Hace tres días, es decir el pasado martes 20, el gobernador regional Henry Borja Cruzado anunció desde Lima que el jueves 22 iba a llegar a Ancash el primer lote de 7,020 vacunas Pfizer para inmunizar a los adultos mayores de 80 años de la región. Hasta ayer, viernes 23, las vacunas no llegaban y, lejos de salir a brindar una explicación, el gobernador prefirió guardar silencio.
Si el anuncio hubiera tenido que ver con el envío de pelotas de fútbol o cosas por estilo, es posible que nadie tendría porque preocuparse, pero tratándose de algo que significa la diferencia entre la vida y la muerte, de ninguna manera se puede pasar por alto. Eso quiere decir que la primera autoridad de la región le ha mentido a Ancash y ahora ya no se puede confiar en su palabra.
Sin apartarnos demasiado, a fines de abril del 2019 el alcalde provincial Roberto Briceño Franco, inició la remodelación del bulevar Isla Blanca y aseguró, tajantemente a su estilo, que la obra estaría culminada antes de sesenta días, para la fiesta de San Pedrito. Han pasado dos años y, a pesar de haberse cuadruplicado el presupuesto inicial, la remodelación del bulevar continúa inconclusa, sin que nadie asuma la delicadeza de brindar a la población una explicación válida y precisa al respecto.
Ni que decir de los cinco congresistas que dentro de tres meses se van a sus casas, felices de la vida, sin haber cumplido ninguna de las tantas promesas que le hicieron a Ancash. No en vano han formado parte del congreso que pasará a la historia como el más populista y al mismo tiempo como el más impopular.
Por más que hemos intentado hallar una explicación a este desplante de parte de las autoridades que nosotros mismos hemos elegido, no encontramos ninguna justificación, ni convincente ni razonable. En todo caso, a quien corresponde brindar dicha explicación es a ellos mismos, pues eso es parte de su fuero interno y de su capacidad de asumir el activo y pasivo de sus responsabilidades. Para decirlo más claramente, solo ellos pueden responder por las promesas que hicieron en su campaña electoral y que no fueron capaces de cumplir.
Políticamente hablando, tampoco hace falta mucho esfuerzo para darnos cuenta que en Ancash no tenemos líderes y por esa razón existe un vacío de gestión. No hablamos de los líderes de plazuela, de aquellos que creen que el principio de autoridad se impone a gritos o golpeando el escritorio. No. Hablamos de los líderes con capacidad moral, aquellos que inspiran respeto y confianza predicando con el ejemplo. Como hemos visto a través de la historia, los verdaderos líderes son aquellos que se mantienen a la cabeza de su pueblo y muestran el camino a seguir, particularmente en momentos difíciles como los que estamos atravesando.
Cuando han transcurrido veintiocho meses de gestión, vemos con total desencanto que la mayoría de las autoridades regionales y municipales están gobernando de acuerdo con las circunstancias del momento, solo para salir del apuro y sin mayor proyección, como si también estuvieran de salida. Con ese mismo escepticismo, no creemos que en los veinte meses que aún les queda puedan reivindicarse.
Y no es que seamos pesimistas. La realidad nos ha convencido que en Ancash no hay liderazgo ni visión de futuro.