A comienzos del año 2012, ¡cuándo no¡ bajo la gestión de César Álvarez Aguilar, el gobierno regional de Ancash inició en forma irregular la reconstrucción del local de la emblemática institución educativa que lleva el nombre de Víctor Andrés Belaúnde, el peruano que en 1959 presidió la Asamblea General de las Naciones Unidas. Para ello 1,500 alumnos debieron trasladar sus sillas y carpetas al local del colegio Miguel Grau de la urbanización El Acero, ubicado a cuatro cuadras de distancia, donde al menos hasta el último fin de semana se mantenían como “encargados”.
Fiel a su estilo, a la hora del traslado el ahora encarcelado ex presidente regional se dirigió a los alumnos, profesores y padres de familia para pedirles que no se preocupen, que en menos de un año iban a tener un nuevo y moderno local.
Lo que no se atrevió a decir es que el presupuesto de más de siete millones de soles solicitado para esa obra aún se encontraba a nivel de estudio técnico y no figuraba en el Sistema Nacional de Inversión Pública, SNIP, es decir aún carecía de autorización por parte del Ministerio de Economía y Finanzas. Sin importarle para nada esta situación, Álvarez Aguilar ordenó a sus funcionarios de confianza que liciten y adjudiquen la obra a una empresa contratista con la que al parecer ya había llegado a un arreglo.
Y para dar la impresión de que todo estaba en regla, Álvarez Aguilar dispuso que se transfiera un millón de soles del presupuesto de otra obra para que la empresa “ganadora” proceda a demoler el antiguo local, todo ello con cargo a regularizar más adelante la documentación correspondiente. Antes de cumplirse un año sin embargo y en vista que el expediente técnico no tenía cuándo ser aprobado y el presupuesto de la obra tampoco tenía cuándo llegar, la empresa contratista optó por retirarse y dejó la obra abandonada, como muchas otras de aquella época que aún en estos días se mantienen en esa condición.
Han pasado nueve años desde entonces y los alumnos del colegio V.A. Belaúnde no pueden regresar al nuevo y moderno local que se les ofreció. Es más, a lo largo de todo este tiempo han desfilando otros cinco gobernadores regionales, ninguno de los cuales ha demostrado mayor interés por la situación de este emblemático plantel. Ellos son Waldo Ríos Salcedo, Enrique Vargas Barrenechea, Luis Gamarra Alor, Juan Carlos Morillo Ulloa y el actual Henry Borja Cruzado.
Precisamente, en una visita de inspección realizada el 3 de setiembre del 2020, el ahora también encarcelado Juan Carlos Morillo Ulloa aseguró que “en 15 días” la reconstrucción del plantel iba a quedar oleada y sacramentada. Nada más falso. Lo único que ha quedado de ese ofrecimiento son las fotos colgadas en internet donde aparece Morillo rodeado de alumnos que portan carteles con la frase “Gracias, señor gobernador”.
En medio de este desafortunado escenario, recientemente el director del plantel, profesor Tito Falla Enríquez, se negó a firmar la recepción de un lote de 25 computadores que el gobierno central ha destinado para este plantel. Esta decisión, que por supuesto resultó ser la más correcta, obedece a una razón indiscutible. El colegio Belaunde aún funciona en un local ajeno y las computadoras tienen que ser recepcionadas en su propio local, pero luego de hallarse debidamente instaladas y en perfecto estado de funcionamiento, no empaquetadas como están. En otras palabras, la formalización de esta entrega solo puede realizarse cuando la reconstrucción del plantel esté debidamente concluida, pero resulta que ésta todavía es una obra inconclusa; no tiene conformidad ni está oficialmente recepcionada.
Para colmo, la dirección del colegio Miguel Grau, acaba de solicitar a la dirección del colegio Belaunde que busque otro lugar donde trasladarse ya que su local también va a ser reconstruido. Con las disculpas de la comparación, como si fueran nómadas del desierto, alumnos y profesores del colegio Belaúnde se han visto obligados a encargar parte de su mobiliario en el patio del colegio María de Montessori, afortunadamente en la misma urbanización El Acero.
Es en este ir y venir, que han surgido nuevas preocupaciones las mismas que los órganos de control van a tener que despejar lo antes posible. Se afirma que el piso de las aulas del nuevo local del colegio V.A. Belaúnde ya se están agrietado y que las graderías que rodean el patio principal tienen en una altura de apenas 15 centímetros entre una y otra, lo que hace imposible que los alumnos puedan sentarse cómodamente en ellas. También se ha objetado la construcción de una sola batería de servicios higiénicos ubicada a un extremo del primer piso, que dificulta su utilización por parte de los alumnos del segundo y tercer nivel.
Por último, el salón auditorio, destinado para la realización de ceremonias oficiales y actividades afines, no dispone de servicios higiénicos y la única puerta que sirve de entrada y salida tiene 1.15 m. de ancho, una verdadera trampa en caso de sismos o de cualquier otra emergencia.
Por irónico que parezca, lo que sucede en el colegio Víctor Andrés Belaúnde es una lección que va contra toda lógica. De lejos se advierte que detrás de todas estas anomalías está la inocultable mano de la corrupción, lo mismo que una gran dosis de incapacidad y desidia, que merecen nuestro más enérgica condena.
Si el ex presidente de las Naciones Unidas resucitase, con toda seguridad se sentiría ofendido al ver que tanto el plantel que lleva su nombre como los alumnos que ahí se preparan para el futuro, sean víctimas de semejante ignominia. ¿Es esa la importancia que el gobierno regional de Ancash concede a la tarea educativa y al buen nombre de un peruano ilustre?