Cuando se inició la pandemia y hasta hace muy poco se ha venido considerando como grupo de mayor riesgo de contagio a los mayores, en menor grado a los jóvenes y finalmente casi exentos de riesgo a los niños. Con el paso del tiempo se fueron variando aquellas consideraciones y se incluyó también a las personas jóvenes en el primer grupo, el de mayor riesgo. Ahora, pasado el tiempo los avances científicos nos indican que cualquier persona sea niño, joven o adulto corre el riesgo de contraer la enfermedad si se expone al virus. O sea, aquello de que los niños no contraen el virus, a pesar de su exposición es absolutamente falso. Lo que sí es cierto, es que la mayor parte de los niños manifiestan una sintomatología mínima cuando han sido infectados y que no suelen desarrollar con intensidad la enfermedad. Lo cual quiere decir, que si han sido infectados, son portadores del virus y por lo tanto pueden contagiar. Según estudios recientes, difundidos por la revista de la Américan Médical Associatión, Jama Pediatric, los menores de cinco años pueden llegar a tener hasta cien (100) veces más de material genético del coronavirus en sus pequeñas naricitas que los niños más grandes o los adultos. Esta investigación llevada a cabo en Chicago sobre 145 pacientes, con hisopado nasal, en los que había 46 niños menores de cinco años, 51 de cinco a diecisiete años, y 48 adultos de edades entre dieciocho y sesenta y cinco años, arrojó que las diferencias observadas en los valores medios entre niños pequeños y adultos se aproximaran a una cantidad de SARS – CoV-2, de 10 a 100 veces mayor en el tracto respiratorio superior (nariz y faringe) de los niños pequeños. Los investigadores nos dicen que aquello de que “los niños no son susceptibles de adquirir el Covid-19, pues los niños no se infectan, el estudio muestra claramente que eso no es cierto y que se trata de un primer paso para saber el papel que juegan los niños en la transmisión del Covid”. Lo que sí es cierto es que en su mayor parte pueden desarrollar la enfermedad de forma asintomática y leve, pero con capacidad de contagiar al resto de la familia, por el alto índice de virus de los que son portadores.
Al principio de la pandemia los pediatras esperaban una avalancha de niños aquejados de la enfermedad, dado que suelen ser bastante propensos a las enfermedades virales del tracto respiratorio, pero cuál fue su sorpresa al ser muy pequeño el número de casos presentados. “Hay evidencia de que los niños se han infectado con una frecuencia muy alta, pero la inmensa mayoría han pasado desapercibidos” comenta D. José Ramos Amador, pediatra infectólogo de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica.ÂÂÂ Ese “desapercibido” es por la escasa presencia de síntomas que suelen presentar los niños, como resfriado, pequeño dolor de vientre, náuseas, diarrea o algunas décimas de calentura. Pero el consenso científico es unánime: la enfermedad les afecta con menor frecuencia y gravedad que a los adultos, lo que no significa que sean inmunes al virus, que no sean capaces de transmitirlo y mucho menos que ellos no puedan agravarse.
Todavía no hay una evidencia concreta del por qué los niños no sufren con tanta frecuencia e intensidad la enfermedad, si bien un estudio publicado en el European Respiratory Journal , un grupo de científicos dirigidos por el neumólogo italiano Dr. Fabio Midulla de la Universidad La Sapiencia de Roma presentan varias hipótesis que podrían ayudar a entender lo que ocurre. La primera está relacionada con su sistema inmune casi prístino (primigenio u original). Se conoce, qué con la edad y el envejecimiento, el sistema inmune disminuye la fabricación de linfocitos B, encargados de crear anticuerpos de defensa, cosa que no ocurre en el sistema inmune infantil. Otra posible explicación podría ser que los niños ya hayan desarrollado anticuerpos de otros virus que les sirvan parcialmente para controlar al SARS-CoV-2. Esto podría ser si ya superaron alguna infección de algún otro coronavirus que les provocó un resfriado común. Incluso llegan a sugerir que como todos los niños están vacunados del sarampión, esos anticuerpos “reconozcan” de alguna manera al invasor y actúen sobre él. La tercera hipótesis es bastante más compleja y hace alusión a las proteínas que utiliza el virus para entrar en las células humanas. El SARS-CoV-2 utiliza unas proteínas llamadas ACE2 que se hallan en las células de los pulmones, corazón, intestinos y riñones, a modo de llave para penetrar en su interior y dependiendo del número existente los niños sean menos propensos a desarrollar la enfermedad, si bien, de forma silenciosa son transmisores involuntarios de la misma. Así que protejámoslos de los contagios y atención a sus primeros síntomas.
Moraleja: Cuando se sugieren muchos remedios para un solo mal, quiere decir que no se puede curar. (Antón Pávlovich Chéjov)
Así sea. EL VIGÍA