Editorial

::: PÉRDIDA DEL PRINCIPIO DE AUTORIDAD :::

Casi tan antigua como la propia era del automovilismo, la informalidad que impera en el servicio de transporte de pasajeros es un mal endémico y muy  bien enraizada en el Perú de todos los tiempos. Si no nos equivocamos, ningún otro cuerpo jurídico es objeto de tantas infracciones, y con tanta frecuencia, que las normas y reglamentos de tránsito. Tanto así que han pasado a ser parte de nuestra cultura cotidiana.

Lo que sucede a diario en los exteriores del Terminal Terrestre de Chimbote, es una muestra elocuente de esta realidad. Numerosos automóviles y camionetas miniván de uso particular, han improvisado ahí un terminal paralelo que ofrece de manera informal el servicio de Chimbote-Trujillo y Chimbote-Huaraz,  sin que hasta este momento ninguna autoridad, que se precie de serlo, haya sido capaz de lograr su erradicación en forma definitiva.

Como consecuencia de las restricciones que mantienen limitado el servicio que ofrecen las empresas formales de transporte interprovincial, y aprovechando el consecuente aumento de la demanda de este servicio, los vehículos informales están haciendo su agosto en pleno verano. A río revuelto, ganancia de infractores.

El problema sin embargo no se limita a este aspecto de la realidad. El problema adquiere otro cariz cuando los vehículos son intervenidos a medio camino por la policía.  Sin siquiera bajar del  vehículo, y marcando el celular sin mayor preocupación,  los choferes ponen al habla al policía con alguien que, por lo visto, “pesa” mucho más que él.  Al término de la conversación y luego de suspirar hondo,  el policía devuelve los  documentos al intervenido no sin antes despedirse amigablemente diciéndole “puedes continuar”.

No sin razón,  se afirma que muchos de estos vehículos pertenecen a policías en actividad e incluso en situación de retiro, que apelan a un compadrazgo, disfrazado de  espíritu de cuerpo,  para sacarle la vuelta a la intervención.  Para el común de la gente, aquello de “hoy por ti, mañana por mí” no es otra cosa que una pérdida del principio de autoridad.

Otra de las aristas de este grave problema tiene que ver con algo igualmente preocupante. Cada que el vehículo sufre un accidente de carretera, son los heridos e incluso los familiares de las víctimas fatales, quienes tiene que cargar con todo el peso de los gastos. Por lo mismo que se trata de vehículos que operan  al margen de la ley, las contingencias que protagonizan no están cubierto por ninguna póliza de seguro. Choferes y propietarios terminan lavándose las manos con la sangre de las víctimas.

El último martes, miembros de la Policía Nacional, Municipalidad Provincial del Santa y la Sutran, realizaron un operativo, como ya lo han hecho infinidad de veces, para supuestamente erradicar  los paraderos informales que rodean el terminal terrestre.

Después de todo lo que hemos visto durante los últimos años, ese operativo bien puede compararse con el vuelo del gavilán que espanta a las gallinas. Una vez que éste se va, todas regresan al mismo sitio. Así no se impone el principio de autoridad, más bien se pierde.