Opinión

2021: ¡EL AÑO DE LA GUERRA IDEOLÓGICA!

Por: Víctor Andrés Ponce (*)

Luego de la aprobación de una ley agraria con una remuneración especial para el agro y de otra que controla las tasas de interés, se puede sostener que el Ejecutivo y el Congreso han derribado dos de los principales pilares del modelo económico. No solo han puesto un paréntesis en el boom agroexportador y en la mayor revolución del crédito de nuestra historia, sino que han preparado el camino para poner otro paréntesis en el desarrollo de la minería y la economía de mercado en general. Si ya se hirió de gravedad el boom agroexportador y la revolución del crédito, ¿por qué no puede tambalear la minería?

Si tres mil personas pueden derogar una ley agraria que rigió dos décadas, a través de cuatro gobiernos constitucionales, ¿por qué no se puede derribar la Ley General de Minería? Si la administración Sagasti ha liquidado la autoridad del Estado democrático –demonizando a la policía nacional (PNP) y pasando el retiro a casi toda la oficialidad general– y si las bancadas del Congreso son incapaces de defender las inversiones agrarias, ¿por qué las tomas de carreteras del sur no pueden culminar en la derogatoria de la Ley General de Minería y la convocatoria a una constituyente?

¿Cómo explicar este escenario si las corrientes comunistas y colectivistas nunca han ganado una elección y seguramente nunca triunfarán en una? La única explicación es la siguiente: las corrientes comunistas y colectivistas, si bien se presentaron a elecciones y perdieron en todas, se dedicaron al trabajo cultural e ideológico: colonizaron el espacio público con sus ideas acerca del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos –para erosionar la autoridad del estado democrático (el caso de la policía)– y los temas de género, entre otros. Nunca atacaron frontalmente la economía de mercado. Sin embargo, luego de la devastación institucional, política, económica y social dejada por la administración Vizcarra, y después de pasar a controlar el Ejecutivo y el Congreso por la ineptitud de las bancadas, estas corrientes neomarxistas han decidido apretar las tuercas de la economía: algunos se sienten socialdemócratas y otros abiertamente comunistas, pero ambos grupos contribuyen a la destrucción del sector privado.

Ahora bien, ¿solo se trata de los méritos de las corrientes comunistas y colectivistas o hay otras explicaciones? Vamos a señalar que los aparentes vencedores hasta hoy la tuvieron extremadamente fácil, demasiado fácil. ¿Por qué? Antes de responder, diremos que los antiguos solían señalar que la ignorancia era falta de virtud. Entonces agregamos que cuando Fuerza Popular decidió guerrear contra la administración PPK carecía de las virtudes para entender que detrás del antifujimorismo existía una feroz ofensiva ideológica colectivista. Si lo hubieran entendido, este grupo político se habría convertido en el mayor soporte de PPK.

Igualmente, vale señalar que cuando las bancadas mayoritarias del Congreso (Acción Popular, Alianza para el Progreso y Fuerza Popular) cedieron con tanta facilidad en la defensa de la inversión agraria y la revolución del crédito en el Perú, simplemente carecían de la virtud para entender que cuando el colectivismo controla el poder político, y desde allí destruye el sector privado, entonces organiza su perpetuación en el poder: así sucedió en Venezuela, Cuba, y antes en los países de la ex Unión Soviética. Cuando el colectivismo no logra destruir el sector privado, el control autoritario es precario, tal como acaeció en Ecuador y Bolivia, por ejemplo.

Los partidos políticos, los movimientos electorales y quienes se proclaman republicanos tampoco han defendido la inversión agraria y la revolución del crédito. Algunos se indignan frente a la indolencia de los empresarios, quienes no entienden que se debe apoyar las corrientes, movimientos y think thanks que luchan para salvar el mercado. Se irritan ante el gesto surrealista del gerente de un banco que llama a marchar, a organizar el cadalso con el que se liquidará la revolución del crédito nacional.

Todo eso enfurece, pero en la conducta del gerente que llama a protestar para apoyar la estrategia de los enemigos del crédito y la indolencia del republicano que no defiende al sector privado, existe la misma falta de virtud.

Si bien en los valores republicanos hay una dialéctica de principios e intereses, finalmente la defensa de las repúblicas es una defensa de principio. Un libertario defiende la inversión privada porque es una condición sine qua non para que prosperen las libertades en general. Para entender esa aproximación tiene que haber ideología, en el buen sentido.

Por todas estas consideraciones para los defensores de las libertades en general, el 2021 debe convertirse en el año de la guerra ideológica. Es el único camino para detener la ofensiva colectivista que nace del dominio neomarxista de la cultura y de los sentidos comunes. Hoy estas afirmaciones pueden ser mejor entendidas porque ya conocemos esa feroz ofensiva colectivista.

(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)