Editorial

::: CHINECAS EN CUARENTENA TOTAL :::

Cada vez que el tema Chinecas salta a las primeras planas de la prensa local y regional, no es precisamente para destacar algún logro o avance del proyecto.  Por una de esas ironías a que son pan de cada día para los ancashinos, cada vez que los medios de comunicación se ocupan de Chinecas es para poner al descubierto nuevos actos de corrupción o para referirse a la masiva e incontenible invasión de sus tierras.

Con ese mismo desencanto, hemos podido conocer de fuentes fidedignas que el tema del proyecto Chinecas ha desaparecido por completo,  no solo de la agenda  sino también  del vocabulario de quienes están al frente del Gobierno Regional de Ancash, encargado de su ejecución. A diferencia del ruido de las campañas electorales, donde la promesa número uno era Chinecas, ahora nadie quiere tocar el tema. Sin embargo es aquí, en el marco de esta paradoja, donde el silencio dice más que mil palabras.

Con treintaicinco años a cuestas,  Chinecas permanece paralizado en el tiempo, víctima de un estado vegetativo. Para decirlo en un término más actualizado, el proyecto  ha ingresado a una etapa de cuarentena total.

En mayo de 1985, a finales del segundo gobierno del presidente Fernando Belaunde Terry, Chinecas y Chavimochic nacieron como hermanos gemelos. La partida de nacimiento quedó registrada a nombre de Autoridad Autónoma del Río Santa, figurando como encargado de hacer caminar  a los recién nacidos el Instituto Nacional de Desarrollo, INADE.

Con una vocación salomónica que muy pocas veces se ha visto en el Perú, el recordado presidente Belaunde dispuso que ambos proyectos compartieran una  sola bocatoma y un mismo reservorio, todo ello en igualdad de condiciones, sin privilegios ni para uno ni para otro.

Pero  en septiembre de ese mismo año, apenas mes y medio después de asumir su primer mandato, el presidente Alan García Pérez  tiró por la borda todo lo  relacionado con la autoridad autónoma  y dispuso que Chinecas y Chavimochic se ejecuten cada uno de por su lado.   Han transcurrido treintaicinco años desde aquel entonces y la abismal diferencia que existe entre estos proyectos que nacieron juntos, nos exime de mayores comentarios.

No está de más recordar que, para poner los pies en el terreno de la realidad, todo proyecto nacional necesita de una voluntad política que provenga desde el mismo Palacio de Gobierno. Ha sido gracias a esa voluntad que se han hecho realidad viejos proyectos como Gallito Ciego, Olmos y por supuesto Chavimochic, cuya tercera etapa ya se encuentra en plena ejecución y llevará las aguas del río Santa hasta Chicama.

Pero  lo peor que le pudo pasar a Chinecas ocurrió el 18 de junio del 2007. Por ingrata coincidencia fue el mismo Alan García Pérez,  a finales de su segundo gobierno, quien dispuso la transferencia de  Chinecas a manos del Gobierno Regional de Ancash.  Todo no fue más que un acto de demagogia e ilusionismo político en su máxima expresión.

A partir de esa fecha, Chinecas no ha sido capaz de dar un solo paso adelante y se ha limitado a ser una especie de caja chica para financiar portátiles y actividades políticas a favor del los gobernadores de turno

No decimos esto con el ánimo de llorar sobre leche derramada, ni tampoco con el afán   de rasgarnos las vestiduras con las uñas de la desilusión y el desencanto.  Lo hacemos porque creemos que ha llegado la hora tener muy presente lo siguiente:  si los ancashinos cometiéramos el error de olvidar esta historia, entonces estaríamos condenados a repetirla. Y eso es lo que no queremos que suceda.

La actual gestión del gobierno regional acaba de cumplió dos años,  lo que significa que ya está en plena cuenta regresiva. Si en estos dos años no ha hecho  absolutamente nada  a favor de Chinecas, tenemos razones más que suficientes para dudar que en los veintidós meses que le quedan pueda revertir la situación.

Para decirlo en lenguaje directo, como es nuestra vocación, parece que ha llegado el momento de considerar muy seriamente la posibilidad de que Chinecas regrese a manos de INADE.  Lo que ha ocurrido recientemente con el caso de la lucha contra la pandemia, ha demostrado que el gobierno regional no está en condiciones de cumplir algunas responsabilidades. Tiene que ser el gobierno central quien asuma directamente esa obligación.

Tenemos que  ser realistas. Ya no podemos seguir viviendo de sueños y fantasías.