Mg. Miguel Koo Vargas (*)
Estamos a tres semanas de las elecciones para escoger a nuestro próximo presidente, congresistas y representantes ante el Parlamento Andino. La mayoría de peruanos aún no tienen definidos sus votos, como siempre ocurre en todos los procesos. Algunos cambian de opinión hasta en las mismas urnas. Un dato interesante es que, en medio de estas elecciones atípicas por la coyuntura de la pandemia, el candidato que más intención de voto tiene a nivel nacional, cuenta con un aproximado de 15% de preferencia, en comparación de las elecciones pasadas, en las que el líder de las encuestas, por estas fechas, reunía un 37% de aprobación. El porcentaje de indecisos ha aumentado en esta campaña.
El riesgo de esta indecisión sí es preocupante a estas alturas del partido, porque se supone que ya deberíamos haber analizado conscientemente a todos los candidatos y establecer un criterio diligente para elegir a nuestras próximas autoridades. La teoría nos dice que nuestras decisiones las basamos mayoritariamente en nuestras emociones, entre el 80%-90%. No tenemos un criterio tan racional a la hora de decidir comprar un producto, haciendo gala de esta frase de Tyler Durden, “compramos cosas que no necesitamos, con el dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no conocemos”.
Creeríamos que una decisión tan importante como elegir a un presidente y a los futuros legisladores, conlleva un proceso minucioso de análisis, comparación y evaluación, sin embargo, esto es algo que no sucede en la práctica, en muchos casos. Así que, en esta oportunidad le voy a proponer algunos criterios que pueden serle de utilidad para hacer una elección responsable.
Podríamos agrupar estos criterios en dos grandes frentes, el sistema de gobierno (plan de gobierno, ideología y doctrina), y el candidato (experiencia, valores y formación). Entonces, el primer paso para escoger a un candidato es conocer el pasado. No tiene sentido optar por un sistema de gobierno, si este ha fracasado en la historia. Conocer el pasado, no implica solamente haber vivido el periodo, implica también reconocer los errores y las oportunidades de los gobiernos, y comprender en profundidad las necesidades que nos aquejan en nuestros tiempos. La mayoría de candidatos solo se centran en atacar los problemas superficiales, pero no pueden demostrar soluciones integrales a los problemas de raíz. Veamos el ejemplo populista de los bonos. Subsidiar a la población con dinero del Estado, no es una solución de fondo, si encontramos una alta tasa de desempleo a nivel nacional con los sectores económicos paralizados, y las mypes impedidas de trabajar.
Lo otro que es importante, es conocer la ideología del sistema de gobierno. Existen ideologías que han fracasado rotundamente, no solo en nuestro país, sino en varios países del mundo que los han condenado a la miseria y han cobrado la vida de millones de personas. Veamos el ejemplo clarísimo de Cuba y Venezuela con sus modelos socialistas comunistas. Es increíble que, hoy en día, tengamos candidatos y propuestas de este estilo. Algunos lo son más abiertamente que otros, mientras que, los asolapados, camuflan sus propuestas en un discurso político de tipo progresista. Ideas en las que, con mucho peligro, insisten en modificar la Constitución con el objetivo de insertar ideologías que atentan contra la vida, la familia, la educación moral y la libertad de culto.
Por otro lado, tenemos al candidato. ¿Qué tan relevante puede ser la experiencia para alguien que tiene la responsabilidad de dirigir un país? Nuestro país ha sufrido el flagelo de gobernantes corruptos que han saqueado nuestras arcas por generaciones. Los últimos cinco presidentes (sin contar a García) se encuentran con procesos penales abiertos en la actualidad. Algunas organizaciones políticas están siendo investigadas por haber recibido dinero de empresas corruptas que, dicho sea de paso, siguen en nuestro país con otra razón social. Ni qué decir de los congresistas que falsifican certificados de estudio o de los que se banquetean con el dinero de nuestros impuestos. Es cierto que el sistema de valores es más difícil de identificar en alguien que no conocemos, pero si realmente hacemos un seguimiento al candidato, podremos averiguar si cuenta con antecedentes penales y judiciales, si tiene una historia de vida intachable, y lo más importante, si es una persona consecuente.
Otro criterio imprescindible es analizar las cifras macroeconómicas con otros países de la región y la tendencia económica histórica. Desde el 2015 al 2019, la economía peruana creció a una tasa de 3.2% interanual. Solo en el 2020, tras crasos errores en la política económica, terminamos cayendo estrepitosamente a -15%. Los expertos señalan que una caída mayor al 10% en el PBI no es un fenómeno transitorio, sino traumático. En términos simples, el año pasado hemos caído tres veces más que todos los países del mundo. El desastre de la economía es un plato que se ha estado cocinando a fuego lento y ha generado la destrucción de empleos y capitales. ¿Los candidatos están preparados para gestionar un rebote en medio de este panorama?
Hay candidatos que nunca han demostrado resultados en su vida profesional, burócratas que viven de la mamadera del Estado, y otros oportunistas mediáticos que buscan dirigir al Perú en una época de crisis. Sirve hacer esta analogía. Si usted fuera dueño de una empresa, ¿qué tipo de profesional escogería para que sea su gerente general? ¿escogería a alguien sin experiencia o a alguien que ha demostrado resultados en sus trabajos previos? Obviamente no podemos comparar a una nación con una empresa, pero, es un criterio de razonamiento básico que nos debería ayudar a establecer unos requisitos mínimos e indispensables. La vida de millones y el desarrollo social económico están en juego, no es un periodo para hacer ensayos o escoger a “ojo de buen cubero”. Conviene recordarle, una vez más, que la decisión está en sus manos.
(*) Analista y asesor de comunicaciones