdurable hasta el fin de los tiempos. Me refiero a Alfred Newman, Dimitri Tiomkin, Max Steiner, Elmer Bernstein, De Vol, John Barry, James Horner, Jerry Goldsmith, Nino Rota, Henry Mancini, Maurice Jarre, Vangelis, …

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