Cuatro semanas del Gobierno de Perú Libre
Por: J. EDUARDO PONCE VIVANCO (*)
Ofende al sentido común escuchar o leer los discursos del Gobierno y contrastar sus ambiciosos planes con la impactante falta de preparación y experiencia de las personas a las que ha encargado la gestión de aquellos sectores de la Administración Pública –la mayoría– que no cuentan con una tecnocracia institucional y especializada, como es el caso excepcional del BCR o la Cancillería.
El kilométrico mensaje de investidura que el Premier Bellido nos ofreció en quechua, aymara y español en la solemne sesión de ayer en el Congreso (distinta de la versión escrita y oficial del mensaje) demuestra que el Gobierno no relaciona la envergadura de sus objetivos con la (in)capacidad de los ministros y altos funcionarios a quienes ha encargado concretarlos. Y tampoco atiende la necesaria correlación que debería existir entre sus metas y la realidad política que condiciona su realización en los planos nacional e internacional.
No puede ser más visible, por ejemplo, que entre el Gobierno y el partido político que lo llevó al poder existen graves enfrentamientos, y que esas tensiones traban la ejecutoria del régimen y explican sus indecisiones e ineficacia. El Plan de Gobierno de Perú Libre y su ideario trasuntan el radicalismo de su dirigencia comunista, cuya inflexibilidad no se compadece con los acuerdos propios de una política fluida. Y no cabe duda que el cuadro se complicará más cuando se formalice el Partido Político Magisterial y Popular (PPMP) recientemente creado por el presidente Castillo para contar una base de poder propia y dirigida por una conocida integrante del MOVADEF.
Igual ocurre en el ámbito internacional, en el que Perú Libre prioriza la hermandad con Cuba, Venezuela, Bolivia y los movimientos o partidos del Foro de Sao Paulo, mientras que la Cancillería está adoptando una agenda de política exterior divergente y pragmática. No dudo que los agentes diplomáticos acreditados en el Perú habrán observado y analizado esta peculiar situación en el contexto de nuestra credibilidad externa. Pero lo más preocupante en este contexto es que la prioridad internacional del partido de gobierno se refuerza recíprocamente con los objetivos geopolíticos del castro-chavismo y el Foro de Sao Paulo, que buscan afanosamente la integración de nuestro país a ese indeseable bloque.
Estas contradicciones se agudizan especialmente con Bolivia, cuyo gobierno no ha deslindado con la avezada intervención del ex presidente Evo Morales en la política interna peruana y la soberanía con la que debe conducirse. El Hermano Evo no solo se convirtió en asesor del Hermano Pedro sino que ha entrado y salido del Perú como si fuera su propia casa. Particularmente notoria ha sido su participación estelar en una sesión especial del nuevo sindicato extremista (FENATE Perú), oficializada intempestivamente por el prontuariado Ministro de Trabajo Íber Maraví. También fue sorprendido por la prensa cuando se reunió con nuestro Ministro de Energía y Minas en un restaurante, seguramente para afinar la incursión de Bolivia en el aprovisionamiento de gas al Sur del Perú, donde estamos a punto de crear una peligrosa dependencia energética y geopolítica en beneficio de un vecino socialista que es la punta de lanza del bloque castro-chavista y sus socios en la región y fuera de ella.
Pero lo más inaceptable es que en todas sus intervenciones Evo Morales abogó descaradamente por una Asamblea Constituyente que, siguiendo el ejemplo de su país, refunde el Perú con una nueva carta magna. De más está decir que nuestro Gobierno admitió –si es que no propició– tales actos de injerencia incompatibles con la dignidad nacional.
Esperemos que esta insólita colección de hechos e incoherencias políticas sea corregida para enmendar el rumbo y por lo menos morigerar el riesgo que representa para todos los peruanos.
(*) Publicado en El Montonero (www.elmontonero.pe)