Dicen que el dios Inti de la civilización Inca entregó un lingote de oro a sus dos hijos para que lo enterrasen allí donde el mineral penetrase la tierra. Representado por una esfera amarilla y un sol reflectante por sus numerosos rayos, el dios principal prometió a sus vástagos una región fértil, rica en sustratos para la agricultura y abundante en oro y plata para la orfebrería.
Así es cómo sus dos hijos, Manco Cápac y Mamá Ollo -que nacieron en el lago fronterizo entre Perú y Bolivia, Titicaca- iniciaron su peregrinación hasta Cuzco, donde fundaron la ciudad prometida.
Desde entonces, miles de personas han visitado esta ciudad elegida, en un recorrido que abarca desde el Valle de los Reyes hasta el enclave sagrado de Machu Pichu. Según datos del ministerio de Comercio Exterior y Turismo de Perú, cerca de 1,7 millones de turistas extranjeros viajan cada año a esta ciudad peruana, y cerca de 800.000 toman el tren hasta Aguascalientes para conocer Machu Pichu.
Reconocida en 2007 como una de las siete maravillas del mundo moderno, que rivalizan con las siete maravillas del mundo antiguo, Machu Pichu destaca por ser un conjunto religioso y agrícola, donde las terrazas de cultivo bordean al área urbana, formado por edificios sagrados y residencias. Entre estos conjuntos arquitectónicos destaca el Templo del Sol o Templo Principal, levantado en honor al dios Inti y su profecía cumplida de oro y tierras fructíferas.
La máxima expresión de esta veneración es la festividad Inti Raymi, la cual se traduce como el “Festival del Sol”, y se celebra durante el solsticio de invierno, cuando se produce la noche más corta del año.
El color amarillo es sinónimo de virtud y esperanza. También de abundancia y buena suerte. Aunque en España y en otros países europeos el rojo está asociado a la buena suerte y se utiliza para recibir el Año Nuevo en todas las celebraciones familiares, Perú desplazó esta tonalidad por el amarillo. Y es que, en las culturas andinas, los colores rojo y negro que se usan en los clásicos como el black jack y que tanto se pueden encontrar hoy en día en la web, tienen un significado bien distinto.
Las tonalidades rojas, por ejemplo, representa en la bandera peruana la sangre vertida por los Incas durante la Colonización, y por todos los peruanos en las Guerras de Independencia. El color rojo en ambas franjas horizontales situadas en los extremos de la enseña nacional recuerda el espíritu de lucha y sacrificio para derribar el antiguo virreinato del Perú.
El amarillo es un símbolo tan arraigado en la cultura peruana que la moneda nacional se llama sol en honor que este astro, la cual sustituyó precisamente al inti (otra referencia al dios sol) como la divisa oficial en curso en 1991. Los guiños del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) hacia este emblema nacional son abundantes y numerosos. En 2010, las autoridades monetarias presentaron una colección numismática para promover el patrimonio cultural de Perú con imágenes del Templo del Sol; el Tumi de Lambayeque o de Oro, el cual fue sustraído en 1981 del Museo de Arqueología, Antropología e Historia del Perú y fundido para ser vendido al peso; los Sarcófagos de Karajía; el Machu Pichu, el Templo Inca Huaytará o la Huaca de la Luna, otra de las grandes deidades de la civilización inca.
Dentro de esta estrategia, el BCRP presentó en julio de este año nuevos billetes de 10, 20, 50, 100 y 200 soles con inéditos diseños y elementos de seguridad. Los nuevos bocetos incluyen referencias a personajes históricos, la flora y la fauna peruana. Así, los nuevos billetes de 10 soles hacen referencia a Chabuca Granda, la Vicuña de la familia de los camélidos, y la Flor de Amancaes. El de 20 soles a José María Arguedas, el cóndor, y la Flor de la Cantuta. El de 50 soles a María Rostworowski, el jaguar y la Puya Raimondi. Los de 100 soles a Pedro Paulet, el colibrí Cola de Espátula, y la orquídea Phragmipedium kovachii. Y el de 200 soles a Tilsa Tsuchiya, el Gallito de las Rocas, y la flor Bella Abanquina.