Mg. Miguel Koo Vargas (*)
La arena política sigue tan movediza que, poco a poco, aquellos que estaban en el limbo de un modelo u otro, finalmente han ido marcando una posición de respaldo a sus candidatos preferidos. Mejor dicho, dejaron mostrar su verdadera cara. Este es el caso de Verónika Mendoza, por ejemplo, la lideresa de la agrupación política Juntos por el Perú, mostró su total respaldo a Castillo, algo que no nos llama la atención de ninguna manera. Su apoyo estaba más cantado que el Himno Nacional en la formación del colegio. La izquierda finalmente está coaligada en un magro bloque que buscará alcanzar el sillón de Pizarro, el próximo 6 de junio.
Por otro lado, hemos visto el respaldo de otros candidatos como César Acuña a la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori. En un ambiente con poses y decorativos patrióticos, Keiko acudió hasta el local partidario de APP para agradecer el respaldo de Acuña, quien aprovechó la presencia de la prensa para ponerse la camiseta de la Selección y comprometerla con el cumplimiento de tres de sus principales propuestas de su Plan de Gobierno.
Otros, en cambio, metieron la pata groseramente como López Aliaga quien, en medio del calor y la efervescencia de un mitin, arengó entre sus simpatizantes la muerte del comunismo, de Cerrón y Castillo. Un acto totalmente repudiable, pues, es preciso aclarar a nuestros lectores que un católico que dice ser un auténtico practicante, no le desearía la muerte ni a su peor enemigo. Lo que sí debemos condenar son las ideologías como el comunismo que, al ser pecados, siempre traen miseria y hambre a las sociedades, como el propio marxismo que, además de ser ateo, le hace creer a la gente que es una ideología que busca el bien común a través de la lucha de clases.
Entendemos ideología como “un conjunto de pensamientos, ideas y representaciones que se presentan como verdad absoluta al sujeto pensante, a fin de interpretar el mundo y su situación en él; pero de tal manera que con ella se engaña a sí mismo para justificarse, ocultarse o evadirse. Definir un pensamiento como ideológico es pues, manifestar el error y denunciar el mal”. Karl Jaspers. Por tanto, todas las ideologías siempre se disfrazan de verdad para engañar al hombre, y son, nada más y nada menos que un pecado mortal, al igual que la corrupción. Hay gente que, incluso, cree que condenar al comunismo equivale a aceptar la corrupción. No podemos perder de vista que ambos son moralmente inadmisibles y contrarios a la fe, pues la corrupción acumula otros pecados como la mentira, el robo, la manipulación, la avaricia, etc. El detalle es que la corrupción está vista siempre como algo políticamente incorrecto, algo que nadie aceptaría públicamente en su sano juicio, sin embargo, con el comunismo se cree todavía que tiene una dimensión de reflexión para ser aceptado. Sería un craso error equiparar dos cosas que por su naturaleza significan al final lo mismo. El propio Magisterio de la Iglesia rechaza todas las visiones erradas del humanismo ateo, pues nos advierte que “el comunismo despoja al hombre de su propia libertad, y suprime en la persona toda dignidad y todo freno moral eficaz contra el asalto de estímulos ciegos”. (Enc. Divini Redemptoris, Pio XI. 1937).
Algunos líderes, como Cerrón y compañía, creen que el marxismo/comunismo es una ciencia o explicación total de la realidad. Según Marx, el marxismo contempla dos dimensiones que son el materialismo dialéctico e histórico. El primero intenta explicar el origen de la vida, del cosmos, y el segundo intenta analizar a la sociedad en su dimensión histórica. Esto le lleva a creer que Dios no existe, es decir, una visión intelectualoide, sin ningún fundamento, y que intenta apropiarse ilícitamente de territorios que no le pertenecen como la ciencia y la propia verdad. Diversos autores critican estas ideologías epistemológicamente desde su verdad y desde su aplicación, pues reduce al ser humano a una cosa o a un ser meramente utilitario e inteligente. Una distorsión mesiánica que pretende que la gente la acepte como una fe pagana. Hay que llamar siempre a las cosas por su nombre para no caer en el error.
Podemos ver incluso en nuestra historia inmediata, personas a las que les costó la vida el flagelo de Sendero Luminoso en la durísima época del terrorismo. Me refiero a los mártires de Pariacoto, beatificados por la Iglesia Católica, Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski. Su testimonio de vida no puede pasar desapercibido para todos los ancashinos y peruanos que anhelamos un país sin terrorismo, sin violencia y sin corrupción. Es decir, un Perú que llama a las cosas malas por su nombre, identificando al pecado como tal, y ayudando a que el pecador se arrepienta y se convierta, pero no deseándole la muerte, ni incitando odios en la población. Eso no es propio de un cristiano de verdad que imita a Jesucristo y su Evangelio.
Esta situación tan complicada en la que nos encontramos nos recuerda, una vez más, que no podemos poner nuestra fe y nuestra esperanza en hombres, sino solo en Dios, el único que ha vencido al pecado y a la muerte. Sea usted creyente o no, debemos aprender a desenmascarar este tipo de ideologías que aparentan una benevolente justica social en favor de los más necesitados, pero que han demostrado siempre ser el camino equivocado en aquellas naciones que han sumido en la miseria, el abandono y la destrucción. Estamos a tiempo de revertir las cosas antes que sea demasiado tarde y nos encontremos frente a un viaje sin retorno.
(*) Analista y asesor de
Comunicaciones