Opinión

CAMINO A LA BEATIFICACIÓN “AGUCHITA”

Compilación: Ricardo Sevillano Valderrama (*)

Testimonio de la Hna. María Antonieta Llanos:

La Hna. María Antonieta Llanos narra que: “En el año 1980 vivía en la Comunidad del Hogar “Reina de la Paz” (Salamanca-Lima) y tuve la dicha de compartir la vida religiosa y la misión en este Hogar. Compartía la vida comunitaria y la misión con la Hna. María Agustina Rivas, quien se encargaba de la cocina de este Hogar.

Cada día después del almuerzo, encontraba a Hna. María Agustina después de haber dejado toda la cocina limpia y en orden, ella paradita en una esquina del patio del Hogar rezando su rosario y cuando pasaba, era su gesto sereno y con su sonrisa, llena de paz y me decía: “Toñita, estoy rezando a San José para que me construya mi cocina, porque recién nos habíamos mudado de Barrios Altos, la casa antigua a Salamanca un Hogar más pequeño y todavía estaba incompleto, sólo habían dormitorios, baños y salitas para los niños y faltaba cocina grande, comedor, salón de actos para las reuniones, capilla, ella quería su cocina grande, etc., yo le decía, así nomás Aguchita, estaremos un poco incómodas, pero no vamos a construir nada más, pero ya no me volvía a repetir nada, pero ella siempre calladita y rezando su rosario.

Después de dos o tres meses, cuando volvía a pasar por ese lugar, ella me dijo: “San José ya me escuchó”, y le dije: “¿por qué Aguchita?”; me ha dicho nuestra Madre Provincial que el Ing. Alberto Bedoya Saenz va a construir lo ofrecido, él va a poner todo lo que es construcción con cemento y lo que sea rejas eso no lo va a poner, todo va a costar muy poco, y así fue.

Yo admiraba la fe de Aguchita en nuestro Buen Pastor y así sucedieron cosas muy admirables como encontrar en la ropa usada que venía de USA Cáritas en uno de los bolsillos de abrigo, un manojo de dólares.

La Hna. María Agustina irradiaba en su rostro sereno y su sonrisa que atraía a la gente de la parada, donde ella iba a hacer las compras y venía ella cargada con los dones y regalos que recibía de la gente.

Quería mucho a las señoras pobres que vivían alrededor de nuestra casa, la querían mucho.

Siempre vi a Aguchita tan generosa no sólo de las cosas sino de ella misma en el servicio personal de ella a la Comunidad religiosa, en la casa provincial había mucho qué hacer, ella siempre se ofrecía para los trabajos más pesados. Era muy caritativa con todos en la Comunidad religiosa, ella siempre estaba pronta al servicio de los enfermos.

Cuando estaba en la casa provincial y ella venía después de haber tenido experiencias espirituales en sus Retiros, compartía su vida espiritual, ella siempre comunicaba con gozo y alegría sus experiencias de Dios y era tan sencilla que compartía.

Siempre la encontré tan fraterna, muy generosa y siempre llena de alegría.

Cuando había dificultades de diversas índoles, ella decía, “no te preocupes, yo le voy a rezar a San José”, y realmente todo lo que ella pedía a San José se lo concedía, le hacía muchos favores, lo que decimos nosotros “milagros”.

Siempre tomaba para ella lo más pesado y trabajoso. Se levantaba muy temprano para hacer su oración personal antes de entregarse al servicio por los demás.

Ahora, tengo la experiencia, después de su cruenta muerte, de escucharme siempre que le pido algo y por alguien, porque ella es intercesora ante Dios.

Siempre se afanó en ser SERVIDORA DE TODOS.

Cuando ella se acercaba a la Sede Provincial después de haber participado de algún retiro, como ella contaba sus experiencias, llena de Dios, como si realmente hubiera visto a Dios, por lo fervorosa que era, no puedo olvidar toda su expresión en estos momentos”.

Setiembre 2020

(*)  Católico, Apostólico y Romano