Editorial

::: IGUAL QUE LA CAÍDA DE UN AVIÓN :::

Hace unos días cuando en este mismo espacio comentamos que el promedio de fallecimientos por covid en la región Ancash había subido de 14 a 20 cada 24 horas, por nada del mundo imaginamos que  íbamos a quedar cortos. Hace dos días, martes 6 de abril, el promedio de fallecidos en Ancash llegó a 28, una cifra que solo se puede comparar con el número de víctimas que ocasiona la caída al barranco de un ómnibus interprovincial o la caída de un avión.

Empero,  sin dejar de lado éste y otros puntos  de comparación, tenemos que admitir que la situación provocada por la pandemia en la región Ancash, hace rato  se ha puesto  fuera de control. Sin exageración,  se diría que nos encontramos  en  una guerra  sin cuartel, en desigualdad de condiciones y, lo que es peor, a punto de dejarnos vencer por  la  desmoralización.

Tal y conforme lo hemos destacado en más de una ocasión, la capacidad de los centros de salud de Ancash ha sido largamente rebasada. Camas UCI disponibles, ya no quedan. Ambientes y carpas para pacientes  covid, tampoco los hay. Los ambientes e instalaciones que el año pasado debió habilitar el gobierno regional de Ancash para combatir la pandemia, han quedado a medio  construir y están sometidos a procesos de investigación fiscal por culpa de la corrupción.

Por esa razón, los pacientes que llegan de emergencia a los hospitales, tienen que aceptar  en silencio la humillación de ocupar los pasadizos, sentados en sillas de ruedas y en manos no propiamente de la medicina sino de la providencia.  Por último, el abastecimiento de oxígeno medicinal ha dado lugar a una batalla aparte, donde los familiares de los pacientes  tienen que disputarse, virtualmente a cualquier costo y sacrificio, las pocas reservas disponibles.

En el marco de esta dramática y cruda realidad, la luz roja de las alarmas, parpadean por doquier, mientras que la respuesta  sanitaria de la región se mantiene en clara desventaja.

Algo que guarda directa relación con dicha realidad, viene de parte de la Municipalidad Provincial del Santa. La segunda planta de oxígeno  que debió implementar la comuna con el presupuesto enviado por el gobierno central, aún no se sabe cuándo  será formalmente adquirida ni tampoco cuándo entrará en funcionamiento.

La empresa vendedora, PSA Oxígenos, ha informado que la planta se encuentra en las instalaciones del estadio Centenario desde el pasado 11 de marzo,  es decir hace un mes, pero  que hasta la fecha no se puede iniciar su respectivo montaje. De acuerdo con la información brindada por la propia empresa,  este inexplicable impase no se debe a la falta de piezas o equipos complementarios,  ni mucho menos a la falta de buena voluntad, sino al hecho de no haberse firmado hasta el momento el respectivo contrato de compra-venta por parte de la comuna provincial. Sin este documento, como es obvio, ningún proveedor puede dar por formalizada una venta ni entregar  un producto de buena fe.

Se afirma que la mencionada planta tiene una capacidad de producción de 20 metros cúbicos por hora, equivalente a 48 barriles diarios, los mismos que deben ser distribuidos gratuitamente a la población y centros de salud, como lo establecen las normas del estado de emergencia dictadas por el gobierno. Pero parece que para la burocracia municipal, en Chimbote no pasa nada.

Por otro lado, afortunadamente todo indica que el Ministerio de Educación daría marcha atrás en su  peregrina iniciativa de reiniciar a partir del lunes 19 las clases presenciales en las instituciones educativas de las zonas rurales. Como lo han sostenido los funcionarios del gobierno regional, ha quedado suficientemente claro que las condiciones académicas y sobre todo sanitarias, no están de ninguna manera garantizadas. Correcto. No se puede exponer a los alumnos, profesores y padres de familia a un contagio mayor al que ya tenemos encima.

Queda sin embargo la preocupación de no saber hasta el momento cuándo se iniciará en la región Ancash el proceso de vacunación que se espera contribuya a desactivar las alarmas.

Con índices de contagios y fallecimientos que aumentan a diario, las cosas han llegado a tal extremo como si todos los días cayera un avión con 28 ancashinos a bordo. Una verdadera lástima.