Al promediar el mediodía de ayer se oficializó lo que en los medio de comunicación manejábamos como un trascendido pero que respondía a una situación que se tornaba inevitable teniendo en cuenta que, pese a las mejoras observadas en los últimos días, los registros de contagios y decesos se mantienen elevados en nuestra región.
Nos estamos refiriendo a la decisión que debería adoptar el Gobierno respecto a la emergencia nacional y las restricciones que se deberían establecer, pues ayer viernes 31 terminaba este régimen y las disposiciones restrictivas para siete regiones de nuestro país, entre las que se encuentra Ancash.
Como se sabe tres provincias de nuestra región Ancash fueron sometidas a la ampliación de las medidas restrictivas del aislamiento social obligatorio, el toque de queda y la inamovilidad dominical debido a los altos índices de contagios que se advertían en los últimos días de Junio pasado, por ello es que, teniendo en cuenta que el mundo inicia una reanudación de actividades, se esperaba que nuestra ciudad se involucre en esta dinámica que permita dejar atrás los difíciles momentos del confinamiento.
Esto era factible en la medida que nuestra ciudad ha comenzado a notar un descenso notable entre pacientes positivos, inclusive, en Ancash, se ha observado ese fenómeno por el cual las dos principales ciudades de la sierra, como son Huaraz e Independencia, presentan índices más altos de contagio que Chimbote y Nuevo Chimbote.
Lamentablemente, el virus se expandió tanto en nuestro Puerto que es difícil borrar esa huella, por ello es que el Ministerio de Salud ha dejado a nuestra provincia en el mapa rojo de alerta por masiva contaminación del Covid 19 y ha recomendado al jefe de estado que prolongue la emergencia con aislamiento social obligatorio.
Son treinta días más de un confinamiento y de un encierro que está generando serias heridas en nuestra comunidad, las principales actividades económicas se encuentran paralizadas y muchas de ellas inevitablemente no podrán reactivarse porque el aparato económico y productivo de la ciudad ha quedado virtualmente colapsado.
Cuando muchos esperaban que se pueda revertir esta situación con el levantamiento de la cuarentena y de las restricciones que han marcado la pauta de un adormecimiento de la ciudad, el gobierno no lo ha dictaminado, cuando muchos pensamos por un momento que el descenso notorio de las cifras de contagio de los últimos días podría justificar un cambio de timón respecto a la provincia del santa, lamentablemente, ayer nos tiraron la puerta en la cara.
Hay que reconocer que este temor nos invadió el mismo día que el Ministro de Defensa adelantó que la emergencia se extendería por 30 días y que este anuncio lo haría el presidente, inclusive, en un rapto de chismoso, dijo que la cuarentena se mantendrá en regiones que se hallaban con ese régimen en ese momento.
Sin embargo, quisimos creer que se trataba de un presagio que no podría involucrarnos, mas aun cuando el mismo Presidente Martín Vizcarra y el primer ministro Pedro Cateriano señalaron que, pese a que el virus se mantiene de las calles, había que comprender que en adelante deberíamos cuidarnos cada quien respetando las normas de prevención.
Esto lo justificó el premier en su última visita a los astilleros de Sima Chimbote, en donde advirtió que la economía no podía seguir paralizada, que había que sensibilizarnos con la necesidad de caminar con nuestra mascarilla, mantener la distancia y la desinfección permanente de las manos porque de esta forma se evitará el contagio.
Nos hicieron creer que había llegado el momento de salir del aislamiento en la provincia del Santa, empero, esto no ha sido así, solo se ha cambiado a Huarmey por Huaraz, que es la ciudad que ha experimentado un brote repentino, para mantenerse las restricciones que nos agobian sobremanera.
Ojo que ya son cuatro meses y medio que Chimbote se mantiene en este aislamiento y con esta medida nos obligarán a quedarnos treinta días más. Es un severo castigo que habrá que saber asimilar para No caer en el desaliento y decepción, el virus no solo está matando gente, también está sometiendo nuestras esperanzas y expectativas. No queda sino recordar a nuestras abuelitas cuando nos decían “a mal tiempo, buena cara”.