Por: Ana Teresa López de Llergo
Las polarizaciones no son buenas porque se construye una sociedad maniquea; de buenos o de malos. Los buenos son los que están conmigo, todos los demás son malos. Esto es un desconocimiento de la realidad porque en todos hay raíces buenas y malas, el asunto es ver qué aspecto raíz es la que mueve. Quienes conocen la realidad y la ignoran por conveniencia, tienen el típico enfoque de los oportunistas, pues aprovechan políticamente estos asuntos. Eso explica la tendencia en la política mundial de hablar de grupos globalistas y anti globalistas.
En el lenguaje común equivale a hablar de separatistas e integristas. En el fondo esto es el resultado de no equilibrar dos necesidades que parecen antagónicas: la individualidad y la sociabilidad, la independencia y la inserción, la intimidad y la comunicación, lo propio y lo colectivo.
La respuesta la deben dar las personas. Cada persona, con una formación en la libertad, podrá aplicar adecuadamente su individualidad en las respectivas circunstancias, y su sociabilidad, también en las correspondientes. Esto capacita para lograr la reinvención de lo local para influir en lo global. Y, así, no hay antagonismo.
La pandemia actual puso de relieve la interdependencia, actitud admisible ante la sorpresiva vulnerabilidad. Era necesario un apoyo que se dio inmediatamente, fue una respuesta que no admitía retraso. Había que acometer el estrés, la sorpresa, la angustia, la incertidumbre, la soledad.
Pero una vez alcanzados el mínimo indispensable de seguridad para quienes de momento estaban desamparados, cada uno tendría que reinsertarse en la sociedad, asumir la responsabilidad de lo suyo: personas y actividades. Así se evita prolongar la dependencia de quien no es capaz de sobreponerse y de practicar la solidaridad.
La solidaridad consiste en que cada uno asume sus obligaciones, de manera que nadie es gravoso para los demás, pues al cumplir con lo suyo aporta a quien se debe. Se crea una red de actividades en las cuales todos dan lo que les compete. Todos se benefician con la reciprocidad de actividades, cada uno da a los demás y recibe de los demás. La solidaridad es fuerte porque es el trabajo de cada uno, pero es débil si las personas se desentienden.
La construcción de la solidaridad exige labrarla todos los días. Es necesario desterrar el egoísmo y la tendencia al confort a costa del bienestar ajeno. La tarea ha de vivirse en el nivel individual, en el nacional y en los grupos de poder. Las estructuras de pecado -robos, asesinatos, engaños, mentiras, …- han de combatirse desde la raíz. La justicia ha de practicarse a nivel personal e institucional, en todos los niveles. Sólo así se construye una comunidad adecuada a la dignidad del ser humano. Si nos quejamos del enjambre de irregularidades que nos rodean, habrá que revisar cómo limpio lo cercano a mí y si otros también lo hacen, se limpiará el mundo. Aquí no son eficaces los decretos porque siempre habrá quien busque el modo de soslayarlos. La mejora es la mejora de cada corazón.
Es necesario atender a lo material, zonas habitacionales, transportes, lugares de esparcimiento, pero todo ello ha de servir para incentivar a la comunidad. Esta es la razón de la importancia de la educación. Una persona educada es culta, aprecia el valor de las cosas, las cuida y les da su lugar. La mente ordenada no confunde los niveles de vida y los aprecia, pero no cambia el orden ni el lugar que cada especie ocupa. Una persona así custodia la riqueza cultural y la hereda.
Una persona culta valora las riquezas de la tierra y las cuida, sobre todo, enseña a los demás a hacerlo. Para defender sus causas nunca recurrirá a la destrucción. Todo esto se refleja en hechos concretos: cuidado de los recursos naturales, de la biodiversidad y del equilibrio ecológico. La diversidad es fuente de riqueza, aunque desgraciadamente, sin educación para apreciarla se cometen muchas tropelías que acaban con las riquezas naturales.
Las personas educadas respetan la diversidad y tienen activa la solidaridad. Un país progresa cuando sus ciudadanos son una mayoría con formación. Desgraciadamente, hay gobernantes que saben que un pueblo ignorante es más fácil de manipular, por eso, simulan educar, y logran imponer sus miopes intereses en un pueblo que mantienen totalmente anestesiado.
No es fácil llevar a cabo el ideal de la unidad en la diversidad, ni el de la participación solidaria. La primera resistencia está en cada persona cuando desea mejorar sin esfuerzo, es una mejora a costa de otros. La segunda resistencia es la del combate a un gobierno corrupto que busca mantener adormecido al pueblo. Pero quien advierte esos problemas y aún así persiste en la digna tarea, tarde o temprano verá resultados.
Los aspectos que se deben priorizar son muchos, pero para no perdernos pueden agruparse. El primero es cuidar a los más débiles y el segundo es recomponer y desarrollar la producción y el empleo. En el primer grupo están la atención al sector salud y al sector educativo. Aquí está el gran contingente de enfermos, niños y jóvenes, adultos en posgrados, investigadores, maestros, médicos, enfermeras, medicamentos, auxiliares, administrativos, transportistas, sector de limpieza, inmuebles, equipo.
En el segundo grupo se han de promover garantías a las instituciones que crean fuentes de trabajo -a nivel micro, macro o individual-, y ofrecen los productos indispensables para satisfacer las necesidades de las personas. Y también, no menos importante es todo lo que arropa la hospitalidad familiar como vivienda y salarios justos.
De una crisis se sale mejor o peor, la elección depende de nosotros.
(Publicado en: http://www.ideasclaras.org/es/node/139#x)