Opinión

LA AGONIA DEL PUNTO Y COMA

La turbiedad en la delimitación sujeto/predicado

Por: EDUARDO ZAPATA (*)

¿Ha advertido usted la casi desaparición del punto y coma en los textos escritos? No queremos entrar en estadísticas, ni ´cuantificaciones´ que finalmente pueden decir todo o nada. La moda: confundir informes cuantitativos de investigación con el conocimiento. Queremos acudir a su experiencia como simple lector de diarios. Y a la observación de la presencia/ausencia del punto y coma en notas periodísticas, artículos o editoriales. En las primeras prácticamente ha desaparecido; en los otros es factible notar una decreciente utilización.

Subyace a esta desaparición la pérdida de la relación entre sentimiento musical y sentimiento lingüístico. Al divorcio entre dos lenguajes que –al confluir– enriquecen la lectura y la escritura.

Lo que estamos llamando ´sentimiento musical´ fue advertido ya desde la Retórica de Aristóteles. El lenguaje no solamente está compuesto de fonemas y monemas y adscrito al logicismo, pues admite lo que André Martinet denominaba como unidades suprasegmentales. Esto es, la expresión de nuestros humores y actitudes ante el decir expresado –en lo esencial– mediante la entonación.

En los coros de las iglesias el lector enseñaba a los estudiantes cómo debía entonarse una oración y ello se grababa en la mente de los oyentes. Empleándose estos recursos para jerarquizar lo importante y lo accesorio de los textos.

La imprenta y el libro nos trajeron la lectura silenciosa e individual. Perdimos así una guía externa para la jerarquización semántica. Pero a fin de cuentas la gente conversaba y ese sentimiento musical era indispensable para hacer inteligible el decir. El sentimiento musical, el sonido y la armonía –siempre y cuando el interlocutor fuese un hombre cultivado– seguían contribuyendo con la lectura.

Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE): “…de todos los signos de puntuación, el que presenta un mayor grado de subjetividad en su empleo” (RAE, 2005) resulta el punto y coma. “…pues, en muchos casos, es posible optar, en su lugar, por otro signo de puntuación, como el punto y seguido, los dos puntos o la coma…”. Advirtiéndonos a continuación que “esto no significa que el punto y coma sea un signo prescindible”.

Y no es prescindible porque el punto y coma, si con claridad semántica lo incorporamos desde las primeras veces, teniendo presentes sujeto y predicado de la oración, la subjetividad obedecerá entonces al imprescindible quién dice qué para qué. Si no hay esa claridad y refiriéndonos al caso específico del punto y coma, con facilidad lo que vaya luego del punto y coma puede no corresponder en sentido estricto al sujeto.

Ya Abelardo Oquendo –uno de nuestros más valiosos estudiosos de los signos de puntuación en general y eximio crítico literario– nos decía respecto al uso del punto y coma que si esa necesidad no está muy clara, es mejor prescindir del punto y coma y usar el punto.

Buen consejo de Abelardo. Particularmente para quienes no asociaron sentimiento musical y sentimiento lingüístico –desde sus inicios– como factor suprasegmental pero discreto en lo que se refiere a la delimitación clara de sujeto y predicado. Una delimitación clave para una buena lectura.

Con el advenimiento de los medios masivos de comunicación ¿quiénes son los “lectores reconocidos” de nuestros tiempos? Lo son los periodistas. ¿Y ha notado usted que ellos ponen acento y entonación solo en aquello que –por ignorancia, por rating o algún factor político– les interesa destacar aunque con ello sacrifiquen la relación sujeto/predicado? Y no hablemos de nuestros maestros de escuela, que en su gran mayoría son ya también alumnos de estos modernos lectores salidos de los medios.

Si bien el mal uso del punto y coma podría entonces parecer una sutileza, anticipa un grosero error social: la turbiedad en la delimitación sujeto/predicado diluye simultáneamente la delimitación de responsabilidades. Lo vemos en la política, por ejemplo.

(*) Tomado de El Montonero (www.elmontonero.pe)