Las pandemias son crisis sanitarias mundiales que se presentan cada siglo dejando una estela de muerte y dolor en millones de hogares, por ello nos ha tocado ser protagonistas estelares de todo aquello que leímos y aprendimos en los libros.
El covid 19 es una de las pandemias más agresivas de todos los tiempos, y, tiene que serlo si se tiene en cuenta que ha transcurrido casí un año y hasta el momento no se descubren todos sus efectos y menos aún se tiene una vacuna que pueda neutralizarlo sin que exista el riesgo de una contraindicación.
Con todo el avance de la ciencia en este siglo XXI, con todo todas las herramientas que nos proporciona la tecnología, con toda la modernidad a nuestra merced, el covid 19 no ha dejado de merodear y matar a mucha gente, ni siquiera a un año de haberse descubierto en la China y de dictarse una alarma mundial para que los países estén preparados para impedir que siga propagándose de manera mortal.
Por ello es que decimos que se trata de una de las peores pandemias de todos los tiempos, ha sido capaz de confinar a todo el planeta, ha sido capaz de paralizar gran parte del aparato productivo del mundo y de poner a la defensiva a los países más ricos y fuertes del universo.
De allí que no es difícil colegir las secuelas y heridas que ha dejado en nuestro país, no será difícil entender por qué razón las cifras y registros a nivel continental no dicen nada bien de las políticas de protección que se emprendieron en nuestro país.
Lo acaba de señalar un medio extranjero, The economist, al hacer un enjuiciamiento del golpe que ha asestado la crisis sanitaria en el Perú y no ha vacilado en señalar con el dedo acusador al ex presidente Martin Vizcarra como el gran responsable del rezago y la postergación de un país ante una emergencia médica que pudo manejarse mucho mejor.
Lamentablemente, los peruanos debimos aprender en el camino cuales eran las únicas alternativas que nos pueden mantener al margen de un contagio y de los graves efectos de la enfermedad, debimos aprender a prevenir con las reglas de oro que nos proporcionaron los especialistas, aquellas que nos advierten que solo usando mascarillas, desinfectando nuestras manos y manteniendo nuestra distancia uno de otro, se puede evitar el contagio.
Empero, estas sugerencias colisionan con unas malas costumbres de la sociedad peruana en su conjunto que ha conspirado todo este tiempo contra los objetivos de la pelotica sanitaria del país y esto se observó apenas a las dos semanas de establecido el régimen de aislamiento obligatorio por parte del gobierno.
Esta fue una inmediata y oportuna decisión que dio lugar a que miles de pobladores demostraran que son auténticos peruanos, es decir, aquellos a los que les gusta hacer exactamente todo lo contrario de los que dispone la autoridad, aquellos que tienen la costumbre de llevarse las manos al rostro, a la nariz y la boca cuando es allí en donde se encuentran los vehículos de contagio del Covid 19.
La insoslayable pretensión del peruano de salir a una discoteca o participar en una reunión de la índole que fuera, eran costumbres que son difíciles de cambiar pero que si debieron controlarse de manera inteligente y adecuada.
De allí que esta falla que tiene que ver más con las malas posturas de la gente, que, de los esfuerzos de los gobernantes por mantener un adecuado régimen sanitario, han sido las verdaderas causas por las cuales nuestro país tiene el índice de letalidad más elevado en todo el mundo, es por ello que las cifras de contagios y fallecidos es la segunda en la región solo después de Brasil que tiene 10 veces el número de habitantes que el nuestro.
Hemos visto como los policías se convirtieron en una suerte de institutrices que deberían estar detrás de los “pichangueros”, de los “beodos”, de los “juergueros”, cuando en realidad debería primar la responsabilidad de cada quien para cuidarse y protegerse del virus.
Esta es la lamentable realidad que nos ha evidenciado la pandemia, la tremenda irresponsabilidad de un sector de la población que desafío la enfermedad y que si no se enfermó o murió, solo procuró que otros resulten siendo las víctimas mortales de este terrible mal.
Si el 31 de diciembre del 2019 esperábamos con ansias el nuevo año, nos abrazamos y nos deseamos felicidad, es porque ni siquiera sospechamos lo que se venía, hoy si confiamos que las cosas serán diferentes y que este 2021 nos ayudará a dejar atrás y en el olvido el 2020, el año de la pandemia.