Editorial

::: UN PALACIO CON LA CARA SUCIA :::

Fue en el 2013, hace 8 años, cuando luego de un tiempo más que prudencial se renovaron las butacas del Palacio Municipal y parte de su decoración interna. Tres años después, en el 2016, se volvió a pintar todo el edificio como parte de un elemental trabajo de mantenimiento. A partir de esa fecha, y esto no deja de ser inaudito, el Palacio Municipal no ha vuelto a ser motivo de ningún trabajo similar. El aspecto descuidado que actualmente ofrece la denominada Casa de Todos los Chimbotanos, parece no interesarle en nada a la actual gestión edil. Por si fuera poco, todo indica que este aspecto, que tiene carácter prioritario en cualquier municipalidad del mundo, en el caso de la comuna provincial del Santa ni siquiera está en sus planes.

Una muestra del descuido que ofrece el Palacio Municipal en este momento, es su azotea. Desde el centro de la Plaza de Armas se puede ver, con mucha pena y vergüenza ajena, que este lugar está convertido en un conglomerado de casetas de triplay que aparentemente son utilizadas como “archivo general”. Lo cierto es que estas construcciones precarias no tienen porqué estar allí. Su presencia va contra las reglas de estética y normas sanitarias. Es fácil imaginar que sean un criadero de cucarachas y roedores y Chimbote no tiene porque ganarse el calificativo de ser una ciudad descuidada y desordenada. Ya bastante tenemos con las avenidas troncales como Buenos Aires, Camino Real y Meiggs donde la basura se acumula en cada esquina, por varios días.

La fachada del edificio es otro aspecto que no puede pasar inadvertido. Las paredes y las lunas que dan hacia la Plaza de Armas están plagadas de papeles y carteles de publicidad, dando la impresión de ser un gigantesco y desordenado periódico mural. Una total falta de respeto. Para evitar un desbarajuste como éste, existe una norma llamada señalética que se emplea para transmitir mensajes e indicaciones sin necesidad de atentar contra el ornato ni crear contaminación visual.

Eso no es todo. Desde hace más de un año, antes que comience la pandemia, el único ascensor del que dispone el  Palacio Municipal se mantiene malogrado y eso tampoco es motivo de preocupación para nadie de la actual gestión. Es increíble que no se piense en los usuarios que utilizan muletas y sillas de rueda para desplazarse y que tienen todo el derecho del mundo para realizar trámites personalmente.

Se sabe que el ascensor fue adquirido hace apenas veintiún años y no tiene por qué encontrarse en semejante situación. ¿El concepto de mantenimiento solo existe en el papel?. No está demás mencionar que el ascensor del hotel de turistas “Chimú” tiene 70 años de uso y hasta la fecha se mantiene operativo. La diferencia es que los dueños del hotel siempre se preocupan de su mantenimiento.

Finalmente, lo que sucede con la Sala de Arte ubicada en el primer piso es algo que no tiene nombre. El único escenario del que disponía Chimbote para difundir y promover el arte ha sido reemplazado por una oficina de trámite. Increíble pero cierto. Eso no se permite en ninguna otra ciudad del mundo. Cuando un artista o un grupo de estudiantes chimbotanos deseen exponer sus obras de arte, ahora no tiene dónde hacerlo. Así, cualquiera diría que para Chimbote la cultura no existe.

En medio de esta caótica circunstancia hay algo que llama poderosamente la atención. El alcalde provincial Roberto Briceño Franco es un profesional de la arquitectura; alguien que conoce de estética, ordenamiento urbano y ¿por qué no? de cultura cívica. ¿Cómo puede permitir que el Palacio Municipal, patrimonio urbano y uno de los edificios emblemáticos de Chimbote, pueda mantenerse en esta deplorable situación?. Si así se trata a la sede de la comuna provincial ¿qué se puede esperar de la atención que se brinda al resto de la ciudad? ¿Cómo exigir a los vecinos que cuiden y no ensucien el lugar donde viven, si los encargados de dar el ejemplo no lo hacen?

Ahora que gracias al internet es posible recorrer y admirar el mundo sin moverse de su sitio, no estaría demás que el alcalde y los funcionarios de la comuna vean cómo luce la fachada de otros edificios municipales del país. Sin ir muy lejos, les recomendamos que vean los palacios municipales de Trujillo, Moche y Otuzco.

Por más de una razón, el Palacio Municipal es el rostro de la ciudad. Por consiguiente, Chimbote no puede tener un palacio con la cara sucia.