Opinión

¿YO CONGRESISTA?… NO GRACIAS

Por: CPC Sergio Agurto Fernández

seragur01@hotmail.com

La función congresal está muy venida a menos, especialmente en este último quinquenio de gobierno, y para cualquier ciudadano ser congresista, ya perdió su real atractivo; perdió la prestancia que lo caracterizaba en décadas pasabas, donde ejercer tal función dignificaba a la persona, naturalmente eran otros tiempos; luego de un duro trajinar cual héroe de mil batallas, recién se podía acceder a ella, ahora no, de por medio está el dinero. Es cierto que la calle está dura con aguda escases de ofertas de trabajo, pero eso no debe ser una razón para pretender ocupar un cargo, cuando se desconocen las tareas que se tendrán que desarrollar, o no se tiene identificado los problemas del país, sobre los cuales trabajar; nos preguntamos entonces ¿Y por qué están ahí?, simplemente porque los partidos los necesitan por el voto que tendrán que emitir dentro de las comisiones dictaminadoras y en el pleno del Congreso, nada más. Es por eso la baja calidad de la producción legislativa que los congresistas exhiben.

El Perú siempre ha sido un país de oportunidades, con libertad de acción para quienes quieran labrarse un porvenir. Hay enormes potencialidades que yacen bajo los pies, dentro del lindero geográfico; pese a la voracidad de los aventureros españoles, del desenfrenado saqueo perpetrado por las invasoras tropas chilenas y de la vocación depredadora de los corruptos criollos, aún quedan tesoros inexplorados para el disfrute de los virtuosos ciudadanos, que por fortuna, estimamos, pueden sumar el 99.9% de la población, contra solo el 0.1% de la escoria humana (corruptos).

Como complemento de la riqueza material y en un imaginario viaje por el territorio patrio, testificamos de lo mucho que hay por ver y admirar, por ejemplo, la policromía de los paisajes es un regalo para los ojos de quien tiene la suerte de observarlas, ni que decir de los restos arqueológicos ubicados en los cuatro puntos cardinales, propios de una civilización ancestral que floreció en este nuevo mundo, venciendo a todas las adversidades, supieron crear su propia cultura.

Entonces las oportunidades están ahí al alcance de todos, y apelando al ingenio, se pueden obtener magníficos resultados, pero para que el asunto funcione, es fundamental darse un baño de florecimiento con agua bendita, para ahuyentar a los malos espíritus que suelen reencarnarse entre los candidatos a los cargos electivos, que son proclives de caer en tentaciones.

Pero tanta maravilla no se condice con el errático proceder de una minúscula proporción de ciudadanos (¿el 0.1%?) que ven en ella, no como una oportunidad para desarrollar el talento en beneficio de la Patria, sino como un oportunismo abominable de amasar fortuna, sin pensar que luego terminarán como un vulgar “inquilino” de un atiborrado penal del país. Esta forma de conducta es una demostración que la ambición tiene predominio sobre la honestidad, esto, cuando no se tiene un orden de prioridades en la vida y hay ausencia de una escala de valores que permita discernir cual es lo bueno y cual es lo malo. Claro, frente a eso y como ciudadanos de bien, es pertinente mantener un ego moderado, sin soberbia, que sirva de locomotora para hacer realidad tantas potencialidades dormidas que todo ciudadano tiene.

Al iniciar el presente siglo XXI, tenemos una agenda recargada de tareas, que esperamos cumplirlas a cabalidad: 1) Elecciones generales del 11 de Abril para elegir presidente, vice presidentes y congresistas, 2) Ardua tarea para restituir a la familia la calidad de vida que el coronavirus la arrebató, y 3) Ante la actual recesión y a la falta de empleo, cada quien tiene la obligación de crear su propia fuente de ingreso, si es que prontamente no quiere entregar su alma a Dios.

Ahora que estamos en la antesala de un  proceso electoral (11-04-2021), afinemos bien los sentidos para tomar conciencia de lo importante que es nuestro voto, y no nos dejemos embaucar por unos camaleónicos candidatos, que suelen cambiar de discurso según como sea el auditorio que los escuche. No caigamos en el facilismo de dar el “si” a cualquier hijo de vecino vestido de candidato, si antes no hemos tenido la precaución de evaluar su hoja de vida, donde no exhiba ningún rosario de maldades.

Este quinquenio que está próximo a terminar, ha dejado expuesta a la clase política a su más cruda realidad, cuando motivados por una irrefrenable ambición por incursionar en la función pública, con “mochila en mano”, miles de ciudadanos de todo el país, ya empiezan a merodear por los locales partidarios, buscando, cual “Ali Babá y los 40 amigos”, que se abran las “puertas del cielo” (poder político). En este ínterin hay gente de todo color político, prestos a embarcarse en esta aventura, sin importar si para lograrlo tengan que hipotecar su alma al diablo. Para quienes vemos con indiferencia las luchas fratricidas que se dan dentro de los partidos, con esta fiesta electoral tenemos garantizado todo un espectáculo que rompe la rutina del “confinamiento” en el que vivimos.

Es bastante conocido que mucha gente ha hecho  de la política una lucrativa forma de ganarse la vida (fundadores de los partidos), sin trabajar, cobran a los candidatos y cobran un diezmo a sus congresistas, por eso es el empeño de competir en cada evento electoral, para no desaparecer del mapa político; además que los partidos políticos reciben del Estado una subvención anual.

Increíblemente, son 23 partidos políticos los que se disputan, además de la Presidencia de la República, un lugar en el Congreso, teniendo al JNE, cual árbitro sacando tarjeta roja (negando la inscripción)  a cuanto cazurro ciudadano pretenda entrar por la ventana (alterando u omitiendo información). Con tanta efervescencia para llegar al poder, pareciera que el mundo se va acabar ya, y en esta estampida todo vale.

En la administración pública los trabajadores con vocación política, han encontrado en ella, por el desorden que se vive en el Estado, a la mejor aliada para mejorar sus expectativas de vida, tratando de alcanzar un cargo electivo, para el efecto y sin el menor rubor, hacen uso y abuso de la “licencia sin goce de haber” mientras dure el tiempo de congresista, originando con ello un problema a la institución pública que lo cobija laboralmente; por única vez podría ser, aunque debieran de renunciar, pero más de una vez, ya pues que no sean tan desvergonzados. De esto existen muchos casos con nombre propio.

Pero este abuso no termina ahí, mientras estuvo vigente la Ley 20530, muchos de los congresistas ya eran cesantes de este régimen, llegando a percibir doble remuneración del Estado, lo que está prohibido (sino recordemos el caso del Dr. Luis Alberto Sánchez, como Senador y ex Rector de San Marcos, al mismo tiempo). Pero usufructuando malévolamente del poder, se aprobaron una ley, en virtud de la cual estos congresistas cesantes, dejaban de ser cesantes para acumular su récord laboral de manera continua, para que al término de la función congresal, recién puedan pedir su cese, pero con el sueldo de congresista, ya no como empleado de carrera que fue; según el portal del Congreso, la pensión promedio de estos congresistas es de S/. 7,500.- La viveza criolla en su máxima expresión.

Por estas consideraciones, es preferible tener la conciencia tranquila para estar en paz con uno mismo, sin las perturbaciones que da un mal ejercicio de la función pública, por eso ¿Congresista yo?… no gracias.