Opinión

NÉSTOR QUINTERO

Por: Gustavo Tapia Reyes, periodista y profesor.

Para llegar a ser “El Showman de América” debió empezar desde abajo y, a partir de ese talento a raudales aflorándole, fue siendo uno de esos estudiantes considerado problema, como muchos pasando por las aulas, quienes, una vez han egresado, avanzan a sorprender dando pasos inesperados en la música, en la pintura, en el humor, conforme es el caso de Néstor Quintero Barsallo, el actor cómico e ilustre contador de chistes, labrándose un espacio en la década de 1950, cuando era apenas un adolescente y en los centros nocturnos estaba rotundamente prohibido el ingreso de menores y, de veras, tal regla se cumplía de modo inexorable.

A los 17 años de edad representó su primer acto escénico. Aquella noche, se puso unos falsos bigotes, engoló un poco la voz y, habiéndose demorado el titular, lucirse debutando en el afamado “Embassy”, cuyo propietario e impulsor, tras escucharlo en una audición al vuelo, decidió ponerlo en medio de los reflectores, captando la atención de un público acudiendo a disfrutar de los espectáculos en vivo de las bailarinas, recuérdese a “Las Dolly Sisters”, varias observándolo más en calidad de un mozalbete intentado hacer de las suyas, permitiéndole sacar ideas de las conversaciones, incorporándolas a su repertorio en constante renovación e incremento, aunque sobre todo incremento, pues, conforme iba agradando, realizaba cambios en procura de jamás aburrir a quienes, ya aprendiéndose su nombre, reclamaban la presentación de ese muchachito vistiendo a la tela, merecedor de los aplausos, “el alimento de los artistas”, dicen los románticos, ignorando aquellos son como cualquiera de nosotros y, en consecuencia, también tienen básicas necesidades.

Esto explica su posterior pase a la cotizada Peña Ferrando. Allí, en el transcurso de las multitudinarias caravanas viajando a las distintas ciudades del Perú, afinó y amplió su técnica desplegada en narrar historias salpicadas de ocurrencias, imitar voces de animales y personajes animados, en ocasiones bailando, en un orden aleatorio, twist, guaracha, mambo, salsa, mientras los asistentes se desternillaban  contemplándolo talentoso en una mirada pertinaz y una sonrisa floreciente, a expensas del “yo lo descubrí” del animador Augusto Ferrando, junto a César Ureta (El Loco), Nicómedes Santa Cruz, Pablo Villanueva (Melcochita) y más, aprendiendo eso de cultivar el arte, además de servir para ganarse los frijoles, implica disciplina, vocación, entrega a un jolgorio solo perpetuo en apariencia, en contraposición a este hombre de garganta moldeable, de variables gestos, de ademanes alineándose a complementar las imitaciones de Leo Marini, Tito Rodríguez, Daniel Santos, Armando Manzanero y otros grandes del bolero, añadiendo a los periodistas radiales Juan Ramírez Lazo y Carlos Alfonso Delgado.

Nacido en la ciudad heroica de Tacna el 27-julio-1938, tuvo una infancia feliz, decía, proveyéndole una serie de vivencias enriquecedoras, siguiendo estudios primarios en el Colegio Nacional “Francisco Bolognesi” y, trasladado a Lima, estableciéndose, acompañado de su familia, en el populoso Barrios Altos, hizo los secundarios en el Colegio Nacional “Zarumilla” del distrito de Magdalena, destacando en las palomilladas y en los deportes, llegando a ser Sub Campeón Nacional en la Carrera con Patines, pese a lo cual nunca patinó ni se arredró y, aceptando el reto de continuar adelante o retroceder afrontando las penurias, empezó a comprar y a vender ropa en el Mercado Central donde, a los pregones habituales buscando clientes, le agregaba humoradas desatando una hilaridad anti estrés, a la par de seguir fogueándose, dominando los miedos y los nervios naturales, inclusive en cuántos jamás parecerán tenerlos, creyéndose, debido a la experiencia implicando sumar años, todo le resultaba harto más fácil, similares a su incursión en los fueros de la radio y de la televisión.

Los programas de comicidad irrumpieron de cajón en su trayectoria, jalonada por “El tornillo” y el emblemático “Risas y salsa”, participando en una amplitud de posibilidades respecto a los directores y libretistas ansiosos de retarlo frente a los micrófonos y las cámaras o, según él mismo reconoció, circunscribiéndolo al rubro humorístico, destacando la lealtad de años habiendo pertenecido al “Embassy”, en agradecimiento a la oportunidad dada, cerrado éste, en absoluto quiso pedir reaviven las ofertas de antaño ni se puso a lamentarlo, quedándole revisar en su agenda los postergados viajes al extranjero, cargando su talento hacia las colonias de peruanos residentes en los Estados Unidos, Puerto Rico, Panamá, Colombia, Venezuela y, cruzando el charco, estuvo en Italia, España, Francia, oyendo las carcajadas de ese público, cuando era anunciado en cartelera, les saltaba la expectativa de escucharlo narrando la historia del patito, en manos de un niño, vendiéndole varias veces caro a un amante, metido dentro de un ropero, volviendo a comprarlo barato y, al irse a casa, su abuelo lo reprime y manda a confesarse. “Señor cura, sabe que yo tengo un patito”, le dice el niño y aquel le pregunta: “Oye ¿vas a seguir jodiéndome con el patito?”.

Paralelo a la oralidad, grabó en diferentes sellos discos de larga duración, destacando las dos versiones de “En el cuarto es sensacional” (1970), “Chistes y canciones” (1976), “No hay quinto malo” (1977), “Los veinte años de Pecos Bill” (1978), reinterpretación del vaquero creado por el escritor Edward J. O´Reilly, “Este es El Sexto” (1978), alusión a la desaparecida cárcel, “Te alquilo mi pieza N° 9” (1981), acompañado del grupo Cremolada, “El séptimo severo” (1979) y más, recordando cierta mañana de hace un montón de tiempo a papá Vicente arribando a casa con un Long Play (LP) bajo el brazo. Exactamente desconozco el título, empero, serísimo, sacó el viejo tocadiscos, guardado para ocasiones especiales y, siendo una de éstas, tras verificar si las pilas marca Rayovac tenían energía suficiente, lo puso mostrando sumo cuidado en la aguja debiendo caer en el surco, unos ruidos de espera y recién pude percibirlo derrochando una maestría cuajada en transmitir la gracia de unas historias desopilantes, cuyos protagonistas eran toda clase de personajes, sonando finos toques de música o voces lacrimales de boleristas.

Apartado en las últimas décadas de la radio y la televisión (“Hoy se recurre al travestismo o al doble sentido grosero y chabacano”, decía), salvo invitado esporádico a programas, se embarcó en brindar shows privados, valorando la sosegada comprensión de su esposa Elsa Pella, fallecida en enero-2020, habiendo tenido siete hijos y consciente de la pandemia queriendo llevárselo, se recluyó comunicándose mediante video llamadas, luego de, en diciembre-2019, adecuándose a los tiempos, haber inaugurado su canal en Youtube, terminando llevado por emergencia al Hospital “Edgardo Rebagliati Martins” de EsSalud, Lima, muriendo de un infarto cerebral el 15-agosto-2020, haciéndome evocar una expresión cerrando aquel LP, cito de memoria: “Si el disco les gustó, recomiéndenlo a sus amigos para que lo compren, pero, si no les gustó igual recomiéndenlo para que otros también se ensarten, como ustedes”.