Pusilánimes
Por: EDUARDO ZAPATA (*)
En tiempos de la tecnología digital y de la consecuente automatización del trabajo, resulta que para un organismo electoral el día solo tiene veinte horas. Lógica absurda. Como absurdo resulta también que en esta era –y antes de destruir los votos– no se les pueda digitar de manera inmediata. Tendríamos un elemento más de seguridad para evitar fraudes reales o, dicho inocentemente, fabulación de los mismos.
Hace ya un buen tiempo que venimos advirtiendo respecto al concepto de inflación lingüística. Como sabemos, la inflación económica significa la emisión inorgánica de dinero sin respaldo, lo cual envilece la moneda. Analógicamente la inflación lingüística consiste en la emisión de palabras sin referente real o con un referente desdibujado que posibilita una polisemia grave para la vida política.
“Eso no se dice”, “Eso no se hace”, “Eso no se dice si no es políticamente correcto”. Y por esa vía de la suspensión de la nominación, la subversión terrorista se convirtió en ´conflicto armado interno´ y los terroristas devinieron en ´luchadores sociales´. Hasta llegar al punto de que nuestro actual Presidente le pidió un autógrafo al señor Néstor Serpa Cartolini –jefe de una organización criminal terrorista– posicionándolo de facto como una especie de Robin Hood que roba a los ricos para beneficiar a los pobres. Si fue un ardid para que lo dejasen salir de la Embajada de Japón, no cambiaría para nada la calificación del acto: pusilanimidad.
Y durante el gobierno del ´señor´ Vizcarra los fallecidos por la pandemia fueron –y uso un término caro para muchos intelectuales– ´invisibilizados´. Convenientemente invisibilizados. Dado que el número real, ocultado por el gobierno y prensa adicta, hubiese revelado bien sea ineptitud o, con mayor exactitud, premeditación. Porque un alto número de fallecidos enervaba más al pueblo y lo predisponía contra el Estado para el siguiente acto: las elecciones presidenciales del 2021. Como se trataba del presidente provinciano ´de color modesto´ (Ribeyro dixit) cualquier denuncia contra él lo era por su condición. Fake news, clamaba la prensa.
Y ahora en torno a las groseras manipulaciones de las recientes elecciones, tímidamente se habla de irregularidades, errores o simples coincidencias. Todo dentro de la corrección por cierto. Aun cuando las pruebas y los hechos pongan en evidencia un fraude electoral. Vistos los videos que hemos visto y escuchados los audios que hemos escuchado, no cabe otra palabra. Tengamos la posición política que tengamos.
Pusilánime –como se le puede definir con la RAE– es aquella persona carente de ánimo y valor para tomar decisiones y asumir sus consecuencias. No se trata entonces de externalidades referidas al temor, medrosidad o la propia cobardía. Porque etimológicamente –con Corominas– “ánimo” ya está explicitando un modo de ser que compromete el alma. De donde un pusilánime tiene el alma ‘pequeña’ (sic). Así como magnánimo significa grandeza de alma, pusilánime todo lo contrario.
¡Cuánta pequeñez interna en quienes están llamados hoy a tomar decisiones con valor y asumir consecuencias! Los hechos demostrados tienen un nombre; y solo los pusilánimes temen siquiera pronunciarlo. Irregularidades, errores o demás elusiones no dicen lo acontecido.
(*) Publicado en El Montonero (www.elmontonero.com.pe)