Editorial

::: TRAGEDIA IRREPETIBLE :::

El llanto desgarrador y los desesperados gritos de una mujer, alteraron la habitual tranquilidad de la tarde dominical en el vecino distrito de Santa, ello porque una madre demandaba desesperadamente atención para su hijo que se había ahogado y no encontraba la diligencia y premura que se requiere en estos casos de emergencia.

Lamentablemente, el personal de la Posta de Salud de Santa no podía hacer nada sino comunicarle a la angustiada mujer que su pequeño había llegado cadáver, ya había fallecido a causa de asfixia, tras haberse ahogado en la piscina del centro recreacional “GEMA” ubicado muy cerca de allí.

Los hechos acontecieron en el centro recreacional ubicado en el sector de Guadalupito, una zona alejada en la que se ofrece juegos para los niños, restaurante para el almuerzo y todo lo necesario para pasar un domingo de regocijo en familia, sin embargo, por las condiciones mismas de su infraestructura se exige que el establecimiento cuente con todos los sistemas de seguridad y vigilancia.

Este detalle es el que nos llama poderosamente la atención tras escuchar el relato desgarrador de la madre el mismo día que ocurrió la tragedia, pues ella dijo que debió meterse a la piscina, sacar a su hijo que estaba hundido en el agua y trasladarlo cargado hasta la carretera Panamericana norte en busca de una movilidad que la traslade a un centro de salud.

Este solo relato deja muchas evidencias de la tremenda negligencia que ha concurrido para que se consolide una desgracia en el centro recreacional, comenzado por el solo hecho de contar con una piscina y no disponer de un salvavidas o personal de seguridad que esté cuidando a los asistentes, con mayor razón si se reciben a niños que no saben medir el peligro y se exponen a muchos riesgos.

Demás está decir que deben existir piscina para niños con una profundidad mínima que no pueda superar al tamaño de un menor de 6 o 7 años de edad, de no ser así es una real temeridad dejar abierta las piscinas para todos los asistentes.

No llegamos a entender como es que un establecimiento que se ubica en una zona alejada, que se presenta como el lugar ideal que está al margen del ruido mundano de la ciudad y cuya oferta radica, precisamente, en la tranquilidad de una zona que no es transitada, no cuente con vehículos que puedan atender una previsible emergencia, como la ocurrida con el menor que falleció víctima de ahogamiento.

Resulta realmente incomprensible que una mujer tenga que salir con su hijo en brazos hasta la carretera Panamericana en busca de una movilidad, sin que nadie del mismo establecimiento pueda hacerse cargo de esto o disponer de medios más efectivos para poder llegar a tiempo a un centro hospitalario.

Pero si esto alcanza a la negligencia del establecimiento, no puede decirse menos de la autoridad competente para supervisar el correcto funcionamiento del establecimiento, pues una piscina  no puede funcionar sino cuenta con un personal de salvataje, no puede dejar de tener siquiera un botiquín o personal de asistencia, y, finalmente, debe contar con movilidad propia, todo lo cual debe ser verificado por un inspector que cuenta con atribuciones para disponer las sanciones pertinente en estos casos.

Inclusive, los municipios tienen la facultad de disponer el cierre o clausura temporal del establecimiento cuando se observen esta clase de carencias que son impostergables en negocios en los cuales se pone en riesgo la integridad y la vida de las personas, como se ha comprobado en esta oportunidad.

Lo peor es que estamos en pandemia y si bien se ha autorizado el funcionamiento de los restaurantes y centros recreacionales, están sujetos a condiciones de aforo y seguridad, de allí que no se entiende cómo es que las autoridades no vengan controlando este extremo, de haberlo hecho probablemente se hubiera impedido esta desgracia.

Ya las autoridades tienen conocimiento de este incidente, la propia madre del menor fallecido reveló que tomaría acciones legales contra los irresponsables que no tomaron las previsiones necesarias, empero, al margen de la responsabilidad civil o penal, hay allí temas administrativos que no pueden pasarse por alto porque esta es una tragedia irrepetible. No se debe permitir que vuelva a ocurrir un hecho tan penoso como este.