Mg. Miguel Koo Vargas (*)
En los últimos años el concepto de la sostenibilidad entró con fuerza en las agendas del Foro Económico Mundial y de la Organización de las Naciones Unidas, producto del control que ser quería ejercer sobre la natalidad y el denominado desbalance en el crecimiento poblacional. Todo esto, sumado a la creciente propaganda que algunos grupos económicos y gobiernos se encargaron de promover por todo el mundo. El calentamiento global y el cambio de la matriz energética de combustibles a la electricidad, fueron uno de los principales factores que los países llamados “tercermundistas” empezaron a adaptar de la Unión Europea y de los gigantes asiáticos que se erigían como las nuevas potencias del mundo.
Es así que, con el auge de la globalización y la reducción de las barreras económicas de libre mercado, las empresas locales empezaron a adoptar estas tendencias que venían con fuerza de afuera para establecerse como organizaciones modernas, plenamente alineadas a la agenda globalista y en sintonía con las ideologías de corte progresista como el ecologismo, el animalismo, entre otras.
Tanto las empresas como los líderes políticos empezaron a imitar estas tendencias a nivel local, intentando replicar iniciativas que nunca llegaron a materializarse como el denominado “albergue para animales”, el “parque industrial”, el “transporte público con buses eléctricos”, la eficiencia en la gestión de residuos o la propia transformación digital de los gobiernos locales. A lo largo de este tiempo, las gestiones ediles han fantasiado y han abusado de términos como “ciudad sostenible”, “ciudad verde” o “ciudad saludable”, que en la práctica no han sido más que declaraciones utópicas e inverosímiles muestras de la realidad.
En el 2016, la ONU desarrolla lo que serían los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, conocido por sus siglas ODS, que proponen la adopción de medidas para erradicar la pobreza, proteger el planeta y que todas las personas gocen de “paz y prosperidad”. Dentro de los ODS, los espacios urbanos son prioritarios, buscando el cambio radical en la manera en que vivimos y nos movilizamos. En otros países como España, los ODS son estrictamente medidos y supervisados por organismos autónomos que velan por su cumplimiento en los gobiernos locales. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz (Municipalidad del país Vasco), es una ciudad que lidera el desarrollo de políticas activas de crecimiento sostenible con importantes resultados como su compromiso con la cooperación al desarrollo, la adopción de medidas para fortalecer el reciclaje de residuos, la gestión del agua o su Índice de Transparencia Municipal (ITA) del 100%, etc. según la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS).
En el caso de los municipios locales, ¿cuáles son las evidencias concretas en las que basan su modelo de sostenibilidad para hablar realmente de “ciudades sostenibles”? De hecho, esta es una información que debería ser visibilizada y transparentada en el propio portal de los municipios, algo que resulta inexistente luego de comprobarlo personalmente ingresando a las webs de la MPS y de la MDNCH. La sostenibilidad para los gobiernos de turno son solo slogans publicitarios que utilizan para vender la ilusión de un supuesto “valor agregado” a la ciudadanía. Es imposible llamarte “gobierno sostenible” si solo piensas en construir espacios físicos para hacer lo que las empresas globalizadas dejaron de hacer hace más de 20 años: regresar a una atención presencial y masiva a los clientes. Los retos del S.XXI exigen una transformación digital de las organizaciones que conduzca a una atención omnicanal personalizada a cada cliente, usuario o ciudadano.
La sostenibilidad es más que un concepto de moda, va más allá de campañas publicitarias o colocar tachos de reciclaje en las calles. Va más allá de pintar de verde los espacios públicos o colocar ciclovías que la gente no utiliza porque no existe un adecuado fomento de la cultura del deporte. Tampoco se trata de iniciar obras que nunca verán la luz, menos de remodelar espacios que quedarán abandonados por su falta de mantenimiento o porque simplemente no son funcionales para los ciudadanos. La sostenibilidad, va más allá de todo eso, se trata de pensar cómo va a ser el futuro de la ciudad, y qué vamos a hacer hoy para líder las transformaciones que nos van a llevar a una mejor calidad de vida en el corto, mediano y largo plazo.
(*) Asesor de imagen y comunicaciones